La calzatura è un oggetto costruito per proteggere il piede.

Remo Rinolfi, había nacido en Italia, y antes de cumplir los tres años, sus padres se trasladaron a Montevideo. Se habían instalado con un puesto de frutas y verduras, así que el niño aprendió el castellano, con los clientes, y con la gente del mercado.
Cuando llegó la época de la escuela Remo, sabía hablar muy bien el idioma es más tenía algunos dichos del lunfardo, y algunas palabras del italiano.
No fué el clásico tano, sino que su apellido con sus cuatro primeras letras fué su nombre para siempre Rino, porque cuando quiso usar el Remo, empezaron con la loba, y Rómulo..
No tendría más de once años, cuando los compañeros y entre ellos sus dos amigos, Héctor, y Alcides, fueron los que se dieron cuenta, de lo que a Rino le gustaban las chiquilinas. Se las pasaba mirando, es más no se detenía en las caras, les miraba abiertamente las piernas.
Para disimular, o porque verdaderamente fuera así, él decía – No le miro las piernas porque sí, le miro los pies.
– ¿ Los pies..?
– Sí quiero ver si los zapatos que llevan, van con la forma del pie y de la pierna.
No sé si ésto convenció a alguno, pero le dió un toque diferente. Rino miraba las piernas porque se interesaba en los pies !
Fué por ésa época que empezó a frecuentar a escondidas de sus padres a dos señoritas que vivían muy cerca de la escuela. Le habían dicho – Cuando quieras vení a visitarnos.
Tanto las visitó que los padres creyeron que Rino salía corriendo temprano para la escuela, porque se había puesto tan estudioso, que era el primero en llegar a clase!
Cuando quería ir después de clase, inventaba un partidito de futbol con los amigos, y les hacía prometer , que él había estado jugando ahí.
Cuanto sería lo que jugaba, que llegaba a la casa cansadísimo, y sudado tanto que su madre le decía
– Te cansas tanto hijo, que no se si vale la pena hacer deporte.
La cuestión es que Rino terminada la escuela, sabía a simple vista cuanto calzaba cada una de sus compañeras. Se le acercaban y en un juego de inocencia y picardía le decían.
– Cuanto calzo Rino? o Te agradan éstos zapatos, son como para mí ? Tengo para tu gusto el empeine alto Rino ?
Ya hacía tiempo que había llegado a oídos de los padres, el gusto de su hijo por el calzado, y ante la falta de interés del mismo en el puesto de verdura, decidieron ver de emplearlo en una fábrica de un paisano.
Cuando le hablaron al conocido el hombre fué sincero. – No puedo emplear adolescentes , es más para lo único que serviría sería que en una fábrica familiar como la mía, fuera más protegido y malcriado. Mi señora siempre soñó con un varón..Así que date cuenta!
Fué tanta la insistencia de los padres, que el hombre se rindió y lo aceptó por pocas horas y para copiar moldes, y recoger los restos de cuero y empaquetarlos.
Lo que llamó a todos la atención desde que pisó la fábrica fué la facilidad de Rino para los cálculos y el poder de observación. Al poco tiempo sabía calcular cuantos moldes se podían sacar de un cuero, y cuantos del mismo número…
– Parece decían los dueños que nació, mirando zapatos…
Al tiempo confeccionó su primer par de zapatos hecho con los restos, que él tenía para empaquetar.
– Para decir la verdad, te quedaron espléndidos. Son un poco pequeños, difíciles de vender, pero muy originales dijo don Vicente !
– Don Vicente, no los voy a vender los voy a regalar a una amiga, y pienso pagar los restos y la suela. El primer par de Rino, tiene que entrar sin deudas.
Si conquistar se puede con los dichos, también con la mirada, con el centímetro, con la intuición, con las matemáticas, y con la pinta.
El lindo de Rino, llevó los zapatos, hasta con caja a una de sus excompañeras de escuela. Nadie preguntó si serían chicos, ni la que los recibía ni los amigos del entorno. Si algo sabía Rino era tomar medidas.
Cuando tuvo la mayoría de edad, los padres decidieron enviarlo a perfeccionarse a Italia. Tenía una base sólida con todo lo que había aprendido en la fábrica y querían que lo ampliara con diseño!
Lo mejor de todo fué la despedida de Rino en el aeropuerto. La señora de Vicente que dicho sea de paso era una espléndida mujer, alta y de unas inigualables piernas, le dió por decir que – Cómo Rino para saber que calzado hay que ponerse en cada ocasión…ninguno.. sabe on que pelli di animale… cómo él …ninguno!
Llegaron como en tropel, muchísimas mujeres. La mayoría desconocidas para los padres, y para los de la fábrica. Había alguna clienta de la verdulería, alguna amiga, unas parientas de la dueña de la fábrica. Las demás desconocidas.
El padre a éstas alturas, estaba asombrado, y empezó a comprender a éste mascalzone..Cuantas mujeres en la sua vita! Una excursión!
Pero si algo lo dejó casi paraplégico fué la llegada de dos señoras mayores paradas en unas sandali de vértigo, que empezaron a alisarlo a Rino de una manera casi escandaloza, y lo llamaban Remo! Cómo si fueran las madres.
El padre se fué acercando hacia el tumulto, su mujer estaba consolando en un costado a las dolientes, casi viudas .
– Hijo le dijo, y el ojo derecho de los nervios le había dado por tinguiñar como un tubo lux, el edil el señor Gircar quiere despedirse, y como una revancha le dijo bajito donde nadie lo oyera .
– A que no sabés cuanto calza ?
– 42, dijo con picardía Rino..y ante los ojos abiertos de su padre respondió. – No te sustes, me lo dijo su mujer…Io sono un uomo onesto