Sobre casas abandonadas.VII .
Las calles adoquinadas, y en ese momento la llovizna, hacían que transitar por ellas fuera, bastante penoso.
Era que su rodilla izquierda hacía un tiempo que lo traía a mal traer. El médico de certificaciones le dijo.
– Por un tiempo deje de correr, trate de pasar más tiempo con la pierna en alto, póngase esta pomada de Cortizona, y si no se mejora va a tener que ir al médico de su Sociedad. Le dió tres días de licencia..Era como un fin de semana largo.
Cuando llegó a su casa se sentía cansado y empapado. Al cerrar la puerta sintió la voz de su madre que desde la planta alta preguntaba.
– Henio, eres tú. Cómo te fué en el médico ?
– Bien mamá, me dió tres día de licencia. No te preocupes. Yo por tres días me quedo aquí en casa y me mejoro. Para el lunes estoy bien, y antes de ir a la oficina paso a verte.
Vivían en dos casas, de propiedad horizontal, pero después de la muerte de su hermana, su madre se transformó en su eterno albacea. El la quería pero lo estaba ahogando , así que trató que la mayor comunicación la tuvieran por un ducto común a las dos casas. Por eso, o porque lo vió por la ventana, fué la pregunta de su madre. La voz en el ducto se sentía autoritaria. Es que su madre siempre lo fué, avasalló a su hermana desde chica, y por eso él tenía esa relación protocolar con ella.
Era su madre pensaba, pero mejor lejos.
Se sacó la ropa, se embadurnó la rodilla que tenía el doble de tamaño, se puso un equipo deportivo, se sirvió un whisky, y se sentó en su bergere, junto a la ventana a mirar para la calle.
Mirar por mirar, porque en esa cuadra pasaban pocas personas, no era calle para pasear, para comprar, para caminar, menos para correr.
Aburrido y dolorido como estaba, con la pierna sobre una silla, empezó a pensar.
– De aquí me tengo que ir cuanto antes. No puedo traer a ninguna chica, porque tengo el vigilante en la planta alta, ni amigos a tomar copas, porque hacen mucho ruido.
La última vez que llevó a una mujer conocida de la oficina, lo hizo casi de noche, y con tanto sigilo, que la mujer creyó, que él era casado y se mandaba la tal aventura. Cuando le hizo ver, que tenía una cama de una plaza, y que era soltero, la mujer le contestó.
– Si eres soltero, como dices, porqué ese miedo.? Algo ocultás ! Y se marchó con la excusa de que en una cama tan angosta, no entraban dos, ni uno arriba del otro. Al irse dió tal portazo, que desde arriba se sintió la voz pegando en el revoque.
– Henio..se te cayó algo.?
– No mamá fué una puerta que se cerró.
Se le estaban cerrando muchas puertas por ser un hombre dubitativo, estaba quedando congelado a sus treinta nueve años..
Fué cuando miró detenidamente para enfrente.
La casa abandonada, hacía tanto tiempo que estaba ahí, pero hoy con tiempo de sobra la observaba.
Cada vez, más gris, como el día, como su vida, como el barrio, el poco color de su frente lo daba el verde de la enredadera, que se había apoderado en parte de los postigones que en su momento habían sido blancos. La puerta estaba medio entreabierta, y desde afuera se podía ver una pequeña ventana que daba a lo que había sido el zaguán.Una parte de la casa parecía carecer de techo. De la puerta se habían robado los tiradores de bronce, y quedaron esos lugares como ojos entornados.
Pero lo que más lo impresionó, fué ver por primera vez, como habían cerrado la reja. Con alambres, con candados, con pasador, con cadenas. Cerrar ese mísero jardín, donde eran dueños los gatos.
Porque los gatos los trajeron los vecinos para contrarrestar a las ratas que decían que habían. Y la casa estaba a la venta, desde hacía tanto.
A la venta !
Construída en 1915, como villa Savoia, según decía el capitel que coronaba su puerta…
Hizo recordar a Henio su historia, que no sabía si era real, pero podría serlo.
La casa la construyó un comerciante de la zona para su novia que estaba en Italia . La hizo ahí en ese barrio porque pensó que llegaría a ser señorial como el entorno.
La señorita llegó pero pasó que antes de casarse, le dijo al comerciante.
– Que ella a él lo había conocido por carta, y por fotos y que él no era la persona que ella imaginaba para marido.
– Y el comerciante aceptó buenamente el desaire.
La audacia de la mujer, fué contada de adoquín en adoquín, de jardín a jardín, de boca en boca.
Pero el asombro fué mayor cuando a los diez meses muere el comerciante, y la casa que seguía vacía…le fué dejada por el dueño a la que sería su esposa, diciendo en el testamento que sin ella, la casa perdía valor.
Pero la novia, nunca la ocupó, y fué vendida a unos familiares del comerciante, que llevaron todos los muebles que el hombre había comprado para su boda, junto con todos sus pertenencias.
Querían que la sociedad supiera, de esa hermosa casquivana que había desairado a un hombre tan bueno , tan formal, tan generoso, que lo había dejado plantado casi en las puertas del altar, por la nimia razón de que no fuera igual el retrato a la realidad.!
Pero para redondear el escándolo fué que la italiana, se puso a vivir sin casarse, con el sobrino del comerciante!
Henio empezó a comprender a la italiana, ella supo salir a tiempo, tuvo el coraje, de decir no, y no vivir con un desconocido en esa calle alejada de todo
Se sentía como un gato habriento, abandonado, lleno de deseos, caminando por los muros, entre trémulas campanillas humedas de lluvia mansa.
Si no podía correr, si le costaba caminar, si no podía molestar, que diablos podía hacer, «estar achicado se parece a estar embalsamado » pensó.
Fué cuando su voz se sintió clara en el teléfono, justito donde lo podía oir.
Te invito Mayra,..fué un mal entendido…no tengo nada que ocultar.. te invito a un fin de semana largo,… vení ahora tomate un taxi,.. yo te espero vas a ver que bien lo pasamos,..no tengo una cama de dos plazas…tengo una mullida alfombra.. sabes donde esta mi casa ?,.. enfrente a Villa Savoia..Te podrías llamar Giuletta, qué me sentís apasionado…no sabes cuanto….. ahí donde veas los gatos…Sí sí..donde pusieron las ridículas trancas…
-. Henio…Henio..
-La voz, se fué apagando a medida que Henio cerró la ventana que daba al ducto…
Sacar la hiedra que se apodera hasta de las pequeñas hendiduras, era su propósito, vería hasta donde llegaban las raices, los alambres y las cadenas.