Usos y costumbres
Cuento breve.•
La túnica blanca, con apresto. Cerrada en la espalda, con cuello redondo con picot. La moña grande azul, medias blancas trescuartos y zapatos acordonados negros. La cartera de cuero, con dos divisiones, formando bolsillos pequeños. Trabas de metal, pequeñas hebillas. Dos cuadernos forrados en papel de embalaje azul, con sus respectivas etiquetas blancas pespuntadas. Hojas tabaré, lápices Faber, goma de pan, sacapunta de metal, tijerita pequeña con las puntas redondeadas.
Así estaba vestida para empezar la escuela pública, con un magro equipo. Tenía seis esmirriados años.
No existían las jardineras, los niños iban con los conocimientos que aportaba cada hogar. La mano no tenía la motricidad fina que exige el lápiz.
Yo quería tener una alcancía que había visto en una librería cerca de mi casa. No solamente la ambicionaba, soñaba con ella. Era chata de madera, pequeña, barnizada, tenía en su tapa coliza unas flores pintadas. No era eso solamente, la tapa se podía sacar y servía de regla. Entraban solamente dos lápices, la goma y el sacapunta de metal.
No sé quien hizo las cuentas. !! Me la compraron unos días antes de empezar las clases. Decir lo que la miré, la acaricié, las veces que puse y saqué los lápices y la goma, lo que quise y no pude que entrara la tijerita. Hay imposibles en la primera infancia, fundamentales para la maduración posterior. No siempre querer es poder.
Mi madre ató con un conito de cartón las puntas de la tijerita, y la colocó en uno de los bolsillitos de la cartera. En el otro tenía unas galletitas María para el recreo.
El temor era muy grande, la primera vez, que iba a estar sola con niños que no había visto nunca, con una maestra…
Decir lo que fué aquel patio inmenso, con tantos niños, maestras, y padres. Nunca había visto algo más grande, el sol del medio día pegaba en la claraboya, y se reflejaba en los corredores superiores de vidrio e hierro, nunca había visto tantas banderas juntas, tantas columnas , ni pedestales con esculturas de maestros, literatos, científicos, yo no tenía idea de quienes eran y porqué estaban ahí, ni había escuchado una campana más fuerte, ni sentido tanto miedo.
Nunca estuve más sóla estando acompañada! Tan abandonada ! Tragué las lágrimas, la cartera pesaba en la mano izquierda, la otra pesaba en el adiós.
Nunca había visto una cola formada por niños, guardando distancia estirando los brazos, la cara mirando al frente, la espalda recta y apoyando las manos en el hombro del que iba adelante. En fila, por órden de altura, nos fueron cambiando de lugar como fichas de TA TE TÍ y el más alto al fondo, el último.. Suerte para tí.! Si eso para el primer día no es penitencia debe ser algo parecido.
Comenzó la primera clase, una aventura difícil de digerir para muchos niños .
Mi abuela, mi querida Mamágrande me decía lo lindo que era ir a la escuela, lo feliz que sería en ella, me hablaba de la maestra como si fuera el hada de los cuentos que tanto me gustaban Mi abuela fué maestra Vareliana, conocía de las reformas efectuadas, pero apesar de todos los cambios, faltaba mucha sicología para llegar a comprender a los niños.
Habían pasado cuatro generaciones, y se seguía sin entender lo perdidos que estábamos en esos bancos de madera de a dos, con el pupitre inclinado, donde se habían marcado, a punta de compás , o de navajita, números, nombres, fechas, dibujos, o simplementes hoyos profundos. El sol se colaba sin permiso entre las entornadas persianas, y la luz hacía muñequitos sobre los pupitres. Un agujero de cada lado decía que más adelante, cuando supiéramos escribir pasaríamos a usar los tinteros de vidrio por el momento inexistentes, por él se iban las luces y la sombras
Pupitres semejantes de la escuela de graduados.
La maestra dijo su nombre, y pidió que cada uno dijera el suyo para conocernos. Hubo compañeros que ni siquieran podían pronunciarlo..
Luego mandó poner un cuaderno sobre el pupitre, repartió una hoja en blanco para cada niño. La hoja hubo que colocarla sobre el cuaderno. Antes explicó cómo se tenía que pedir para ir a la licencia !y para no dejar dudas en la cara de nadie, dijo que licencia era pedir permiso para ir al baño.!! Se levantaba el brazo y se movía la mano, nada de agitarla y se decía » Señorita me permite ir a la licencia ? » Aunque aclaró que lo mejor era ir en el recreo, para no molestar a nadie.
Fué hasta el el gran pizarrón que ocupaba media pared y empezó a hacer a pura tiza , unas líneas verticales cortas y dijo que se llamaban palotes. Pidió que sacáramos un lápiz, y que hiciéramos palotes, muchos palotes…toda la hoja de palotes.
Coloqué la cartera en una tablita que se sacaba del costado del pupitre. Todo indicado por la maestra. Retiré mi alcancía, la coloqué sobre el pupitre, la acaricié antes de sacarle la tapa, y tomé mi lápiz, fué cuando miré a mi compañera de banco. Estaba haciendo lo mismo que yo, solamente…. que tenía una alcancía de madera de dos pisos…Dos pisos.!!.y me hizo ver que en uno de ellos se podía guardar la tijerita, y algún lápiz de color.
Muchos años después me encontré con mi compañera de banco, y en lugar de hablar de la familia , profesión o del trabajo como se hace habitualmente, nos pasamos conversando de las primeras desiluciones , contratiempos, ambiciones, desencuentros, angustias y egoismos de la infancia.
Fueron recuerdos confeccionados con palotes…
El mío fué que la alcancía de ella era de madera pero más grande, dos pisos !!
Y el de ella, que alcancías de madera había muchas, que la suya no era exclusiva, las había más baratas, de un sólo piso.
Detalle de la puerta doble de la entrada.
Muchos años después conocí tantas licencias, sindicales, médicas, profesionales, políticas, viajeras, constructivas, etc y me detengo en ésta licencia literaria, porque agregué a los recuerdos, que muchas veces son traicionados por la memoria que no es completamente fiel a lo redactado unas palabras.
» Somos los niños de hoy, los hijos tiernos
que aún bajo el palio paternal caminan;
y somos los ciudadanos de mañana
que en la escuela nos formamos a la vida.»
Anónimo.
• Las fotos son actuales, fuí expresamente a sacarlas hasta mi escuela República Argentina, excepto la de los pupitres, al no permitir la directora la entrada a los salones.