Hace poco tiempo, manoloprofe, redactó MI PLUMA FUENTE. Me agradó muchísimo su recuerdo, muy bien escrito, y lo asocié de inmediato a la adolescencia.
Hoy para todos aquellos que hacen de su infancia un recuerdo grato voy a redactar digamos una composición, pero escrita sobre una hoja Tabaré y con cabo de pluma de madera y pluma cucharita. ( No tengo fotos )
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Usos y costumbres.
Fué en cuarto año de escuela, cuando se introdujo la tinta en nuestras vidas.
A mitad de año la maestra nos hizo escribir en una libretita negra de tapas bastantes duras, ahí donde se apuntaban los deberes, todo lo que teníamos que traer para la próxima semana.
·Un frasco de tinta azul, marca Pelikan.
·Un cabo de pluma de madera liviana, o de otro material, color a elección.
·Un tintero de vidrio o de loza.
·Varias plumas cucharitas, y una o dos alargadas que no recuerdo el nombre.
·Un limpia pluma, de varias capas de tela, que podía ser de paño lenzi.
·Hojas de papel secante.
·Una goma redonda para tinta.
Ése era más o menos el listado, pero creo que omití algo.
Alegrarse al ver todo lo pedido, y salir a hacer las compras es tener la inconciencia de los pocos años, es no saber lo que te espera, en azul.
Azul cielo, azul profundo, azul e hipoclorito, azul eléctrico, azul y agua oxigenada, y azul defintivo.
El tintero se colocaba en el pupitre de madera. Para éso era el orificio circular que veíamos , y la pluma se colocaba en la ranura al costado del tintero.
Algo simple de explicar. Las cosas simples en la vida y más en la niñez, son las más hermosas.
Por eso era la maestra la que distribuía como buena escanciadora la tinta en cada tintero. Poquito en cada uno, porque sino se evapora, se espesa y se seca. Tú sabías que la tinta se evapora!
Por eso teníamos un taponcito de goma para taparla, que duraba poco, porque le gustaba saltar entre los asientos de los bancos, haciéndose el equilibrista.
Tenías que tomar la pluma entre tus dedos como hacías con el lápiz, pero introducirla dentro del tintero era algo diferente. Hacerlo suavemente, delicadamente, y después apoyar la pluma en el borde del tintero para quitar el excedente.
Fácil verdad?
Llegar hasta el papel, era una pequeña travesía. Ahí aprendí a manejar las olas, porque las primeras letras, casi siempre mayúsculas eran las que recibían las mejores curvas. Despúes la tinta se iba adelgazando sin necesidad de hacer dieta, y te quedaba al final un susurro de trazo.
La maestra tenía la idea de poner en cada hoja Tabaré un sello, la mayoría de ellos de animales, flores, y unos muy mononos de la familia, papá mamá, nenitos, y algunos como viejos recordatorios con abuelitos incluídos. Era para que uno no pudiera «pegar el cambiaso»o para decorar, que se yo.
Ése día me tocó a mí un caballo. Había que pintarlo y hacer la composición.
Se ponía la fecha…
El título…
Y después lo que buenamente pensaras del tema.
Iba bastante bien hasta que una gota, diría una gota con forma de lágrima me quedó casi al terminar la composición. La sabandija saltó entre dos palabras y se quedó la muy agrandada ahí.
La tinta se seca en los tinteros, pero no tan rápido sobre el papel como yo creía, así que mediante la punta del secante sequé una parte pero quedó, una mancha más clara pero más grande. Ésos eran los efectos especiales de mi infancia.
Comencé a borrar, pero como no estaba bien seco hice una raspadura, un borrón, un agujero. Se veía la carpeta que usábamos de base. Decir lo ocurrido, ni se me pasó por la cabeza, así que seguí y terminé la redacción.
Cada uno se paraba y le entregaba a la maestra el trabajo. Cuando llegué yo, me miró fijo, y yo pensé. «Ahora me rezonga por el agujero.»
Pero no, me preguntó.
– Alguna vez viste un caballo verde en tu vida?
– No, respondí.
– Entonces porque lo pintaste de verde ?
– Porque me olvidé de los lápices de colores y el único color que tenía era el verde.
Todo dicho, la impresioné de tal manera, que no vió el agujero. No recuerdo lo que pensó de la composición.