Me llamo Rita.
Soy hija de Juan y Matilde.
Quisiera contarles la humilde historia de mis padres.
Se conocieron en un asalto de carnaval. Antes se llamaba asalto, el ir unos cuantos a la casa de algún amigo, y con el visto bueno del dueño de casa, llevar algunas bebidas, comida, los discos de pasta, y el que tuviera, un tocadisco portátil, que venían en una valijita.
Las mujeres, se pintaban más que de constumbre, ahí podían imaginar ser, gitanas, campesinas, odaliscas, se usaban antifaces, caravanas extrañas, se pedían prestadas enaguas de abuelas, tías y vecinas, se usaban flores en el pelo, mantillas colocadas como velo de novia o tules cubriendo la mitad de la cara, peinetones, corset de pana y parecerse a lady Hamilton.. o ser una estrella del celuloide, y los hombres, mamá me contaba que podían ser piratas con un pañuelo en la cabeza, un aro en la oreja, y un ojo tapado, o ser escolares con la túnica de algún médico conocido y una gran moña azul, o canillita con una gorra, una bolsa de tela abierta cruzándole el pecho unas zapatillas Ranchera, y unos pocos diarios.
Se bailaba junto, se hacían largas caravanas, apoyando las manos en la cintura del primero, y así con gusto saltando, cantado o dando pasos de baile, como gran serpentina, entraban al living, comedor, salían por la puerta, y seguían a la vereda, y la calle, que era de todos, en la tranquilidad que daba el barrio sonñoliento, de papel picado y de pomo de éter. Se bailaba tango, jazz, pasodoble, boleros, todo dependía de los discos que se consiguieran, y del gusto del que los pasaba, que la mayoría de las veces, era el propietario del tocadisco, fuera el dueño de casa o algún invitado, o un tío piola.
Mis padres, trabajaban los dos. Juan era administrativo de una fábrica, y Matilde hacía arreglos de ropa en domicilio. Él era alto , de cara alargada y bigotito fino, ella delgada al extremo, de grandes y soñadores ojos, le llamaban cariñosamente «La Flaca».
Lo cierto fué que se vieron y no se separaron más. Pensaron que tenían que ahorrar para poder casarse. Antes era así!!!. No querían ser «dragones» o tener «un flirt» como se decía en épocas pasadas.
Empezaron juntando para un terreno, y el que encontraron para sus posibilidades, fué por la zona de Capurro, bastante cerca de la Avda. Agraciada y de las vías del Tren. Compraron en demoliciones, aberturas, escalones, la mesada y la pileta de la cocina , hasta los sanitarios, y así como se construye un sueño, ellos hicieron realidad, el suyo. Quedó una casa terminada antes de los cincuenta, con algo del siglo pasado, y un buen gusto que resultaba, increíble para todos. Matilde, había aprendido, durante tanto tiempo a hacer milagros con la ropa que le traían para arreglar , de vestidos, blusas,y polleras, de polleras vestidos de niñas, de pantalones polleras, y así como quien hace un puzzle imaginó la casa y la llevaron a la realidad.
Se dieron el lujo de casarse en la Iglesia de los Carmelitas, y como los curas le cobraban tanto por prender todas las luces, y que fuera un sábado, llegaron a un acuerdo: solamente se prenderían las del altar, y ellos se casarían entre semana, y al mediodía. Mis abuelas arreglaron el altar, pusieron ramos de calas blancas, que compraron en el Mercado de Flores , y según me contaron fué la más original ,de las lindas ceremonias que habían visto. La novia consiguió un vestido de una señora acomodada que lo vendía, y parece que cuando vió a mamá, tan delgadita, jóven, sonriendo y feliz, le prestó el tocado y los guantes de cabritilla, y un rosario de cuentas de nacar. Mamá achicó el vestido, que fué mil veces probado, y se le ocurrió, una audacia increíble para la época, escotó la espalda, porque en esa época no casaban a las novias, que no iban tapadas hasta el cuello. Del tocado, sacó casi todo, el resto lo guardó cariñosamente para devolverlo, y quedó tan sencillo con unos azahares, recogiendo en un broche el pelo, que lució como una niña en comunión, como una diosa, con su traje bordado, su escotada espalda, que terminaba donde se juntaban en pequeñas tablitas, y comenzaba el vuelo del vestido.
Me contaron que mamá sacó tanta tela del largo de la cola de novia, que hizo un camisón con el raso que sobró. Esta fué en breves palabras, un raconto del noviazgo y casamiento de mis padres. De esa lucha de todos los días, no quiero hablar, no quiero vizgonear, no me pertenece, es algo lateral, fuí felíz, con mis padres y mis dos hermanos -nada más!!!
Mis dos hermanos mayores, Antonio y Enrique hicieron sus vidas; como yo. Antonio se fué a trabajar al departamento de Rivera, y tiene una representación, que abarca, comercios y freeshop, Enrique, siempre quiso ser músico, y después de estudiar el acordeón piano, durante años, y tocarlo con bastante éxito, un día se fué: «con la música a otra parte», creo que en éste momento se encuentra en Alemania. Se comunica con mis padres, solamente, para Navidad, mandando una tarjeta o hablándoles por teléfono.
Y yo, también tengo mi culpa en toda esta trama, me casé con un Polaco, buen mozo, hasta pedir basta, y me radiqué, en Buenos Aires. Como él tenía lejos su familia, le parecía increíble, en parte por ser algo egoísta, y el resto como había sido educado, que yo me preocupara tanto, por mis padres, y pasé lentamente, como amainando el amor, de llamarlos, todos los días, a hacerlo de tres, a dos a una vez por semana , a una vez al mes.
Mis padres festejaron sus sesenta años de casados:
Estuvieron acompañados, por sus dos hijos, Antonio, y, Rita, que soy yo., y todos…todos..sus vecinos, y la tarjeta de Enrique…que ahora está en Holanda…No había nietos, ni bisnietos, por la sencilla razón que ninguno de nosotros tiene hijos. Ese día, el de la reunión, cuando ví a tantos niños que le decían abuela a mamá, y algunos grandes que la llamaban de esa manera, empecé a pensar, si la soledad no será hereditaria…Yo estoy sola con mi Polaco, que tambien se está poniendo veterano, ý por la manera de ser el, y la mía no conozco casi a a los vecinos, así que nadie me va a llamar mamá, ni abuela… Desde ese momento, empecé a llamar a mis viejos todos los días, por más ocupada que estuviera, y por más que protestara mi polaco.
Según me contaron, todo empezó en el mes de febrero al mediodía, papá había sacado como siempre las dos sillitas de lona al jardín del frente. Lo habían hecho cerrar con reja todo el perímetro, a instancias de Antonio, que comprobó por la gente de la zona, que ya no era el mismo barrio. Mamá plantó rosas trepadoras, y en los costados madreselvas, tenían un jardín pequeño , florido y prolijo, eran el reflejo de lo que ellos habían sido, se cerraba al frente con un portón..
Por ese portón se asomó una joven, y les dijo que venía a entrevistarlos por el Censo de Población. Estaba bien vestida, era joven y simpática, así que la hicieron pasar. Papá trajo una silla para que se sentara, al rato de dar fechas, cuantos hijos, edades, donde vivián y una serie de detalles, el sol empezó a castigar, y mamá empezó a confundir los nombres de las cosas y las personas, como venía haciendo de un tiempo a esta parte…
Papá la invitó a entrar a la Srta., que dijo llamarse Lucía y mostró un carné , plastificado, que papá no leyó muy bien porque hacía tiempo, que para leer necesitaba lentes…
Pasó Lucía, y siguió apuntando en ese papel blanco apoyado en una tablita de madera, con un broche, y escribió y preguntó por las tarjetas, de crédito, y su número, pero como papá no se acordaba del número, de la tarjeta ni de los números de cobro, porque cobraban por un Banco, fué hasta el cajón del aparador donde guardaban el dinero, y los documentos y dió todos los datos. Hacía rato que la Srta, estaba y mamá le ofreció un refresco, y le dijo si no quería un poco de Budín de Pan, que le había quedado riquísimo!!, la joven aceptó y papá acompañó a mamá hasta la cocina para ayudarla.
Antes, mamá le había mostrado la pieza que tenía llena de trajes, sacos, trajes de chaqueta, de fiesta, que tenía colgados en barrotes, como exibidores, que habían comprado. Primero los guardó por miedo a que los pudieran reclamar, y luego fué un recuerdo, que ninguno se atrevió a quitarle. Nadie tiene idea, de la cantidad de ropa que la gente manda a arreglar, y después se olvida o no tiene el dinero para retirarlas. La pieza era una pequeña tienda, de diversas épocas, de estilos y colores únicos, de telas que no se usan más, y gobernando toda esta mezcla, de recuerdos y olores, la máquina «Singer «, gobernanta del lugar, y como mucama de interior la tabla de planchar de madera y la plancha. Un espejo de pié, reflejaba todo esto presidiendo la escena y algo más.. en el reflejo del azogue… .
Tomaron los refrescos y comieron el Budín de Pan..
Fué oscureciendo, las sillitas de lona seguían en el jardín, vigilando la casa…
A uno de los vecinos les llamó la atención, que siendo de nochecita, no hubieran cerrado, la puerta y que el portoncito, no tuviera el candado puesto.
Entraron ..los llamaron.. los encontraron, sentados en el sillón del living,… estaban recién despertando de la gran siesta, que les hizo dormir la Srta. Lucía, » La del Censo «, poniéndoles algo en los refrescos,…
Cuando los vecinos llamaron a un Servicio de Asistencia..,lograron los médicos que volverlos a la normalidad…
Nadie comprendía lo que realmente había sucedido, hasta que Juan empezó a recordar y hablar, Matilde seguía en su eterna confusión… Papá se lamentó, del dinero y las tarjetas robadas, de las alhajitas de mamá…pero lo qué lo hizo sangrar, como una herida fué que se llevara el único recuerdo que tenía y que le había regalado su padre, un reloj de bolsillo de plata, con cadena; todavía sentía la voz de su padre cuando se lo entregó diciendole» Tomá.. Acá tenés mi herencia, es tan chica, que la podés guardar en cualquier bolsillo» Recién. en ese momento, se dió cuenta que habían sido víctimas del » Cuento del tío »
Matilde, se fué a la pieza, a hablar con sus vestidos…Había perdido en el lapso de unas horas el rumbo tambaleante que tenía su mente.., y cuando yo llegué desde Buenos Aires.. y le pregunté que era lo que estaba haciendo..sin conocerme me contestó:
«AYER VINO RITA A CONVERSAR CON NOSOTROS, Y AHORA VOY A SEGUIR CHARLANDO»
En el buzón había una postal, y en el contestador la voz de mi hermano Antonio, me olvidaba, había muchos vecinos, en el jardín preocupados.. por lo que le había acontecido, a los ABUELOS..
RITA.