Un golpe de bocha

Usos y costumbres.

Una vivencia

 Experiencia que contribuye a formar la personalidad del sujeto.
El huevo tenía un color amarillento, que lo hacía parecer  real. Estaba confeccionado con hueso. Dedales de varias medidas, algunos con sus puntas perforadas, agujas , hilos mercerizados, tijeritas, elásticos de colores, lanas. Lugares de alfileres, y broches de presión. Entre ellos sobresalía una pieza de plata pequeña, de mango trabajado, con una pequeña vara terminada  en una bocha que se angostaba en la unión.. Nunca supe su nombre.Me comentaron que pertenecía a un equipo de costura
Un cajón no muy ancho pero sí profundo, ahí se guardaban las medias para zurcir, las bombachas para cambiar el elástico, los botones de repuesto . Había también un huevo de madera, que tenía tantos agujeritos, que muchas veces le ponía alfileres, hasta que parecía un erizo.Costurero de piezas chicas.
Lo que me fascinaba eran las medias.
Se intruducía el pesado  huevo dentro de la media , se hacía un pesquiza a lo Sherlock Holmes, hasta encontrar el maldito agujero,  se buscaba el color del hilo o de la lana  si no lo habías elegido previamente, y de derecha a izquieda de arriba a abajo, formando trama, apoyándose en el dedal, impulsando la aguja. La aguja siempre entrando por debajo, nunca cerca  del borde, porque sino el agujero te quedaba  de boca abierta.
El remate, el corte y después esa pieza de plata y a darle golpecitos  con la bocha a la media, sobre el huevo.  La trama quedaba casi del mismo espesor  del resto de la prenda.
Una media, otra, el par. Se juntaban las puntas se doblaban y se hacían nido con los extremos. Prontas y al canasto.
Viendo el despliegue de medias y colores, parecía ser una familia de ciempiés.
Lo que sucedía es que en esa época no se podía, no se debía, tirar nada. No se heredaban las medias, pero si el concepto, de usar la ropa hasta su último suspiro, el tuyo y lo que llevabas puesto.
Agradezco a mi abuela lo enseñado, sin palabras, en ese gesto de cabeza inclinada, de lentes, de manos rápidas, de silencios.
Siempre pienso en esa  pieza   sin nombre propio, y en darle una función actual; Dar golpecitos a los nudos para evitar la trabazón ,  para que tenga  la urdimbre la  misma contextura,   para que el grosor de las diferencias sean  menores,  para poder caminar libremente   sin mirar los talones..
Para que no se note el zurcido  mío y el de los otros…