Las Pequeñas…

Sobre casas abandonadas. 4

Los dos herederos.

Cuando en octubre de 1954,  murió el señor José Iribarrén, el notario y la señora que hacía treinta años que lo acompañaba, supieron que hacer.

Ella se iba a  trasladar  a una pequeña casa que le había comprado el señor Iribarrén y el apoderado abrió la sucesión.

El fallecido era un vasco francés, que había formado un buen  capital, y que en determinado momento lo agrandó al casarse con una linda señorita, hija de un conocido emigante como él.

Cuando fallecíó su esposa, entró a trabajar en la casa  Asunción. Siempre tuvieron una relación de respeto, y estima. Nada más. Poco conocía  Asunción de la vida de su solitario y viejo  patrón, y menos le interesaba. Sabía eso sí, porque se lo dijo en los últimos años, de la casita que le había comprado a ella  y de una caja de ahorros que le abrió a su nombre, así que con la jubilación y ese dinero podría pasar  confortablemente mientras viviera.

El señor Irigaray, era un escribano mayor casi a punto de jubilarse, amiguísimo de Iribarren y apreciado por Asunción. Era de las pocas personas que visitaban la casa y saboreaba las ricas rosquillas dulces de la cocinera.

La casa era grande, siempre lo fué, pero cuando se construyó, la pareja pensó que se llenaría de hijos, cosa que no ocurrió. Hubieran sido unos niños hermosos, porque Iribarren y su esposa eran unos rubios altos,  de grandes  ojos azules, que llamaban la atención cuando salían a pasear.

Cuando Irigaray, tuvo todos los papeles, llamó a los dos herederos de Iribarrén. Pensaba Irigaray en algún problema para encontrarlos pero no ocurrió así. Uno era un conocido profesional argentino, y el otro un productor rural uruguayo oriundo  de Tacuarembó.

Cuando se encontraron todos en la casa del fallecido Iribarrén, el escribano vió que las cosas iban a ser más sencillas de lo que pensaba.

Ernesto…T…se presentó impecablemente vestido, impaciente, nervioso por terminar el trámite y volver a sus asuntos en su país.

Arturo..J…, de campera, bombachas y botas, era el opuesto..tenía esa trancadera y parsimonia que muchas veces da el campo.

Cuando se enteraron de que los habían mandado llamar por un dinero que había para los dos y al saber la cantidad, fué  mayúsculo el asombro.

La relación con Iribarrén era la siguiente, Ernesto T, el argentino era hijo de una prima de Iribarrén, y Arturo J..era hijo de una prima de la señora de Iribarrén.

Ninguno de los dos conocía al vasco, ni lo habían visitado, ni escrito. Era más las madres de los dos, nunca se lo mencionaron como un pariente cercano.

Ernesto, como hombre rico que era, como que se negaba a recibir el dinero alegando.

– Si mi madre viviera le preguntaría, es más si hubiera sido ella la benficiaria..tal vez..Mientras, se pasaba dos dedos por dentro del cuello de la camisa como si algo le estuviera molestando.

-Arturo J..replicó, si mi madre viviera, o la señora del vasco..le preguntaría…pero yo sé que mi madre vino a pasar una vacaciones a Montevideo y paró aquí, y creo que fué muy feliz, en compañía de su prima.  Decía ésto, mientras, se acomodaba el ancho cinto, que dejaba su amplia barriga por arriba del mismo.

– El escribano, le dijo en forma conciliadora,mientras se calzaba los lentes, que a medida que hablaba se le iban resbalando por el caballete de la nariz.

– Pueden o no aceptar el dinero…es cosa de ustedes..Es una cantidad importante, y además hay que agregarle la casa que es para los dos.

– La casa ?

La cara de asombro de los hombres lo dijo todo!

Fué cuando Asunción empezó a abrir un poco los postigones de las ventanas. Asunción entendía que la luz ayudaba de muchas maneras, ventilaba las habitaciones, expulsando  el olor a humedad, daba otra apariencia a los gastados muebles, ella entendía que con luz entraba el buen mirar.

La gran habitación, dejó ver la gran araña que pendía del techo, donde se lucían los ornamentos de yeso, y contrarrestaba con la pared empapelada,  un sillón de madera oscura, un baúl de viajero, un cofre de plata, y el escritorio, grande inmenso donde se amontonaban libros, papeles, cartas, una lámpara de opalina, y el gran sillón tallado,  sillas, bibliotecas…un pequeño remate.

Cuando vieron bien la escena, no sé si incidió eso o que él paisano, medio impresionado dijo.

– A mí el dinero me viene muy bien, porque en cincuenta años que tengo..nunca pude comprar la bomba y ahora lo voy a poder hacer.Decía ésto mientras el taco de la bota se clavaba en el piso de anchos tablones.

– La bomba?…inquirió Irigaray, calzándose nuevamente los lentes.

– Cosa de locos …dijo el argentino, y se volvió a pasar los dedos por el cuello.

– La bomba para el agua…aclaró el entredicho.

– Irigaray iba agregando de a poco, las cosas como dando suspenso, o como viejo avezado, palpando la escena.

– Quiero agregar los muebles que también van, y el auto que está en el garage del fondo. Es un Cadillac, de hace mucho tiempo, que no sé si anda…pero

– Una subasta…auto parado..vaciar la casa…dijo Ernesto..

Fué cuando se detuvo la conversación,  porque los herederos se habían levantado y estaban mirando, una pared, que estaba tapizadas de fotos, todas enmarcadas, de diferentes estilos,  iban desde el daguerretipo, la sepia, el blanco y negro, hasta el color. Sobresalía en el medio una más grande, de una rubia que miraba al vacío, con marco calado.

– El vasco Irigaray era fotógrafo ? preguntó uno de ellos, y ésta es…la señora del vasco ?

–  Sí esa hermosa mujer era su adorada esposa…Una auténtica belleza.!  Que yo sepa no era aficionado a la fotografía.. Esa pared, él decía que era  la pared de los recuerdos…dijo el notario.

– El señor Iribarrén hablaba con las fotos, algunas las llamaba mis pequeñas...Dijo Asunción.

– Entonces se ve que hacía tiempo que no estaba bien, y por eso hizo un sorteo y salimos premiados, y nos lega, dinero y problemas… alguién que nunca nos vió!

Irigaray se dió cuenta que el ambiente se estaba poniendo denso, y empezó…

– Aquí no se obliga a nadie..Usted señor Ernesto puede dejar el dinero para el mantenimiento de la casa..

-El mantenimiento de la casa ?..Estimado colega, yo estoy muy lejos de acá,  ésta casa no tiene ningún recuerdo para mí,  así que sus palabras han decidido mi respuesta. Ya la mano había estirado el cuello a su máximo contorno. Bueno yo acepto el dinero, porque es lo más impersonal, que hay…y no me gusta discutir..

– Yo acepto el dinero, porque lo necesito para la bomba de agua…y la casa, y los muebles no sé, tendría que consultarlo con la patrona. Ahora el vientre descansaba sobre el cinturón.

– Mejor así…mucho mejor…nos vamos entendiendo.

Fué cuando los dos hombres maduros, los herederos, vieron las dos fotos juntas. Las sonrisas, de sus bocas jóvenes, sus ojos oscuros, sus melenas enruladas. Tenían en sus marcos de pasta a las madres, a las primas del vasco, a las pequeñas..

Retiraron las fotos, y  recibieron el cheque por el  dinero heredado.

Ernesto T, hizo una cesión de derechos a favor de Asunción, y se marchó con el cuadro debajo del brazo,  decidido a averiguar por la única tía que le quedaba, la relación de su madre con el vasco…

Arturo, aceptó el dinero, los muebles y la parte de la casa que le correspondía. Quedó en mandar a alguien para que cuidara la casa, y no se metieran intrusos en la misma, aunque nunca lo hizo.

Fué… porque al sacar la foto de su marco leyó la dedicatoria dedicada por  su madre al marido de su prima.!

Asunción, quedó anonadada, demasiado en tan poco tiempo…Ella no tenía dinero suficiente para mantener dicha casa…y todo dependía del que volvió a sus pagos..

El que quedó disgustado fué Irigaray..no había cumplido con la voluntad de su amigo..ya veía la casa en ruinas..y le reprochaba a doña  Asunción, porque abrió las ventanas y porque dijo eso de sus pequeñas.

Y la simple mujer le comentó…No dije nada, si hubiera hablado de los besos que les daba a los dos retratos, y lo que decía entre dientes…

– Qué le daba besos a los retratos…! Qué decía..que decía…?Los ojos grandes del notario se veían deformados, por los gruesos cristales.

– No puedo repetirlo señor Irigaray…no tengo confianza con usted… soy una mujer honesta..sabe..son palabras muy fuertes, y algunas dulces como las rosquillas que a usted tanto le gustan..

Fué cuando el notario sudando la gota gorda, sentía como le estaban pegando los latidos y repitió los mismos gestos de los dos herederos, se pasó los dedos por el cuello de la camisa, como si la misma le estuviera apretando , y se calzó el cinturón, que tenía  casi a la altura de  las caderas, porque sentía que los pantalones se le estaban cayendo…

14 pensamientos en “Las Pequeñas…

  1. Un relato real como la vida misma, lo que pueden significar algunas personas para las cuales van dirigidos los últimos pensamientos de aguién que abandona éste mundo.
    Tan bién escrito que mantiene el interés hasta el final.
    Un Abrazo 🙂 .

  2. Hola querida amiga, este tema de casas abandonadas, esi un buen rollo de tela , al que se le pueden cortar infinidad de veces. Se admira tu capacidad para recrear con minucia las razones del porque fueron abandonadas. Este cuento, tiene un final que no se esperaba, sorprende y uno lo termina deseando saber más. Gracias stella por compartir y que siga la serie… un beso Rub

  3. Me ha gustado Stella, como todo lo que escribes, porque cuando terminas de leerlo, te quedas con ganas de saber más, con la idea de que termina y no puede conocer el resto.
    Esta serie sobre casas abandonadas me recuerda que, cuando en épocas pasadas veía una casa abandonada se me ocurrían historias sobre el porqué de su abandono y me imaginaba la vida de sus habitantes.
    Estas historias verdaderas o imaginadas están magníficamente contadas.
    Un fuerte abrazo Stella.

    • Veré si se puede seguir, es decir si se hacer otra historia, relacionada con ésta.
      Hay tantas casas abandonadas por estos barrios…Tantas historias sin terminar.
      Un abrazo fuerte Mecedes.
      Hasta Pronto.

  4. Genial relato Stella…una historia tan real como la vida misma. Estas casas grandes de los antepasados que eran heredadas por familia lejana, lazos casi deshatados, donde nunca hubo roze pero que llegan de algún u otro modo a familia sin saber cómo ni por qué motivo. Luego vienen las disputas, los problemas …el no saber cómo reaccionar ante esta situación tan embarazosa.
    Me ha gustado esa parte donde relatas la pared de los cuadros, a los que el señor le llamaba «Las pequeñas» 🙂
    Un abrazo fuerte para tí….ahora sí, voy a ver tus presentaciones jejej
    Besitos!

    • Me alegra que te gustara.
      Las pequeñas del señor Iribarrén creo que tenían su pasado compartido.
      Veremos que parte le dejaron de herencia al notario.
      Un fuerte abrazo.Doradita.
      Hasta pronto.

  5. Me encanto tu cuento es excelente, y ademas debo decirte que la casa de la foto yo la conosco paso por su puerta de lunes a viernes para ir a estudiar a la facultad de derecho, y veo que vive alli un señor y que esta en realmente mal estado. A pesar de todo como siempre soñe con vivir allí siempre la he admirado y desde pequeño que esa casa esta en mal estado y aun se mantiene en pie esperándome, sera porque le tengo mucho aprecio a las cosas antiguas, y esa es la casa de mis sueños siempre paso por ella y la miro con una cierta esperanza desde el bus (el 147), espero algún día vivir en ella. Se que es extraño y loco, que buscando imágenes de casa antiguas la encuentre, lo tomare como una señal.

    • Me asombró que conozcas la casa cuya foto saqué y dió motivo al cuento.
      Eres de la zona, entonces te invito a que leas los otros relatos de casas abandonadas.
      Te deseo suerte y que algún día seas poseedor de la casa.
      Avísame cuando lo logres.
      Hasta pronto.

      • Muchas gracias, espero que pronto lo sea. Te avisare 🙂 He leeido muchos relatos y la verdad que son muy buenos, deberías hacer un libro de ellos. Hasta pronto 🙂

  6. Que te estoy agradecida no lo dudes. Detenerse a leer, sin conocer al autor, por el simple gusto que dan unas líneas en un Blog, para mí es un logro.
    Nunca pensé en un libro, no me lo imagino siquiera.
    Hasta pronto, hasta cuando gustes.

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