Hijo de un brasileño y una uruguaya. Nacido en la frontera, tenía dos culturas pegadas a la piel. Gustos y lenguaje mezclados que le hacían difícil educarse como su madre quería. Llegó hasta sexto de escuela, tenía más faltas de ortografía que palabras. Hablaba el portuñol.
Esto y el gusto excesivo por la caña con butiá de su padre decidió a la madre dueña del campo a venderlo y buscar una zona que ella entendía era lo mejor para todos. Se mudaron y fueron plantadores de arroz. Lejos de la facilidad que daba la frontera para el contrabando de la bebida , empezaron con buen pie.
Los niños se llamaban Facundo y Tabaré Fleitas. Los nombres los eligió la madre el apellido lo puso el padre.
Los mandó a la escuela del pueblo y los hizo repetir el grado hasta lograr quitarles del todo el acento que apretaba las palabras y no permitió a nadie en la casa hablar el portuñol. Al tiempo de estar afincados, Fleitas se marchó no aguantaba más la añoranza, decía que le faltaba choclo dulce, una guayaba, cocadas, una garota….Fala certo, rapais…
Pura mentira..Pura caña..
La señora Matilde Ortiz, salió adelante, se quitó el Fleitas, se alegró tanto cuando se divorció que parecía que había sacado la lotería con la aproximación. A partir de ahí ella se dedicó a los hijos, al campo, la plantación de arroz y a los molinos.
Cuando los muchachos fueron hombres, tenían más arroz que sueños. Tabaré le dijo a su madre que se iba a Brasil con su padre.
Doña Matilde fué terminante. – Si te vas despedite de los Treinta y Tres.!! Lo decía en clara alusión a los orientales y al departamento. La madre lo vió partir con mucho dolor, pero esta vez, dejó que su bolsillo se abriera y le dió al hijo menor mucha plata..y con ironía le dijo
– Para ticholos..
Tabaré puso su sueño pasando la frontera..o más allá . Facundo conoció a María, se acarameló y no hubo cristo que la sacara de su mente.. Demás está decir que para Matilde ninguna nuera le hubiera venido bien , pero ésta era sumamente delgada, pequeña, con el pelo rubión y los ojos claros, pálida, no era por cierto un modelo saludable , aunado a que era chica de pueblo hija de un aparcero, un mal insalvable para la madre. Matilde le decía a su hijo seguido .
– No sé que le viste a esa lavada ! Nadadora de pileta.
Lavada en muchas aguas, casi sin color, María llevó a Facundo hasta el altar y viendo Matilde que no la podía vencer, la empezó a acompañar, a guiar, fué la mano derecha de la jóven. Se empezaron a querer, tanto que la mayor parte del tiempo la pasaban juntas y solas esperando el regreso de Facundo, que quedó a cargo de los establecimientos.
Como si se pudiera traspasar el modo imperativo de la madre al hijo o a la nuera, cómo había vivido.. Matilde se fué sin ver al nieto que soñó.
Cuando llegó la niña, fué el calco de su madre, rubia , los ojos trasparentes, tan pequeña y frágil que el padre al verla pensó..
-Ésta gurisa no me va a vivir.. La iban a llamar Matilde como la abuela…pero todo en ella elegía otro nombre y le pusieron Blanquita..
La que no vivió para verla crecer fué María, dejó a cargo de Facundo el cuidado de ese ser de cristal..
Facundo protegía, amparaba a muchos, pero empezó a desconfiar de todos. No quería gente extraña dentro de las casas. Rumiaba las palabras.
Su cara se fué plisando verticalmente, su nariz aguileña, fina, empezó a ponersele de un rojo morado, junto con las ojeras que cercaban los ojos pequeños, oscuros, el pelo agrisado, esa costumbre de llevar un pañuelo alrededor del cuello dándole más de una vuelta, caminaba a los empellones. Todo eso le dio pinta de ave.
Empezaron a llamarlo » El chajá » . Por lo temprano que se levantaba, lo que cuidó a su única mujer e hija. Cómo cuidaba el nido. . Muchos decían que el color que estaba adquiriendo era debido a la grapa que tomaba . Puro chisporroteo
Un día cuando la Blanquita, tendría alrededor de dieciocho años, entró en la casa grande un forastero. Facundo lo vió de lejos. De entrada no más no le gustó que dejara la tranquera abierta, el caballo atado al palenque que estaba cerca de la cocina y que no golpeara las manos. Le habló poco, lo despidió rápido y se fué a trabajar.
Andaba preocupado con un conflicto que tenía porque hacía tres días que se habían perdido de cosechas. Además había arroz almacenado en los camiones y al no poder ser procesado en los molinos se echaba a perder.
Lo volvió a ver al intruso varias veces, andaba de pesado, nunca se supo si buscaba trabajo o le gustaba la Blanquita.
Cuando el forastero tuvo que ir hasta el hospital a que le curaran una herida cerca del ojo, recién ahí fué comentario general de la peonada. El hombre dijo que iba caminando cuando se sintió herido y que no vió a nadie cerca. Ninguno conocía al herido y todos presumían del heridor.
Éste se metió con el arroz húmedo y le dieron la zaranda.
Blanquita no se daba cuenta cabal del estado de su padre.
-» Todos comentaban… Ya no se mete con nadie mejor patrón no hay »
Cuando Blanquita habló con el médico del pueblo, le contó que su padre decía:
-» Perdí las palabras..antes sabía el portugués, hablaba en casa el portuñol con mi padre, sin que mi madre nos escuchara, le escribía a mi hermano, ahora quiero decir algo…me confundo…me voy con las palabras…Las cebo como mate…y las guardo para la próxima rueda.»
Demás está decir, que esa visita de su hija al médico no tuvo ningún efecto..le contestó..
– Qué sabe de mí…si el que busca lo que perdió soy yo..
» semo da frontera, / neim daquí neim dalí, / no es noso u suelo que pisamo / neim a lingua que falemo.”
– Papá no perdiste nada, estás hablando en portuñol ! Padre e hija se abrazaron y las lágrimas se fueron juntas a abonar la tierra.
Tenía setenta y dos años de faena y muchos de soledad. No aflojó la cincha, no cambió el recado, siguió en la trilla, esperaba la siembra.
Cuando la Blanquita quiso festejar los veintiun años, organizó todo y lo último que hizo fué pedirle permiso al padre. Además de trastocar las palabras, hacía aproximadamente un año, que llegaba hasta un lugar y él mismo se extrañaba para qué había ido hasta ahí. Un día se le apareció al capataz cuando apenas había amanecido y cuando el hombre asustado le preguntó que había pasado…No supo responder … Según él no estaba enfermo…distraído no más..
Cuando se apagó la música y los fogones sólo fueron cenizas, se dieron cuenta que en todas esas horas que había durado el festín no había aparecido don Facundo.
Ya amanecía cuando empezaron a llamarlo por las casas, galpones, revisaron todo, a pie, a caballo, en camioneta. Todo estaba en orden. Se tendría que haber trasladado a pie, no había vestigios.
Al capataz se le ocurrió soltar los dos perros que siempre iban junto a él. Uno se puso tan nervioso y fiero de estar tanto tiempo dentro del galpón, que lo guardaron atado a una columna del alero. La otra era una perra labrador vieja y sorda, que daba vueltas, sin sentido…igual que el amo. Le decían – Andá a buscar al patrón…andá..
Nunca se supo como…arrancó segura hacia el bañado olfateando y detrás de ella los que quedaban ..caminaron..al rastro.. la perra iba llamando al dueño…Entró en el bañado y junto a las chircas, se paró…ladrando… Se cerró el lazo.
A esa hora, el bañado lucía una neblina que no opacaba su esplendor. Se sentía el frío que llega cuando comienza a levantar el rocío. Se divisaban a lo lejos las garzas, como cerco crecían las totoras, las cintas de sus hojas daban verdor al paisaje y como una espiral de sonidos los chajás gritaban junto con las gallinetas…Pasaron los cercos de totoras , y cuando todo fue barro y se empezaban a hundir…
Los hombres llamaban a Facundo …
Los chajás se elevaron en un vuelo desdeñoso ante el llamamiento.
Solo uno permaneció.!!
Quedó el bañado sin señor y la galletita de arroz fué codiciada por muchos, por ser casi trasparente no pesar nada como espuma..
Era carne de chajá…
Cuando el rumor creció como zafra, era cierto…!! la Blanquita y el ajeno medio tuerto se habían acollarado
» Cosa de mandinga…» Entonces sería verdad que el herido vino a cobrar la bala..!!
A partir de ahí al intruso lo empezaron a llamar el Tucu Tucu, porque se valió de uñas y dientes, para cavar el túnel y alimentarse de los tallos y las raices.