El relato no llegó a tiempo para el bicentenario, ante mi imposibilidad de encontrar una foto que acompañara el mismo..
Cuento Breve.
– Vengo a que me pague la faena, dijo el hombre.
– Ya hizo lo que le ordené.?
– Seguro. Ya están muertos los tres. Los pasé a deguello.
El portugués, escarbó con sus sucias y oscuras manos la bolsa de cuero que colgaba al costado de su cinto y sacó tres monedas, una por cada uno.
El sól pegó en ellas y rebatió con reflejo de codicia. Las puso lentamente en la palma del asesino, que cerró fuerte puño.
Luego el viejo, se restregó las manos al costado de su chaleco, como limpiándose del contacto de su conciencia con el metal.
Se aflojó el pañuelo del cuello, sintiéndolo como si lo ahorcara.
– Los dejó donde le dije?
– Sí, ahí mismo, en la esquina de la pieza .
El sudor corría desde la vincha, seguía sobre las mejillas, dejando surcos barrosos.
– Bueno, ya sabe no nos conocemos. No quiero verlo nunca más le dijo, con miedo a que se supiera en esa desolación, que de mayor él se había vuelto un cobarde, cuando había sido un valiente en las refriegas.
El hombre se alejó, entre los arbustos levantando el polvo rojo de la tierra, y al momento no estaba, parecía que no había existido.
Con un ronquido ahogado, se sintió libre. Se habían ido los tres gurises que lo tenían engualichado, y que le estababan nublando la sesera.
Salvador el mayor le traía ese fuego que se formaba en la garganta y bajaba quemando hasta el vientre.
Santo el del medio era el que le daba esos dolores de cabeza, que le dañaban el cuello, un pedazo de la frente y el ojo…
El más chico Justo, ese era el peor, era el que le traía ese mareo, que por momentos lo hacía sentar, ese ver y no ver, ese estar más seguido ahí y en otro lado. Era el de las alucinaciones.
Los tres tenían la culpa de que la china con la que se había conchabado, se fuera espantada, y lo dejara tan solo!
Entró a la casa, al pisar los escalones crugieron dando música a las alimañas que cobijaban. Sobre la mesa de tabla ancha estaba el pedazo de charque, el cuchillo de mango de guampa con el que había estado comiendo, y el jarro con ginebra.
Bebió, a grandes sorbos, se limpió con la palma de la mano y tomó el cuchillo. Siempre lo llevaba al cinto y ahí lo colocó.
Entró a la pieza, que tenía al fondo, donde estaba el catre, y las noches de desvelos. Giró hacia la esquina para ver a los tres finados, pero no percibió nada más que la sombra que hacía la puerta. Se enfentró a ella y vió reflejado en el vidrio de la misma un hombre largo, finito, un maldito que lo estaba observando.
Al instante los tres gurises llegaron en tropilla y cada uno quería su parte, y el portugués quiso zafarse, de ellos y del maligno.
Acorralado ahí en la misma esquina donde debía estar la muerte!
Cercado lo querían robar, sacarle la conciencia, el yo, y él para que lo dejaran libre se quitó la ropa, quedó desnudo, mirando a todos sin comprender que más querían.
Se agachó y del suelo apizonado en tierra levantó el cuchillo, clavó la hoja en el vientre de la imágen, y sintió que volvían a hablarles los suyos.
Lo encontraron muerto, desnudo con un cuchillo clavado en el vientre, sobresaliendo el mango de guampa y en la palma de su mano izquierda había tres monedas .
Nadie supo quien o qué lo mató, y no se preocuparon por averiguarlo.
Las urracas se llevaron el brillo compartido, y en un vuelo razante hicieron nido en otra tierra.
Foto de Stella. Escultura de Federico Escalada Pons.
• Gurí etimología del guaraní » muchacho.»
• Engualichar hechizar, endemoniar.
• Sesera modismo guachesco. Falta de juicio para la edad.
• Charque carne salada y puesta a secar al sol.