Tenía cuarenta y seis años. Pero hacía más de quince , que vivía sola. Desde que se divorció de su esposo , no llegó para ella una solución que le fuera satisfactoria. Seguía con su trabajo, y la pequeña pensión que le aportaba su ex marido. Todo se le iba en pagar el alquiler, y los gastos de la casa, diciendolo en palabras de ella » sobrevivía.»
Sentada frente a la única ventana que daba a la calle, ese domingo como todos los que había pasado, recordaba. Siempre se vuelve al pasado cuando la quietud de la tarde hace que salir sea una pereza, y además el donde ir, una aventura pequeña y repetida.
Fracasó si se le puede llamar así a la relación que mantuvo con su ex, por seis años, en los cuales conoció la abundancia económica , y lo mejor el compartir un hijo sano, hermoso. Nada logró , ni que su hijo se quedara con ella, ni supo conservar, digamos cuidar el amor que que ese hombre culto y estricto le había brindado. Porqué, no perdonar.. se preguntó muchas veces, mirándose al espejo. Él mismo le devolvía la imágen de una mujer linda, no hermosa, a la que ahora el paso del tiempo le estaba dejando huellas en los ojos y en las comisuras de los labios, y se había depositado en sus caderas y sus muslos. Su cara y su cuerpo sufrían el deterioro inevitable del tiempo, pero no fué eso lo que la llevó a que dejara de ser la mujer interesante, que cautivaba a los demás.
La respuesta ella la sabía, pero se negaba a aceptarla, le costaba reconocer su problema, era del tipo de persona que piensan que nunca se equivocan, que siempre tienen razón. Razón para equivocarse uno mismo sin que nadie le indique el error.
Todo empezó hacía muchos años, cuando iba a dar un exámen en la Facultad de Química y se encontraba nerviosa y asustada. La verdad era que se iba a presentar sin estudiar lo suficiente, y para tapar todo, habló de nervios. Su madre en su afán de ayudarle, le dió una pastilla de las que tomaba para dormir, diciéndole que eso la iba a calmar. La cuestión fué que salvó el exámen, y pensaron todos, entre ellos la interesada, que era una panacea. Fué el comienzo de un error repetido muchas veces. Hasta que el error se hizo hábito.
Primero compartió pastillas con su madre, después con viejas amigas de la casa, con médicos, con conocidos visitadores médicos, y esa adelantada estudiante de química que sabía lo que hacía y tomaba, cuando se dió cuenta, no podía dejar de ser esclava. Se habían apoderado los medicamentos como duendes silenciosos de su vida. No descansaba si no tenía a su lado algo que la llevara al sueño, no podía salir si no iba resguardada, eran su ángel protector.
Conoció a su marido, cuando él ya estaba recibido de médico, y se casaron a los pocos meses , al quedar embarazada.
El embarazo, y la lactancia , hizo que se apartara de todo los temores, y fué una época feliz, para los tres. Creyeron que formaban un hogar que duraría mientras ellos veían crecer a ese niño, hasta transformarse en hombre. Dejó los estudios, y pensó en trabajar, y así con sus conocimientos, logró prontamente un empleo en un Laboratorio.
Lentamente, el cambio la afectó. Se daba cuenta que la casa, el niño y el trabajo la superaban, llegaba cansada a todos lados, y nuevamente al acostarse no lograba dormir. El círculo se iba cerrando,y cometió el error de no pedir ayuda. Podía en ese momento rogar el auxilio, y por el que dirán calló, y encontró nuevamente un pobre sustituto, llamado tranquilizante, ansiolítico, antidepresivo.
En un primer momento, le dió resultado, no era el mismo de un exámen pero sustituía algo, el cansancio se marchaba cuando venía el sueño, y a la mañana el café hacía las veces de despertador.
Tenía un proveedor en su misma casa. Las muestras dadas a su marido, y las conseguidas en su trabajo. Llegó a usar hasta las recetas que él dejaba firmadas, y que sigilosamente, sustraía, todo ésto y las compras de medicamentos en ferias, hicieron de ello por años, su cobija.
Hasta que: siempre llega el momento en que no se puede ocultar lo cotidiano, y nada es gratis, las mentiras cobran relevancia, y encubrir ya no es posible. Su hijo tenía seis años, y en una travesura propia de su edad, vió cuando su madre tomaba una pastilla del frasco, y esperó a que ella se fuera al trabajo y tomó unas cuantas.
Resumiendo sus recuerdos, se vió con la niñera en el Sanatorio y su hijo internado. Fué cuando en un rapto de profundo remordimiento, le dijo la verdad a su marido. Su hijo se salvó, pero un cuchillo filoso, los atravesó, los cortó para siempre. Ése hombre culto, que entendía las miserias humanas, porqué trabajaba con las mismas, la apartó de su lado, y la alejó de su hijo para siempre. La amenazó de que si no se alejaba de los dos, la llevaría por medio del Juez a que lo perdiera definitivamente. Es más podría llevarla a la cárcel, si quería, porqué todo lo que había hecho, era delito.
Ese domingo tan sin nada que hacer, más que cavilar, fué definitivo para ella, tendría que escribirle a su hijo, mandarle un email, contarle todo, porque merecía ser escuchada, sin que nadie la juzgara. Sabía por una sobrina la dirección, de su ex, y de su hijo. Fué abriendo su computadora, y luego desde su Hotmail, en Nuevo, y en negrita, escribió todo como lo estaba recordando, sin pedir perdón, sin súplicas, a la manera de un exámen final, donde se jugaba otro futuro, otro partido.
No negó que seguía con sus pastillas y puso entre comillas » Mi Ángel de la Guarda «. No era santa ni pretendía serlo, era una madre, que escribía a su amor desde lejos, muy lejos, desde su Diazepan, o su soledad. Le dijo de sus visiones de los primeros meses de su separación, y cómo al mirar los frascos de cristal del Laboratorio, veía reflejados en ellos, la imagen de él, que oía su voz y su risa, en cualquier niño que se le cruzara. Qué extrañó los abrazos, y aun sentía su ausencia, y le quedó un hueco entre sus brazos, sus manos se fueron vaciando, y el silencio se apoderó , como amo y señor de su existencia.
Le contó que todo ésto fué un ácido que dejó secuelas dentro de ella, que solamente el tiempo, amortiguó. No sabía si le contestarían porque hacía quince años que nadie preguntaba por ella y como una rebeldía final le mandó a los dos al padre y al hijo su recuerdos. En lugar de besos, puso en mayúscula… como un sordo grito… ESTOY VIVA.. y los envió.
Se quedó mirando la máquina, como se mira desde lejos los problemas de otros, con los cuales no queremos involucrarnos, porque son de difícil solución. Uno de sus ojos le empezó a parpadear, y como jugando se los apretaba alternativamente uno y otro, pero el parpadeo continuó
Al incorporarse tomó un vaso de agua y una pastilla amarilla, como si fuera una alerta, se deslizó a su garganta, sabía que al momento todo le parecería más fácil, se evadía de símisma, dejaba para mañana la definición.
Se volvió a sentar frente a la computadora, su amiga de soledad, compañera de miedo, de angustia y se fué con ella a leer parpadeando, sobre Mitología Griega, algo que le gustaba y comprendía a la perfección. Los Dioses, pensaba eran seres maravillosos, hermosos, crueles , fuertes, aman y mueren en guerras imposibles, ganan hasta en su imperfección.
Su historia pequeña, era común a muchos, negada por varios como ella. Quedaba disminuída todo lo pasado a lo mimio, frente a cualquiera de la fantásticas historias mitológicas narradas ,y leídas con avidez por ésta solitaria madre, desposeída de amor.
La enseñanza de lo increíble, éso era lo que necesitaba. Así de simple.
Y ésto fué lo que leyó, esperando que alguno de los dos mensajes le fueran contestados..
» Éter es uno de los dioses primordiales y es la personificación del cielo superior. El Éter era el alma del mundo y toda la vida emanaba de él. Nix (noche) arrastraba las oscuras nieblas de Érebo (oscuridad) por el cielo, trayendo consigo la noche al mundo, y Hémera, esposa y hermana de Éter, era la encargada de desvanecerlas, arrastrando a Éter (la luz) y trayendo el día. «