Sin prisa

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Foto de Stella.

Crónicas a mi andar.

La venta abre sus vidrieras, prenden las luces, acompañan a los ojos. Hay  color en este día tan gris, y van pasando los blancos, los amarillos,  los azules, los verdes.

Hay bullicio, la calle se llena de ruidos, y  voces. Muchos caminan,  están  los que miran,  los que esperan y de todos los que van y vienen de sus trabajos, de sus tareas.

Un día cualquiera, de un otoño indefinido, con  ganas de llover sobre la ciudad de tantas marquesinas, que impide mirar hacia arriba, hacia el cielo infinito.

Estaba ahí en el banco alargado y húmedo,  el de la pequeña peatonal, el que mira indiferente al palacio de ladrillo.

Hermosa y blanca cabeza sirve de soporte a los lentes que esperan un sol inexistente.. La inclina coqueta con un movimiento lento , en ése  momento de reposo que se da, antes de partir al pequeño viaje cotidiano.

Apoya su experiencia en le puño de un bastón y en el mango de un carrito. La presencia de un mundo en movimiento no la inmuta, tiene un reloj que le indica que  ya vadeó el correr,  el apresurarse con los niños, y  las fiestas.  Pasaron los tiempos, el empleo, las funciones de su profesión, el establecer comparaciones. Pasó todo lo vivido.

Sentada  se ve reflejada en la vidriera de un rojo intenso tanto como el color que arrastra, y en la acera de grandes baldosones, se mira los zapatos, y recuerda como gustaba de  los altos tacos, cómo sabía de compras vanas.

El gasto de hoy va a durar la semana o más, hace tiempo que no se apoya en el que dirá su familia.

Cierra la abertura de la gran bolsa, con delicadeza como se cierra un capítulo de un libro, saboreando el momento de sosiego, y con la carga de todos sus pensamientos, hará un equilibrio sereno, levantándose lentamente desde el reflejo de los cristales, porque comienza a chispear  sobre  Montevideo.