Todo en bandeja

Usos y costumbres.

Un gran salto atrás. año 1920.

Le impresionó a la jóven  el día que llegó, el frío y el viento, con la que la recibió el puerto de la ciudad,.

Le había ayudado a pagar el viaje en barco desde su  ciudad natal en Recife,   el  tío Modesto,  que estaba establecido, como ayudante de sastre y además  le había conseguido una recomendación como mucama en una casa del barrio.

El tío dormía en una pieza que había en  la misma sastrería, así que pidió a su patrón si podía tener a su sobrína un día mientras descansaba del viaje, y además él quería que conociera algo la ciudad. El permiso le fué concedido.

Lo que calló Modesto es que María Concepción, desde que desembarcó se la pasó llorando.Despedirse de su madre fué lo peor,  y al ver la ciudad entre la niebla, tan gris y frío todo,  le trajo una tristeza, que no la conformaba con nada.

– Vas a ver que te hacés a la ciudad, es tranquila y la casa en la que vas a trabajar es de  buena gente. No son muchos , el matrimonio Antunez, y tres hijos. Dos mujeres y un varón. No llores, pensá que vas a estar mejor que en casa.

Para de llorar mujer.!

Ahí María Concepción, dejó de llorar porque vió que su tío se enojaba porque él había hecho un sacrificio muy grande para pagar el pasaje. Ella tenía sangre brasileña por parte de madre, y su padre el hermano de Modesto era un español, que en cuanto se trasladó  de Brasil al Uruguay para trabajar con el hermano lo agarró una gripe que lo llevó al cielo. María Concepción vivía  bien en el norte de Brasil, con su madre, donde el calor funde las piedras.  Entendía mejor el portugués que  era su idioma materno, pero también comprendía el español.

El resto del día lo pasó durmiendo. Casi no conoció la ciudad un poquito el barrio y donde se encontraba la casa en la que iba a trabajar.

Ubicada en la ciudad vieja, era una casa de altos y en los bajos había un estudio donde ejercía el señor Antunez. Se veían desde la calle los balcones de hierro forjado, las altas celocías, y  los bajos formados por un zócalo de granito, y  la  gran puerta doble de madera y hierro, desde donde partía la escalera de mármol.

El tío al ver la cara de desilución, antes de que dijera nada le aclaró

– Hace frío. No hay jardín por cierto, no hay plantas, no vas a tener que limpiar la escalera, porque tienen una chica que lo hace, y no vas a tener que cocinar porque hay cocinera. Así que si tienes pajaritos, ponelos en la jaula, y sentí bien lo que te dice la señora. Ella habla pausado, la vas a entender, pero hacé lo que te manden.

El primer día llegó, fué como la entrada a un nuevo mundo.  La recibió la chica que decía su tío, y lo que dijo sólo lo entendió Modesto. Cuando llegaron al gran patio donde terminaba la escalera, vió con asombro la gran luminaria en el techo que daba color y luz .Del patio salían varias puerta y un ancho corredor.

Apareció la dueña de casa, una señora grande pesada, vestida de negro y sobre todo sonriente. Modesto habló unas palabras con ella y se marchó apurado tenía que abrir la sastrería.

Quedó la señora Antúnez, la chica y María Concepción.

La señora le preguntó tomándole las manos.

Cuanto años tenía. La pregunta la hizo despacio, como para que fuera comprendiendo lo que le estaba diciendo.

– Me llamo María Concepción y tengo 23 años.

– Bienvenida a nuestra casa. Quiero que se sienta a gusto. No sabía que era usted, tan delgadita y la hacía algo mayor…y la señora siguío hablando  hasta que María concepción prestó más atención cuando sintió…..

– Pero quiero decirle que va a tener que  cambiar su nombre. No tiene usted un sobrenombre ? Yo le había hablado  de ésto al señor Modesto.  María se llama mi hija y Concepción se llama la cocinera, así que usted  elige otro nombre, fácil y cuando le llame sabe que es a usted  a quien estoy llamando. Me comprendió ?

Viendo la cara de la jóven la señora lo repitió dos veces, bien despacio. Luego dijo. Alma lleva a la jóven a que vea su cuarto y dile a Concepción que le enseñe sus labores.

Se marchó la señora , entró en una de las piezas y la jóven se quedó mirando ésas puertas altas que conducirían a un mundo desconocido, y desde ése momento su casa.

La cocinera era afable, de buen ver, y muy conversadora. Le mostró el cuarto que compartiría con ella y empezó a enumerarle sus labores. Era según le dijo , mucama de adentro. De adentro de donde ? Éso era hacer los cuartos, poner la mesa y servirla. La lista era extensa pero María Concepción, la mitad no la retuvo. Estaba demasiado nerviosa, y la cocinera podría haber hablado más despacio.

Alma era apenas una adolescente, que llevaba sus tareas bien aprendidas. Concepción le dijo que vino casi una niña de un departamento donde el señor tenía conocidos, y que siempre habló mal y que por eso y porque querían alguién educado nunca la pusieron de mucama. Alma iba al colegio, aunque había repetido varios cursos, los señores querían que terminara la escuela.

María Concepción, por varios días siguió a la cocinera, que le explicó tantas cosas, de cómo le gustaba a cada uno que hiciera sus cuartos, de cómo era que dejaban las señoritas su habitación, del jóven que trabajaba casi todo el día y lo ordenado que era. Las exigencias del señor Antúnez y su reconocida generosidad.

Todo iba bien, pero tenía que elegir un nombre. Porque su tío no le dijo que tenía que elegir otro nombre ? Además él tenía  que achicar  el uniforme azúl.  Ella se había criado entre colores, y ese azul oscuro, con el cuello y los puños blancos lo veía casi religioso.

Además. !-  La señora le dijo un nombre fácil!, empezaron a desfilar por su cabeza, nombres de gente del pueblo, no ése no, ése puede ser, el de la abuela, no si nunca me gustó, el de una santa, si miraba en el almanaque seguro que encontraba alguno. Santa y vestida de azul…casi monja…No éso sería un desperdicio!

Fué la cocinera la que le dió la solución.

–  Mira si le dices a la señora que para no perder tus dos nombres a los que quieres mucho, pones las primeras letras de María y las primeras de Concepción y ya está. Maco..Ahí tienes un nombre corto, fácil de decir, y es el tuyo, el que te puso tú mamá…Aprovechá ahora que la señora está tranquila, porque no tiene que atender a las señoritas que se fueron a Buenos Aires, y el señorito sale temprano a trabajar…

Maco ésa noche, con un uniforme  más grande que ella, con los puños doblados dos veces,  sujetado todo por un delantal blanco con puntillas, que casi le llegaba a las rodillas , se aprontó a retirar la mesa. Primero fué la sopera, los platos,  después la fuente, y después las copas…y después…cuando todo estuvo terminado, la señora la llamó a solas y le dijo.

– Maco, por ser la primera vez, no la estoy reprimiendo pero veo que no miró a Concepción, cuando puso la mesa. No quiero que retire nada si nos es en bandeja…

– Perdón  señora, no sabía…en bandeja…

–  En ésta casa, se retira todo en bandeja..y lentamente lo volvió a repetir.

Al otro día sonó la campañilla del timbre y la señora le pidió.

– Maco atienda la puerta, Alma está en la escuela,  por la hora es el carnicero.

Maco recibió el paquete y mientras subía pensaba, pero en ésta casa compran media vaca, pero igual llegó hasta terminarla.

Estaba la señora esperándola y fué cuando le dijo.

– Hagáme el favor llévela a la cocina y dígale a Concepción que la carne la quiero limpia como siempre.

Marchó Maco, hasta la cocina y al no ver a Concepción, para ayudarla, metió la carne en el piletón de gres, y ahí empezó a enjabonar a la vaca.

Estaba en éso cuando apareció Concepción y horrorizada..exclamó

– Qué haces Maco ?

-La señora me dijo que la carne la quería limpia, y la estoy lavando. Lo hice para ayudarte.

Al final terminaron riendo juntas y tratando de sacarle con agua el jabón de piso que tenía , y secándola.  Le explicó  que lo que la señora había querido decirle era que tenía que desgrasar la carne.

– Ves se hace así, y el cuchillo quitaba la grasa blanca y  el gusto que pudiera tener a legía.

A la mañana siguiente, le tocaba por primera vez los cuartos. Mucho trabajo no había,  las dos señoritas no habían regresado de su viaje,  así que sería quitar el polvo y poca cosa más. Qué lindos cuartos que tenían. Esas cortinas hermosas, con un voladito al terminar, y desde las ventanas se podía ver la calle, la gente que pasaba.El tranvía amarillo, y su alegre campanilla.  La libertad de poder salir. Miró todo, olfateó el resto y se dirigió al cuarto del señorito.

Era lindo el señorito!! Muy alto y un poquito gordito, pero tenía unos cachetes colorados, saludables, y él se interesó por su nombre. Cuando se lo dijo él le preguntó.

– Sabe lo que significa su nombre? pero ella no le entendió y él respondió no importa a mí me gusta fumar..

Y ahí quedo todo. Ahora estaba en el cuarto de él,que olía a tabaco,  iba a hacer su cama, con esas sábanas  finas de hilo, tan bordadas,y  la almohada de plumas, guardar en el ropero el traje que estaba cuidadosamente colocado sobre la silla, y la corbata.   Así lo hizo.

Empezó a llevar para un costado lo que iba para la lavandera,la camiseta,  la camisa, las medias, el canzoncillo de felpa,  tan largo, tan abrigado…fué ahí que recordó como un pantallazo las instrucciones..

Fué cuando la señora Antunez vió, a la mucama de nombre corto, bajita y flaca, con el uniforme arrastrando casi hasta   los talones, con ese inmenso delantal, haciendo pininos agarrando por las dos asas   una bandeja grande  de platina en la que había colocado, las medias, el canzoncillo, la camiseta, y  la camisa , pero lo que sobresalía era la bacinilla desbordante, de los pichís del señorito.

Maco, dijo con asombro la señora Antunez !

y Macu respondió.

– La entendí señora…todo en bandeja.