Sobre casas abandonadas. 6
El matrimonio era desparejo, como pan hecho de apuro, pero se aguantaron unidos hasta que el hijo tuvo seis años.
Él tenía un reparto de diarios, y cuando ella lo conoció llegaba justito a los quince años. La relación fué de acierto y error, y cuando quisieron acordar estaban casados. Ella era menor y él tenía que reparar el daño y darle el apellido al que estaba por llegar.
Después de nacer el niño, a ella le dió por arreglarse, pintarse, perfumarse.
Un tío de José, casi de su misma edad, que los visitaba seguido y que se había encariñado con la jóven le decía.
– Vos no te arreglás para tu marido, lo hacés de coqueta. Jugás a ser distinta a las demás.
– Sabés que sos el único que se dió cuenta, porque lo que es él, ni me mira. Se levanta a las cinco de la mañana, toma la leche y se va. Cuando regresa, siempre tiene hambre, juega un poco con el nene, y después de cenar, al ratito está dormido.
– Yo le voy a hablar, se olvidó que sos muy jóven, todos se olvidaron. Lo que sucede es que él fué criado así, sin madre y el padre siempre exigiéndole…Es éso…Pero vos portate bien.
– Si me podré portar bien, que si hubiera sabido lo que es estar casada, encerrada en la casa. Saliendo los domingos cuando está bueno al parque, y nada más. Él siempre mirando el dinero y haciéndome escándalo cuando llego a comprar algo. Sabés lo que es una cruz…éso es tu sobrino.
El tío la consolaba, él y su mujer se habían dado mucho con ésa jovencita linda y pequeña, que cuidaba con amor al niño, en cuanto tenían algo de dinero le hacían regalos, la mimaban.
Las cosas de la casa parecían que con el tiempo se fueron solucionando, o los que las veían de afuera así lo creían.
José, empezó a progresar, trabajó tanto que ya tenía dos kioscos, además del reparto. Compró una camioneta, y una moto para hacer rápida la zona. Hasta la casa, parecía mejorar, Cecilia, la Ceci, como le decían todos había logrado que a las dos piezas del frente, le arreglaran la humedad de los cimientos, y pintaditas, se veían presentables.
El tío le decía – Está mejor la cosa, yo veo que te lleva a pasear con el nene.
– Me lleva porque creo que él me ve como una de esas tapas de revista, nada más. Es buen padre, a Andrés no le falta nada.
– Y a vos tampoco, no seas quejona. No te falta nada.
Lo que sucedió fué que la Ceci, se había puesto hermosa, de esa adolescente flaquita a la mujer de hoy, no había seis años, parecía una eternidad. Era la maduración de una belleza.
Todos comentaban: Ceci, tan linda y al mismo tiempo tan buscona.
Cuando se marchó tenía 22 años, y se fué y dejó al marido y a su hijo a cargo de él, de la casa, de todo, porque no se llevó nada, ni la ropa. Nada.
Para los tíos fué una frustación. Nunca pensaron que dejara al niño. Porque siempre fué muy cariñosa con su hijo. Hicieron lo indecible, le preguntaron al marido si había peleado con ella, si no le quería dar más dinero, si sabía si tenía otro.
José decía – Yo no sé lo que le pasó por la cabeza…no sé. No creo que tenga otro..no es de esas.
Averiguaron con la familia que vivía en el interior y nada. No fué secuestro, porque Ceci le había escrito unas líneas a José.
» Cuidá de Andrés, que es el mejor regalo que recibiste en tu vida. »
Todos pensaron que se había ido con alguno, a pesar de lo que dijera el marido. Los tíos lloraron al ver a ése niño tan chico que recién empezaba la escuela, sólo con el padre. Y comenzaron aunque no tenían edad, a hacer de abuelos para el niño.
A Andrés, se le dijo que la mamá pronto regresaría, que había ido a hacer un viaje.
El viaje duró mucho, y al pasar el tiempo la imágen y la necesidad de ver a la madre, se hizo una dureza más, en un carácter independiente, y en una mente inteligente.
José se encerró en su trabajo, es más cuando su hijo cumplió veintiúm años le compro un apartamento y lo hizo ir a vivir solo. Andrés estudiaba y José ya era un hombre rico.
– Papá porqué no te mudás de ésta casa, no da para más. Huele a humedad por todos lados!
– Es una casa grande, yo necesito espacio. De aquí me sacan con los pies para adelante. Y ahí cortaba el diálogo.
Cuando ya Andrés era un profesional, una nochecita lo llamó uno de los distribuidores de su padre.
– Perdone que lo moleste Andrés, pero no puedo comunicarme con su padre. Fuí hasta su casa y no había nadie, y no contesta el teléfono.
Pasa algo ?
No sé, no he recibido el reparto de las revistas, y hablé con los otros kioscos, y me dicen que a él no lo vieron pero que llegaron los diarios normalmente. Temo que se haya olvidado o haya viajado. Usted hace mucho que no lo ve ?
Andrés se quedó pensando..hace como quince días, no me habló de ningún viaje. Yo ahora no puedo ir pero voy a pedirle a mi tío que vaya hasta la casa y hable con él. Yo luego lo llamo.
– Gracias, no se olvide las revistas tienen caducidad .
El viejo tío fué, no le contestaron y llamó a la policía sabiendo antes de entrar que había pasado algo grave.
– El comisario no le permitió pasar, y le dijo que llamara al hijo inmediatamente.
– Está muerto verdad ? preguntó el tío.
– Lamentablemente…Los dos están muertos y desde hace por lo menos dos días.
– Los dos ? y el anciano se apoyó en el árbol.
-Él y la mujer.
– La mujer ?
– Arriba de una mesita estaba la cartera de la mujer, y en la mesa de luz los documentos de su sobrino.
– A ellos los mataron ? Donde están los cuerpos ? Quién es la mujer ?
– Cálmese por favor siéntese aquí en el muro.
– Dígamelo por favor, antes de que llegue el hijo. Yo sabía que ningún hombre aguanta tanto tiempo solo. Yo lo sabía.! Y el anciano murmuraba en la congoja.
Fué cuando el comisario le alcanzó la cédula de la mujer, y ahí vió la cara de Ceci, linda como siempre, ya mayor , habían pasado treinta años desde que llegó a la vida de todos.. y ahí estaba la foto de su sobrino, cuando era más jóven..Treinta años..y estaban juntos, y se murieron juntos !
– Quién los mató , entraron para robarle.?
– Creo que nadie entró, que nadie los mató, me parece que se suicidaron, ahora hay que esperar al hijo y a la técnica.
– Usted conoce a la mujer ? preguntó el inspector.
– Era su mujer… No me explico. Se veían !
Llegó Andrés, y en un abrazo apretado se unió al anciano.
Qué pasó, tío que pasó.?
– Sentate a mi lado, sentate. Sabés que tu mamá se fué de viaje hace muchos años, cuando tú eras un niño, y ahora regresó para irse de nuevo, pero no quiso irse sola y se fué con tu padre, lejos.
Los ojos de Andrés miraban la escena como desde arriba de un palco.
El tío le estaba hablando como si fuera un niño, y toda ésa angustia de menguadas caricias en la infancia, lo hizo mirar casi sin ver al anciano, a la policía y entró, antes que la técnica, antes de que se lo pudieran impedir..
Y ahí en la cama vestidos estaban los dos, la cara de su padre pegada a ésa cara que él recordaba de niño, cara de porcelana, muñeca de ojos abiertos y boca entornada.
Y se agolparon sus vivencias de niño con un silencio en su boca, y con las palabras rondando su mente. ¨Como te he extrañado , cuantos viajes hice por tí, cuanto veces pedí en silencio que volvieras.»
La despedida a él le pareció que duró tanto, casi tanto como había vivido.
Salió agarrando al tío que parecía que se caía y decía..- Era una niña. Para el tío quedó en eso, en una tragedia del pasado.
Andrés nunca más volvió a ésa casa grande, húmeda y fría, cuando se enteró que la pareja hacía años que se encontraban, ahí o en la casa de ella.
La abandonó, la castigó, la suplantó por el error tremendo de sus padres, hasta sentía una satisfacción en ver o saber de su deterioro. Ésa fué su lasceración de huérfano, como fisuras que quedan en el alma..
No le importó que un viento volara las chapas del techo, y no la quería vender, lo que quería y lo logró fué verla destruída.
Y la casa está haciendo su último viaje, porque los revoques hablan, con las descascaradas paredes, con las rendijas, con las ventanas, con las puertas de maderas pútridas, con la galería abierta, con los techos inexistentes..
Las casas viajan..Ven los cielos, las nubes, las tormentas, el sol que no perdona nada, y viajan con los recuerdos que guardaron sus paredes, sus oxidadas vigas, y son como cometas sin hilos, como basura de nadie … Claro que viajan , hacen esos viajes sin retornos, llevándose consigo, sus historias.