El Remitente. I.
El Niño Prestado II.
El Perfume del Panamá. III.
» El entusiasmo para encontrar una solución a un problema
muy amenudo excede la comprensión del mismo. «Albert Hirschman.
Beatriz miraba el sombrero, y ahí se dió cuenta que vivía la vida a impulsos. A golpe de balde le diría una de sus amigas.
El sombrero, no solamente se encontrba sucio, aplastado, sino que con el tirón que le dió para sacarlo de la cabeza del caballo, le quedaron dos agujeros, uno de cada lado , por donde pasaron el elástico.
En la tintorería le dijeron que ellos no limpiaban sombreros, que éstos eran casi inexistentes. Y ante la insistencia de Beatriz, la misma recepcionista le dijo.
– Haga espuma con un jabón en polvo, y limpie con la espuma el sombrero, después enjuague, y cuando esté seco, le aplica spray, para que tenga apresto. Puede usar también shampo de alfombras.
– Las gracias de Beatriz, fueron dobles, tan sencillo…el trabajo…Tan sencillo.
Sobre una horma antigua de madera , encasquetó el sombrero y comenzó la labor.
La espuma cambiaba de color, fué del gris oscuro al pálido y terminó en un barcino, claro.
Viendo el desastre, el Panamá fué practicamente bañado y puesto a secar.
Los días no ayudaban, con la humedad no se secaba y cada vez que algo se lograba era que se fuera encogiendo, cosa que Beatriz no había calculado. Cuando el sombrero dijo basta, tenía un color indefinido y el diámetro de cabeza de una niña.
Dos amigas de Beatriz, que siempre la acompañaban, la vieron tan comprenetada con una porquería de sombrero dijo una y la otra con un ridículo y pequeño canotier de épocas pasadas, que le aconsejaron tirarlo..
La protagonista omitió los detalles y quedó como que era un recuerdo.
– De tú papá…?
– No, de un consejero, un asesor.
Marietta le dijo,
– La palabra consejero, asesor, tiene un encanto particular que da el no saber…consejero de qué. Aunque salvando las diferencias, podría ser asesor, pero no de imágen, por cierto. A tí te falta volver al trabajo. Yo le puedo decir a Hernán que está tan relacionado que te busque algo.
– Así no puedes seguir,replicó la otra, en dos meses no se lo que te ha pasado, pero estás cambiando. Tienes que reaccionar…
La reacción de Beatriz, fué llevar a la única sombrerería conocida por ella el Panamá.
Entró a ésa calle y fué como si transitara en el pasado, en la vidriera, se lucían sombreros y gorras. Los había de paño, de cuero y algunos kepis.
Cuando entró y vió al comerciante vestido de pantalón, chaleco y camisa blanca, y un centímetro dándole vuelta en el cuello, pensó soy niña nuevamente.
– Traje éste sombrero, para saber si lo limpian y lo pueden arreglar.
El hombre lo miró detenidamente, y al momento dijo.
– Mejor de lo que está puede quedar, hay que limpiarlo, sacarle la cintas, la vira de adentro , ver de zurcir los agujeros con cola de carpintero, volver a colocarle una cinta más ancha…o…Es para usted? porque es un sombrero de hombre con un diámetro muy pequeño.
– Sí, dijo con valentía la interesada. Es que lo lavé.
– Tiene un olor extraño, debe de haber estado húmedo mucho tiempo, una pena, ha sido un hermoso sombrero. Lo que no sé es si vale la pena el arreglo, con un poco más compra uno nuevo. Son importados, si le interesan le muestro uno, sin compromiso.
– No muchas gracias, yo quiero éste. Espero que se le pueda ir el olor, y ahí someramente contó la historia.
Beatriz comenzó a trabajar en la Empresa de Tito..
Hernán el marido de su amiga , se encontró como siempre lo hacía con el jefe de Beatriz y ahí comenzó el diálogo entre copas.
– Sabés Hernán, hace ya un tiempo que te quería hablar de tu recomendada Beatriz.
– Si no sirve para el cargo, si la ves mayor, conmigo no tenés problema, es amiga desde siempre de mi mujer, y es alguien a quien si despedís no le va a pasar nada. Tiene dinero, no vive del empleo.
– Pará , no es nada de eso. Primero cuando la ví supe de su edad por su curriculum, es sumamente capaz, tiene experiencia en lo que hace. Es un lujo para el lugar.
– Entonces, no te agrada su manera impulsiva de ser ?
– No es eso, es algo más delicado, por eso es que quería que hablaras con Marietta, y le dijeras..
– Qué misterio. Qué tiene que ver mi mujer con el trabajo de Beatriz.
– Con el trabajo nada.
– Entonces ?
– Te cuento. Llega siempre impecable, perfumada, tanto que muchas veces, paso por su lado para sentir los perfumes que usa.
– Tito ! No me digas ? Te flechó. Caiste!
– Tampoco es eso. Ahora que estamos en verano, llega todas las mañanas en hora, con una puntualidad envidiable, como te dije, hermosa en su plenitud…
– Te enamoraste ?
– Dejame terminar. Todos los días de éste verano llega con su melena rubia al aire, trae según se le antoje carteras y zapatos hermosos, espléndidos trajes, pero tiene una rarísima manía. En la mano lleva un sombrero pequeño, que no te sé decir parece de hombre, pero tiene una cinta ancha y dos flores.
– No lo puedo creer ! Querés que le hable a mi mujer, porque no te agrada el sombrero, que ni siquiera le viste puesto a la empleada.! Te Flechó y no te das cuenta.!
– El que no te das cuenta sos tú, porque no me dejas terminar…Deja el sombrero y la cartera en el perchero, el que está cerca de la puerta de entrada a mi despacho. Y cuando paso por ahí, siento que me mareo.
– Pah..Tan fuerte che !
– Me da la sensación de que el sombrero me vigila, con su cara macilenta, sus dos flores parecen ojos abiertos, y la cinta , es una mueca.
– Marietta, me había hablado de un sombrero Panamá, con el cual estaba obsesionada Beatriz. Cuando sepa que lo lleva hasta la oficina.! El sombrero del asesor o consejero !
– Un asesor o consejero de Beatriz en mi oficina ! Yo sabía de los espías en las Corporaciones…pero, nunca me lo pude imaginar que entrara de la mano de ella.
– Te gusta tanto Beatriz, confesate hermano, que te hace delirar…Eso es bueno a nuestra edad…Buenísimo.
Tito le dijo a Hernán.. – Quiero que me ayudes …que entres a mi Empresa, y que te lleves el sombrero de Beatriz.
– Quieres que se l0 robe a Beatriz, y que lo tire a un contenedor.? No es para mí ése abuso. Para deshacerte de la prenda se lo pides a ella y basta. Hombre estás muy mal…Creo que hay otra solución, le dices que gustas de ella…
– No me entendiste Hernan, yo lo que quiero es el sombrero, porque para mí está embrujado…es un fetiche… parece un gurú..
– El sombrero del asesor ?…Si alguien me lo hubiera contado lo lo hubiera creído..Mañana paso a conocerlo…
PD. Respondo al pedido de Marietta, y hago éste último cuento enlazando al que comenzó con El remitente.. Uno de los personajes lleva su nombre.
Creo en el poder de las cosas simples, en los recuerdos que llevamos atesorados y que , muchas veces explican nuestra conducta divagante y el de muchas personas que a nuestro alrededor se mueven.