Los Chirlos

Las casas eran todas iguales, techo de planchada a dos aguas, dos dormitorios, comedor , baño y cocina.  Formaban entre todas un plan que se hizo realidad para los quinteros de la zona.  Se costruyeron  con un préstamo del Estado y por ayuda mutua.

Cada casa tenía un terreno amplio, no estaban adosadas  y al verlas desde los caminos de balastro parecían todas diferentes .  Algunas con jardines, otras dejaron las hiedras crecer por las paredes y el techo y eran como manchones verdes que se perdían entre los árboles. No había un plan concreto para que se transformara en pueblo. No había plaza, ni correo, banco o escuela.  No había luz, y el agua había que bombearla y subirla hasta los tanques.

Silvestre Santos, crió a su hijo en una de esas viviendas. Como pudo,  lo hizo a tropezones.  Con ayuda de su madre, que vivía en un poblado cercano, y una hermana , sacó adelante a Julio. Niño tranquilo, alegre, solitario, obediente. Muy obediente. Se acostumbró desde chico a seguir lo que le indicaban.  Se tenía que quedar solo mientras el padre trabajaba en las quintas. Sabía donde estaba el peligro y lo evitaba. Por eso sobrevivió casi aislado  hasta los seis años. Época de comenzar la escuela.

La abuela le llevó de regalo de reyes una túnica y una moña azul, para las clases que empezaban en marzo. La tía Susana  le regaló  cuadernos, lápices, goma , una caja de lápices de colores  y una libreta para apuntar los deberes.  Como alcancía tuvo un sobre de tela con cierre que le regaló una vecina y la señora del patrón de su padre le mandó una cartera de cuero de uno de sus hijos, que había pasado al liceo. Con todo eso estaba pronto el equipo, faltaban los zapatos que el padre le prometió para cuando empezaran las clases. Era niño de alpargata o pata en el suelo.

Ver la túnica y la moñay sentir en su mente infantil, un pase maravilloso a un mundo desconocido, fué todo uno. Era grande iba a saber leer, escribir. !!

Su padre sabía lo justito, cómo el mismo reconocía. Sabía firmar,  escribir los nombres de su familia, ponía Julio,  o Susana y el apellido, lo que sabía bien eran los números. » Los estrujaba »  »  Todo a mente. »  Era imbatible en eso. » Por eso M`Hijo, no me estafaron cuando pedí el dinero para el préstamo »  Él también fue confeccionado  a barro,  agachado en surco, sudado al sol. Cara sonriente en piel cuarteada, de  mate amargo de calabaza.

Feliz, eso sí.!! Aunque la madre de Julio se fué para una estrella, como le contaron al niño, Silvestre no dejó de soñar. Por eso cuando pudo se compró un matungo y un carro. Le enseño al niño a ensillarlo,  a tener la cincha apretada sin lastimarlo, a limpiarlo, montarlo y a manejar el carro.

En un galpón abierto en los fondos tuvo su primer y gran amigo en ese caballo  feo y bastante haragán . No tenía apuro para nada. De arrarcar tardío y buena oreja. Escuchaba todo lo que el niño le decía, y de vez en cuando un relincho de aprobación. El padre lo llamó Orejón, por ser el último del tarro.

Lo primeros días de escuela fueron como la yerra, lo marcaron a fuego  en la mente para siempre. Ir de blanco, con moña de seda azul, medias y zapatos y cruzando el pecho a lo bandolera la correa de la cartera de cuero y dentro de ella el tesoro, que olió, acarició y miró tantas veces..!!

Como dicha suprema los primeros  meses lo llevó todos los días su padre, empilchado con todo lo mejor   »  para no dar verguenza  «, orgullosos los dos, uno conociendo el lugar que por seis años iba ser como su casa y el otro en añoranza pura por no poder haber tenido esa oprtunidad.

Una lágrima sin ninguna verguenza, por ser varones acudió a los ojos de ambos cuando la señorita Elvira,  puso en fila al muchachito, petiso, de pelo enrulado y medio rubio …Era una mezcla de sangre de una gringa  y un  criollo.  Mate con leche, mate cocido..

Lo traía  de regreso uno de los vecinos, mientras aprendía el camino. Cuando lo supo y su padre se dió cuenta que podía dejarlo,…. el niño se sintió hombre, tenía seis años y medio, manejaba el  carro, iba y volvía de la escuela, acompañado de otro más grande , pero él  llevaba las riendas, el sabía como respondía el Orejón.

La maestra fué desde el primer momento, su centro, su núcleo.  La madre que no tuvo, algo de la abuela, la ternura y la franqueza de una amiga y alguien que sabía todo, sobre la tierra y el cielo, sobre las letra y los colores. Era tan sabia la maestra !

Si le preguntabas a Julio como era su maestra , te decía » linda y buena.»  Si le preguntabas a Silvestre te decía »  parece buena persona, y sabe llevar a los gurises…son muchos y de diferentes edades, algunos son como diablos..muy taimados..La maestra es redonda  y bajita, parece un cero…y después se reía ante el enojo del hijo..y decía es linda,.. la pajarita parece un  cardenal… »  Lo decía porque la maestra se teñía el pelo de  » Colorado »

Pasó el tiempo  y Julio aprendió como » esponja «, diría Silvestre, pero perdió ese candor de los primeros años. Ya no era el niño tímido, se transformó en un adolescente » retobado «, hacedor de pencas de caballos,  entre los jóvenes de la zona y a los doce años era al  decir de muchos, el que llevó las cuentas de todas las casas, de sus deudas, formando una pequeña cooperativa  como » un letrado «.  Estaba por finalizar su último año escolar. Ahora era un maestro el que tenía, la escuela se había agrandado, y le dieron al recién llegado como regalo de posta, a los más grandes. A pagar derecho de piso.

Hubiera seguido todo así, a paso cansino,  si no hubiera entrado a golpe de viento, a la vida de Silvestre y Julio, La Rosita y su hija Azul.

Silvestre la conoció como vecina de su madre, en el velorio de la vieja. Se enredó   y ella tejió con  tiento, una trenza  fuerte de esas que no hay sol o lluvia que la  acabe.

La llevó a vivir a la casa, mejor dicho, sacó doble a la lotería, llevó a la madre y a la aproximación.

Cómo mugre había bastante, los primeros días fueron de limpieza. Puro jabón. Ese de creolina. Así que la casa quedó  perfumada  a cualquier cosa menos a lo que olía antes. Para Julio perdió el olor de hogar.

Después la Rosita  empezó a cocinar, un pastel tras otro,  empanada va y viene,  guiso,  pastas y verduras. Silvestre quedaba duro, de tanto comer, hasta que empezó a aflojar, porque le dijo » No me estoy pudiendo agachar, la cincha me aprieta, y se me abre el cierre del pantalón » Ahí empezaron a bajarle a la comida y al gasto. No daba para tantas leguas.

Eso no hubiera sido nada sin no fuera por el problema de la cama.

Azul, era un año mayor que Julio. Pequeña, flaquita, inquieta. Decía su madre que había terminado la escuela, pero sentirla leer, cualquier libro de Julio, daba el rastro que tenía muy poco estudio. Julio se reía  de ella cuando empezaba a decir entrecortadamente las frases. Eso lo fué acumulando. Puro rencor.  Ayudaba a su madre en las tareas, eran a no negarlos mujeres limpias, que sabían llevar  la casa pero con el horizonte limitado, que le había dado el pueblo.

La Rosita dormía con Silvestre. Habían traído un colchón, que colocaron en el suelo del comedor. Ahí empezó a dormir Azul. Por lo visto podía dormir bien, porque Julio sentía los ronquidos desde su cuarto. Cuando se lo dijo por puro guarango, más las bromas de la lectura, no se imaginó que a partir de ahí se había ganado no digamos una enemiga, sino alguien en quien no se podía confiar.

Cuando llegaban las fiestas de fin de curso y todos se estaban aprontando para ir hasta la escuela, estando Azul en el baño, al salir del mismo, le dijo a Silvestre que  » Julio le abrió la puerta del cuarto de baño y  a pesar de que ella le dijo que se fuera, él se quedó mirándola mientras ella estaba bañándose. «.

Negarlo fué inútil. Le creyeron a la joven. La venganza del ronquido..!

Los mayores encontraron una solución al problema. Fueron hasta el pueblo y compraron con los ahorros una cama marinera. Porqué una cama así y para quién.

La cama marinera se parecía a un sillón aunque no lo fuera. Quedaría muy bien en el comedor, con un colchón de resorte  y unos almohadones, y cabría ahí justito debajo de la ventana.

Sin consulta previa, de la misma manera que se tira lo que no sirve, cuando llegó la cama y el colchón, las mismas personas se llevaron la cama turca de Julio, y el colchón de lana. Ese que tenía en el medio un hoyo donde dormía el dueño, encogido  y feliz.

Lo quisieron convencer y no pudieron. »  Que era un lindo regalo el que le hacían. »   »  Que era mejor que la niña tuviera un cuarto, que así podría traer amigas y conversar entre ellas. »   » Que así estaba más segura. »   Para Julio eso fué una prédica en vano., llena de que.  Perdió la cama y el cuarto. Y toda su vida se llenó de olores a comida, mezclada con jabón.

El padre…su padre lo permitía..!! Algo intolerable.  Por  segunda vez lo marcaban..Máldita yerra. Esta vez en la cara..

Pensó en irse. ¿  A donde. ?  No tenía metas, no tenía edad.. El colchón  lo empujaba hacia  arriba y no podía dormir bien.Y ese sol, que castigaba cuando entraba por la ventana  y esa cama que no era suya porque cualquiera se sentaba en ella.  No decían que se parecía a un sillón..!

Cuando salieron los tres para el pueblo, le dijeron que iban a comprar la tela para hacer la colcha ..Julio los despidió con un gesto de a mí que me importa  y se fueron con el vecino en una cachila que  él tenía. Se los veía tan felices. !!

A las horas fué cuando se sintió la explosión..Los que estaban en sus casas salieron a los caminos  y entonces vieron la columna de humo que se elevaba alto, sobre el monte de pinos. Todos supieron que era de la casa de Tito, el que cargaba las garrafas de supergas…

Después la llamas se apoderaron de los árboles, y empezaron a correr, algunos desorientados y otros a ayudar a Tito  y el vecino de Julio..corría y le decía- » Apurate Julio…andá  a avisar..» Dale..Dale..

Y Julio ensilló a el Orejón…y el caballo fué lento como siempre..» A avisar a quien…?»  No había nadie en la escuela las clases habían terminado…el poblado quedaba lejos…y las llamas estaban cerca…tan cerca que se olía el olor a quemado…

» Lindo momento para irse «.. a donde ?..Después cambió de idea ,  pensó que bueno estaría que el fuego quemara la cama marinera…como si el fuego eligiera que quemar..

Así siguió hasta el poblado..pensando lo bueno que sería irse… hablaba con su confidente.. »  a la madre casi sin conocerla se la llevaron a una estrella…compartió la casa, el padre, perdió el cuarto , la cama , el colchón, era todo puro corral «.

Quería evadirse de la gente que lo rodeaba,como si eso fuera posible..

Sólo teniendo doce años se piensa así..No existen las tranqueras para los sueños,  todo es posible..los  números, los verbos,   no existen cañadones que te detengan , ni bozal,  ni rienda,   ni  estribos que no te ayuden  subir bien  alto..

Comprendía mientras trotaba que la vida no está en una estrella,  no es taba, o penca..la vida tiene chirlos..que sin pegar duelen…