Las casas separadas de la calle por los amplios jardines, las rejas y portones limitantes de la vista ajena, hicieron que fuera la bandera del barrio la privacidad.
La vegetación formada por variedades increíbles a un paso tuyo, y cerca de los comunes plátanos, álamos, eucaliptus, jacarandá, los aromas de las plantas trepadoras, los jazmines, madreselvas, rosas, la dama de la noche. Especies olvidadas que luego se hicieron moda existían y existen aún, entre los faroles con opalinas, y las campanas que llamaban a sus dueños. Los vigilantes cipreses, los pinos, las raices de los árboles pidiendo paso, las hiedras.
Las casas, algunas mansiones olvidadas, otras cuidadas con el esmero de saberlas únicas, los nichos y sus vírgenes, las puertas altas, esculturadas, vidriadas, los buzones, los chapones, los llamadores de bronce de mano, y formando una unidad de tiempo indefinido, casas modernas, amplios ventanales, vitreaux de colores, balcones de hierro y los muros.
Me detengo en los muros. Cuentan historias olvidadas. La mezcla de ladrillo y piedra, el revoque descascarado, la pintura que fué lavada en muchas tormentas, refugio de plantas , con flores o sin ellas, de caprichozas tunas, soporte de raices, de la invasiva hiedra, de ventanas abiertas por las manos de vándalos, sostén de luces, de cables de hierro,soporte de farolas y de puertas, , pequeñas moradas de insectos, depósito de agua de pájaros, zócalos de piedra, apoyo de rejas, sustentáculo de idiologías.
Muros silenciosos, castigados, como vidas sufridas, de opulencias gastadas en pegotines, promoviendo futuros venturosos, inclinados, combados, soportando pesos indebidos como ancianos abatidos.
Terminados en rejas como lanzas, como picas, con concertinas, con hilos eléctricos, con vidrios mezcados con portland. Muros…que separaban jardines, con torretas, portones anchos de forja calada, para grandes carruajes, muros delimitantes de la calle. Protegen y se creen guardianes de una pretendida seguridad.
Ahora los muros son tuyos ya que me lees, son del joven que escribe, ensucia, o hace muñequitos amorfos, son del que anuncia un producto, del político y su campaña, del que embadurna con cualquier mezcla sus paredes, del dueño de la casa, del pintor de letras, del que apuntala con maderas su caída.
Se desgranan, se hacen arena con el viento, humedad a la sombra, polvo en primavera, reservorio de amores clandestinos a la noche, pizarrón de arcilla a la mañana.
Mi voz , es la voz de muchos que miran, es el asombro de la quietud de una ciudad, que no auxilia, porque ellos gritan sin sonido, nos miran con extrañeza mientras con cadencia de música de bocinas, de escape de autos, motos, camiones, omnibus, y de andares peregrinos, se agrieta se pierda o se transforma.
El último muro, como el último café, ése de la sobremesa, el de ésta conversación , ése sin guarida alguna, ni árbol de refugio, tiene una perforación que escindió las piedras grises y rosadas de granito, pero no a semillado flor alguna porque tiene un clavo grande, de cabeza plana , entrado a fuerza de taladro y golpeado a marrón, sujeto por un cable grueso, que lo ahorca, lo avasalla, lo lastima, son como esposas ese alambre de púas, retorcido en espinos, trenzado en vueltas, que lo empuja, lo ahoga hacia una raíz inexistente, lo acorrala en la piedra, no le permiten salir, le indica sus límites.
Los muros son , como la vida misma.
Stella me parece precioso lo que has escrito, y sinceramente me he acabado identificando y sintiendo el mismo dolor que ese muro taladrado.
Los muros están ahí padeciendo la insensibilidad de la gente que los maltrata o separando, sin querer, a gente que llora detrás de ellos.
Un fuerte abrazo.
Salí a buscar un muro que dijera algo de lo que había escrito, y encontré donde menos pensaba el de la última foto.
Sinceramente me impactó, ese sin sentido del clavo ahí, entre las piedras.
Gracias. Un abrazo.
Hasta pronto.
Muy buen texto que me hecho pensar en las estupendas fotos que colgaste. El paso del tiempo a veces deteriora y a veces grita un pasado glorioso. Lástima que no sepas escucharlo y preservarlo.
Salut
La ignorancia de no saber apreciar lo que tenemos. En ésta ciudad no se cuida absolutamente nada.Estan demoliendo o dejando demoler algunas edificaciones únicas.
Gracias Carme
Un abrazo.
hasta pronto.
Me has hecho recordar que relatos como este me han dejado enganchada con la literatura, cuanta belleza, Stella, vi los momentos que quedaron entre los muros, guardianes de la intimidad…
Me gusta mucho la foto del medio, el muro desde donde nace el verde de una planta, un poco de vida que se anima…
Precioso.
Un abrazo.
A mí me agrada mucho la foto del que hice calendario.
Gracias por tus palabras, los jóvenes saben alentar con una frescura que me encanta.
Un abrazo.
Hasta pronto.
Muy lindo relato 😀 siempre alegra el alma leer tus escritos..
Siempre estás ahí.!!
Aunque no escribas yo sé que estás ahí.
Un abrazo
Hasta pronto.
Dignifican tus letras un pasado que no hemos querido preservar. A diario lo insultamos, o lo peor lo crucificamos con clavos y grafitis. Excelente tus descricciones y tu prosa que se eleva hasta una poesía, tal vez de la ignominia o bien cerca del olvido que bien rescatas del silencio. Un beso Bella stella Rub
Mi amigo Rub.
Da pena ver como la ciudad deja en el olvido tantas cosas.
Si algo pude rescatar del silencio cómplice, me doy por conforme.
Tú sabes mejor que nadie, que si no se dice algo cuando el enfermo está grave, cuando muera, que no se llamen al asombro.
Como la vida misma.
Gracias. Un abrazo.
Hasta pronto.
querida Stella, como la vida misma,tu lo has dicho,no reflejamos en tus hermosas palabras,abrazo Yolanda
Gracias por tu tiempo. Por entrar a ésta página, por dejar de leer tantos libros que tienes en espera.
El último muro, el del clavo, el del lazo, ése de la foto, me indigna porque ése cable grueso, no tiene destino, no sujeta nada. Sólo ahoga al ser pensante.
Un abrazo.
Hasta pronto.