Entró a la desierta Avenida sabiendo que lo iba a encontrar.
Ella presentía que lo vería. Sólo éso!
El viento barría las últimas hojas y las amontonaba contra los grandes portones, o las dejaba colgando como manos extendidas de las rejas, todo era oro en el pedigueño invierno..
El frío hacía círculos de vapor en los morados labios. Casi no se veía la cara hermosa, la ocupaba su gorro rojo contra su lacia y negra melena, y los aretes girando como péndulos.
Su interior bullía contra sus senos, en apretado morley, su juventud sostenía en alto su cuello, y se hacía más evidente en su holgado andar de botas, sonando ritmicamente en las acolchadas y cubiertas veredas.
Todo era gris infinito, infinito gris, presagio de lluvia nieve.
Lo vió a lo lejos. Parecía una pequeñas figura recortada, contra los troncos majestuosos de los plátanos. El sobretodo negro y su bufanda. La figura fué creciendo, al mismo ritmo de su palpitar.
Dos andares de mundos diferentes, de edades disímiles, se cruzaron sin tocarse, y sus miradas se hicieron trenza en las pestañas.
Cada uno siguió su rumbo.
El invierno y la primavera no se palpan, solamente como impuros vecinos de zona, como amantes arropados en dos estaciones.
La hipocresía, como hielo fingido en el ardor de la piel y el infinito gris, se desean, se acarician !
Relato de menos de 1000 carácteres.