Me gusta recordar la infancia.
Esa parte inconsciente y feliz, esa media sonrisa,o la carcajada de un niño con algo tan sencillo como aparecer, o desaparecer, tapándose uno solamente la cara con una mano.
Lo malo es que la esencia de algo tan hermoso no se retiene. Con el tiempo queda un sedimento, y se va transformando, se fosiliza. Terminamos como esos árboles, que al talarlos se puede estudiar los anillos que tienen.
Cada uno te dice, te cuenta, cómo, cúanto, donde estuvo.
La infancia es feliz, porque no se preocupa, vive el hoy, el momento, ese instante…no mira el como, se queda en el qué.. Pero… siempre en cualquier meditación (hasta la de la hora del té) existe el como: Cuando mirás el como, ya dejaste de ser bebé y te transformaste en niño. Quisiera explicar mi insignificante COMO. Empecé por ser muy delgada; mucho más que el común de las niñas en esa edad.
Para decir la verdad, flaca, flaca….hasta dar lástima. Parecía una niña de saldo.
Me llevaron al médico, y el dijo que era longilínea, y con ese especializado análisis, nos mandaron para casa. Muy contentos nos quedamos todos! Lo que sucede, es que solamente un niño sabe lo irónico, malicioso, malvado y lo egoista que puede ser otro niño.
Las cosas que los compañeritos me dijeron….Olivia ..Escarbadiente..dejémoslo ahí…
A esas piernas tan largas y flacas, le asomaban unos descarnados pies, que parecía mediante los zapatos con cordón que se usaban; que el pie enorme iba para adelante, mientras las piernas se quedaban quietas en su sitio. No era solamente éso, no tenía cintura; así de simple Lo que acarreaba que se me cayeran las faldas (no se usaban los pantalones en las niñas y eran cortos para los varones) y para remediar este problema me ponían tiradores. No como los de Elliot Ness, cuando la Ley Seca, porque en esa época no había nacido.
Era algo parecido pero modificado. Dos tiras se cruzaban en la espalda y llegaban al frente una a cada lado con su respectivo gran botón. Es decir que te hacía ir derechita, porque sino los botones saltaban, con el pesar de la que los cosía.
Desde ésa época puse en mi mente que nunca cosería, ni siquiera un botón…
Es decir era como si tuvieras un espaldar para enderezar la columna y que no tuvieras una deformación con una inclinación para adelante. Pensando detenidamente, lamento que mamá no hubiera patentado éste invento!! Seguramente hubiera hecho plata!! Estos cómodos conjuntos se acompañaban casi siempre con medias; las había lisas, blancas de colores, y..escocesas.. Se compraban entre otros lugares en el London Paris. A mí me parecía fascinante.
No había que subir ninguna escalera y en cada ascensor había una empleada que te habría la puerta y la cerraba, y esto se repetía en cada piso. Las ascensoritas, como guía de viaje te indicaban lo que se vendía en cada piso. Ese viaje guiado fué uno de los más lindos que hice por muchos años en mi vida.
Al llegar a la sección zapatería de niños, no le preguntaban el número a tú mamá, te ponían el pie sobre una forma de plantal inclinado, el vendedor se ponía enfrente, te hacían parar sobre ella, y se corría una especie de talón metálico hasta unos pocos centímetros del dedo gordo y oh!!milagro, sabían el número que calzabas.
Los manequies, son dignos de recordar, parecían salidos del Museo de Cera de Londres.-Los vestían por completo, tanto en la sección Damas-Hombres- Niños.Usaban complementos como se dice ahora, y eran tan reales con sus ojos de vidrio, sus pestañas de crin de caballo, sus labios pintados en una eterna sonrisa; que mientras mi mamá compraba; corría alrededor de ellos esperando que alguno osara perseguirme.
Uno jugaba con lo que encontraba , no existían los muñecos que hablan, uno le hablaba a los muñecos… En la planta baja vendían las cintas. Exhibidores completos de las más variadas, en ancho y en colores. De seda, raso, gros, tul, tafetas, de crin, de paja, del ancho que quisiera, de la pequeña de bebé hasta la ancha como fajas.
A mi mamá le gustaba o se usaba en esa época una cinta de la cual no se bien el material de que estaba hecho pero que en los bordes tenían una especie de cordón más duro que hacía que la moña una vez terminada no se bajara. Me colocaban dos grandes moñas …A mí siempre me pareció que si corría rapidito podía volar con ellas.
En esa época no conocía el Alas Delta, no había leído los inventos de Leonardo, no se hacían Test de Orientación Vocacional, sino probablemente hubiera cambiado el rumbo de mi vida. Hubiera podido volar en mágico vuelo, con mis hadas favoritas, con mis negras trenzas golpeando sobre mi espalda, y sostenida en el aire, con mágico equilibrio por dos enormes moñas blancas.
!!Qué hermoso sería poder volar con cintas y moñas de colores.. guardando la imágen de la infancia bendecida!!!
Me encantó!
Un beso grande,
Sofi de Fede 😉
Llegaste al cuento que hace mucho que escribí.
Me alegraste el día, Sofía la de Fede. La hermosa Sofía como digo yo.
Un abrazo.
Hasta pronto.