Puerto Punta del Este (Parte I)

Presentar: exhibir, exponer, introducir, manifestar, mostrar.

Para los amigos que están y los que llegan.

Voy caminando, paseando, disfrutando, posando la mirada en el color, uniendo cielo y mar en el infinito, y amando lo que conozco.

(Nota: fotos tomadas por quien escribe en Uruguay –  Maldonado – Punta del Este 2010-2011. Música: Décollage – Mar Dulce – Bajofondo)

Puerto de Punta del Este – Parte I

 

Villa Dolores.

Usos y Costumbres.

Relato breve

«Los hechos no son los causantes de nuestras emociones sino la interpretación que hacemos de ellos »

Ir a Villa Dolores.* !! Un premio barato de un domingo cualquiera.

Se necesita coraje para llevar cuatro niños de edades similares, y muchas ganas de jugar.

Un paseo que comenzaba en la panadería eligiendo los bizcochos, el pan con grasa de cuernitos, los ojitos con dulce de membrillo, las margaritas con su crema amarilla, o la galleta dulce con el azucar quemada, puestos en  la bolsa de papel marrón, se seguía  en el ómnibus, donde nos sentábamos tres o los cuatro en un asiento de dos. Tirar de la cortinilla, hasta que se escondiera en la ventana para siempre, o hasta que el guarda se acercara y nos retara. Porque la tía que nos llevaba se hacía la que estudiaba,  con un libro    » no  los conozco » o   » nos lo oí  » al fondo bien al fondo casi en el descanso.

Llegábamos bajando en tropel a Villa Dolores.

Sus altos muros, las pilastras que sostenían un portón fijo, y uno que se abría a nuestro paso.

Andar de niño, salto de gacela, curiosidad de jirafa, morisquetas de mono. Todo podía estar encerrado en jaulas , piletas, lagos azules, blancos,  en los cucuruchos de papel de los maníes, o en la bolsa de bizcochos que llevábamos. Un domingo al sol, al aire,  bajo los árboles, con caminos zigzagueantes, de pequeñas piedritas, algunas de diferentes colores, donde se formaban arabescos.

El mayor cuidado de la guía era que la siguiéramos. La veo aún hoy a Olga  con su gorro de lana azul y su pompón, un Montgómery, que usaba cada vez que iba a los preparatorios y una bufanda  roja y  larga que blandía al aire como señal o que nos ataba a sus trabas del chaquetón si nos alejábamos..

Simple en su vestir, hermosa en su apariencia, bellísima  su inconsciencia.

Nos deteníamos siempre en la casa principal, en una sala de espejos distorsionantes. Para mí la gloria. Verme alta, una tira, con la cara alargada, o los ojos oblicuos, los pies inmensos, con el otro  a  la altura de un zócalo, gorda , panzuda.  Al Ocho, un amigo del barrio, cabezón y bajito, por eso su apodo le gustaba inflar los cachetes, y mantener el aire. Cuando quedaba rojo, largaba el aire frunciendo la boca y haciendo un ruído prohibido e infernal.  Reirnos hasta llorar haciendo de mostruos, estirando los labios, llevando el pulgar a la nariz, estirando las orejas a lo Dumbo y dejando ver los portillos , orgullosos de que los ratones se hubieran llevado nuestros  dientes.

Ver mostruos, o creerse serlo.  Éramos los animalitos del zoo, podíamos ser lo que imagináramos, papagayo, cebra, avestruz, tigre, cotorra, serpiente, lobo, elefante, garza. Todo surtido como los caramelos. Creo que estabamos confeccionados del rosa  Candy.

Quiero quedarme aquí, en ésta sala que visité tantas veces, porque la última vez fué cuando ví al león.

Miré al espejo .  Él estaba ahí a mi lado, inmenso, alto altísimo, sobre una especie de roca, me miraba, a mí fijamente, los ojos tenían brillo, la melena rubia,  la boca cerrada, la iba a abrir en cualquier momento, una pata más adelante, para dar el paso…

Quise avisar a mis primos, pero ellos estaban a mi lado, con la misma cara de espanto, miré para arriba para llamar a mi tía y ví, dos monos  y un chiquitín, colgados de un árbol, todos juntos, en rueda.

Los más rápidos salieron corriendo y yo no lo hice… Pensé si corro me sigue, me come, o me agarran los monos. Se cayeron los maníes. Una  mano amiga me sacó del espanto, y me explicaron que el león y los monos, estaban embalsamados.

Me dijeron  someramente, que era embalsamar, el  quitar y rellenar. Los ojos eran de vidrio !  Fué peor la explicación que la palabra. A determinada edad, es mejor ignorar. No existían los efectos especiales.! Nosotros éramos los que dábamos los sustos.!

Ahí después funcionó no sé por cuanto tiempo un instituto de taxidermia.

Pasaron los años, y no volví al zoológico, cuando lo hice fué llevando a  mi nieta. Al llegar a la casona ella quería entrar y mintiendo descaradamente, le dije que el cartel decía prohibido pasar. Ella no sabía leer.

Con toda inocencia me preguntó. – Abuela cuando tú venías, que había aquí..

– Sólo espejos. Y agregué sabiendo que ella no entendía.  – Aquí tu abuela aprendió  por primera vez a reirse de sí  misma.

* Fue donada al Estado por el matrimonio Alejo Rossell – Dolores Pereira de Rosell.

En 1919, se establecía la villa como lugar para la colección de animales. Tiene un concepto victoriano . Parque de 650 árboles, rejas y empalizadas.  Varios lagos, y estanques para los lobos marinos. Se encuentra  como extensión  en el barrio norte de Pocitos. Se transformará con el correr del tiempo, en parque para la preservación de la fauna nativa.

The Versatile Blogger.

Hoy mi charla con ustedes, va ser al contrario de mi vida. Va a ser breve.

Quiero agradecer a Rub, por otorgarme The Versatile Blogger. El premio más que merecido es de él. Su sencillez y su fineza, y la hermosa manera de redactar el cuento corto, son para admirar.

Estoy obligada a recordar , a todos los amigos que me leen, a los que se atreven a comentar, y a los que guardan un discreto silencio. Estoy feliz de haberlos conocido. Empecé a pedido de alguien muy querido con » Usos y Costumbres » porque quería que supieran como eran las pequeñas y cotidianas razones de antaño y de mi país. Seguí con la realidad que nos envuelve,  acompañando con mis fotos los  relatos. Para decir la verdad, todo me ha ayudado a continuar , a actualizarme continuamente, a estar en contacto con mis amores. Me he trasformado en la abuela programada.

He trabajado muchos años,  con los problemas ajenos, lacerantes algunos, con el contacto diario con muchos adolescentes, todo  eso me ha ayudado  a ver, a comprender, mirar mis defectos, y perdonar los ajenos. A reirme de mi misma !! Tuve suerte, a no negarlo. De la niña solitaria, carente de hermanos a la familia hermosa y grande que tengo , ha pasado un largo trecho. Gracias a mi amor desde los dieciocho años, por el nido que me ha dado y que aún  conservamos.

Si tengo que elegir a alguién, para darle el premio, tengo su nombre.  El placer que da su lectura, la solvencia con que escribe, la filosofía con que enfoca muchos de sus temas, se lo merece. Austera en la extención de sus escritos, salva al rico lenguaje.

Miren la fotos de sus flores.!  Vale la pena.

Blog de Micromios.

de Carme Carles.

A todos gracias de corazón. Un fuerte abrazo.

Hasta pronto. Hasta cuando gusten-

Los estaré esperando.

In extremis.

Lo conocí en el barrio. Fué cuando pasó a vivir un tiempito con su hermana Gladys. Era un hombre de mediana estatura, de pelo blanco ensortijado, de mirada límpida, resaltando  sus ojos claros, en su piel curtida . Venía del departamento de Durazno donde era herrero. Ahí habían quedado sus dos hermanos varones. Él se vino según su hermana porque, no se sentía del todo bien.

Gladys era una persona querible, muy servicial, comedida. Nunca la ví caminando. Siempre corriendo. La comida para sus hijos, los logros de los mismos, las novias, los consejos, los refranes.  Gladys, era  dueña de una casa de dos plantas y tres dormitorios. La recibió de su marido que según ella, era un hombre excepcional pero, que se le ocurrió morirse cuando los chicos tenían la edad de la bobera, y ella fué a partir de ahí, el comodín,   en el juego, según su expresión..

Sucedió que traer a un hombre mayor acostumbrado a hablar casi a los gritos, porque desconocía los límites , para peor  medio enfermo, y completamente  descolocado en la ciudad, fué para Gladys un verdadero martirio.  Idas en omnibus, donde Antonio se sentía acorralado, y no sabía de donde agarrarse, con miedo de niño, en cuerpo de viejo. El susto de no saber que tenía, un hombre que nunca estuvo enfermo !

Resultó, que Antonio se mejoró, y se quiso volver. Los sobrinos agradecidos. Su casa lo esperaba, aunque no hubiera nadie dentro de ella.

Al poco tiempo, con el empuje  de los hermanos, vendió el campito y la casa, y lo obligaron casi, a comprar una vivienda cerca de Gladys. Al que miraba el panorama, era una de pasárcela al otro»  tuya.. ..mía » como  brasa.

En el barrio las casas eran bastantes grandes y caras. Le hicieron comprar la única casa, que nadie había querido por mucho tiempo. Grande y en ruinas. Además como marquesina, tenía dos ocupantes precarios

Cómo lograron que se fueran los intrusos, fué un misterio. Unos decían que el hijo de Gladys el procurador, los había amenazado, otros que entre los cuatro  hermanos juntaron un dinero, y los tipos se marcharon por su voluntad. El barrio se sintió aliviado, se fueron  los dos hombres problemáticos  y pasó a vivir uno sólo y viejo.

Fué increíble, con sus manos anchas de dedos gordos, poco a poco, esa ruína se fué transformando. Revoque, persianas en su sitio, lija, pintura. La voluntad de un hombre, hecho a la fragua, hizo el milagro.

Todos felices, ahora había una casa que no desentonaba con las demás. Cuando la labor fué casi terminada, el dueño de la casa comenzó  a decaer. Ahí fué cuando Gladys, con la connivencia de sus hermanos e hijos,  empezó a maquinar para casar a Antonio, con una vecina. Había un inconveniente. Élida no tenía ningún interés en casarse, y menos con un hombre mayor, y con la salud bastante precaria.

Élida tendría alrededor de cincuenta y pocos  años. Cuando la conocí, era bastante linda, pero después empezó a engordar y a teñirse de rubia.  Pero eso no tenía ninguna importancia, porque Antonio, nunca iba a mirar a Élida. De todo lo imaginable,  estaba salvada.

Gladys hizo un trabajo increíble, convenció a Élida que si se casaba con Antonio, tendría la jubilación, y la casa, dejaba de pagar alquiler.

La agarró justito, cuando la esperanza de un  romance es lejana, es decir casi un imposible. Le hablaron tanto, hermanos y sobrinos, que llegaron hasta barrer  el último prurito. Había que decir que Antonio y Élida tenían una relación de hecho desde hacía varios años.

Consiguieron unos vecinos que se prestaron para eso. Dijeron que Élida viajaba a Durazno, y se quedaba ahí, porque era la amante de Antonio. El chisme corrió por las calles empedradas, opinaron tantos. » Mirá la Élida, tan pacata que parecía, y tenía un amante de la edad del padre. ! » Seguro que siempre la mantuvo » » Pensar que decía que se arreglaba con la jubilación » » Tarde o temprano todo se sabe, la mentira tiene patas cortas.»

Si Élida dudó, todo lo dicho por los demás la empujó, y saltó al vació. » Se casaba »

Se hicieron los trámites y Antonio firmó, como pudo sin saber que se apuntaba para casarse. Si llevaban al novio al Juzgado era más fácil, más rápido, habría menos preguntas. Y así se hizo. Se casaban en ese momento en los Juzgados de Paz. Así que les tocó uno que funcionaba en una casa vieja, donde al fondo de un corredor se encontraba el despacho del Juez. Me detengo aquí, para poder describirlo. El piso era de baldosas, pero para darle categoría a esa pieza grande y tapar las diferentes estilos en un mismo piso , el Juez trajo una alfombra que lo cubrió totalmente, tanto que una de las puertas quedó inutilizada, porque subía sobre el zócalo. Un escritorio y una silla  tallados, y como corolario, cortinas bordeau  con bandeau y una estatua de un caballo de tamaño mediano sobre un pedestal de madera. Evidentemente el magistrado quiso darle categoría, al despacho, exhumando  de su propia casa las antiguallas inubicables.. Creo que algo logró. Era como entrar por un túnel al pasado de una fantasmagórico  remate. Muchos se casaron asustados. Bueno todavía lo hacen sin esa barroca  decoración.

Los novios fueron los protagonistas como corresponde. Élida en pleno invierno, tan abrigada,  parecía el doble de lo que era y el triple del futuro marido. Para tener algo diferente a los demás se puso un broche sujetando una parte de sus rulos, formado por  unos azahares y unas piedritas azuladas. Ahí me dí cuenta que cualquiera sea   la edad , y las circunstancias por adversas que se tengan  , nunca se pierde ese candor, del tul, del azahar, del azul, y tal vez tenía algo prestado. Eso nunca lo supe.

Antonio tenía un traje, camisa , corbata , y un sombrerito para protegerse del frío, que tapaba su hermoso cabello. Describirlo vestido, te diría que era un gran envase, para un contenido pequeño. El saco caía de las mangas tanto que tapaba parte de las manos, y el cuello de la camisa daba vueltas jugando alrededor del cuello, al no me atrapás y la corbata al ahorcado.  Como evidentemente no resistía el peso de un sobretodo, le pusieron una gran bufanda.

Sus hermanos lo sostuvieron agarrándolo cariñosamente para tenerlo de pie, lo que no impidió que se sacara el sombrero, y se lo pusiera al caballo. Nadie osó, sacar el sombrero, de tan ilustre testa ,  temieron alguna reacción. Para mí, Antonio  le hizo un homenaje a su familia,  abrigó al caballo.

Cuando dieron el sí, Élida lo dijo clarito, pero el sí de Antonio  no sé quien fué que lo  dijo  y nadie lo averiguó por cierto.

Con seis meses de casados, más los antecedentes, si Antonio  se iba a pasear por las nubes, lo podía hacer libremente. Dejaba todo en regla.

Tanto le dió Élida de comer, que parte de su tratamiento de engorde, resultó benficioso para Antonio. Empezó a repuntar en cuesta arriba, pasito a pasito iba mejorando. Los hermanos encantados.

Sí  » Seis meses con una mujer de cierta edad «, puede ser una novela , y una experiencia interesante, cuatro o mejor seis meses o un año para redondear , con un hombre treinta años mayor , desconocido, herrero de profesión y que siempre vivió en un pueblo puede ser una novela, entre una realidad decadente, sainete, farsa, a lo más trágico. » el que estoy haciendo yo acá «.

Mejoró fisicamente, pero la mente se le fué en alguna voluta de alguna reja, en alguna campana , en la lanza de un portón. Desconocía la casa que había comprado, y tenía razón, no era suya.

No se quería bañar, no admitía el cambio de ropa, miraba permanentemente por las ventanas a la calle, y creía Élida, que lo único que veía como suyo eran los árboles. Por eso los orinaba cuando salía. Hasta que lo dejaron adentro, sin recreo.  Le hablaba a los gritos, a los que pasaban por la calle, cría ver amigos donde había caminantes, y a Élida  nunca la vió, solamente ella  fué el candado de la puerta, la traba para no salir.

Y redondeando esta historia  la que se fué …y dejó el portón abierto, sin importarle nada fué Élida, ya le correspondía algo de la casa y parte de la pensión. Pero viendo a los dos después de ésta aventura , que fué algo  parecido a una guerra , pero sin bajas, las edades se fueron acercando, fué como una elipse con dos centros, con dos focos,   fueron descendiendo, al ras del piso  y sinceramente no sé quien de los dos  estaba más .

           » In extremis «

De la vida real.