Hace unos años, nos reuníamos unos cuanto blogueros y hacíamos todos un cuento de navidad, y resultaba enriquecedor el resultado. Éste año creo que me he quedado sola, espero que otros respondan. Para el relato me apoyé en no saber decir no a tiempo. Porque mis amigos la navidad es el momento en que se reune la familia festejando la llegada del niño. Vaya novedad!
Pero hay navidades tan cálidas que muchos de los comensales terminan achicharrados bajo un cielo estrellado.
La tía Antonella , extendió el mantel blanco con el borde de puntillas, bordado a mano, el de los buenos tiempos y puso sobre la mesa, en un cuenco azul, las últimas manzianas verdes de su árbol, y en una jarra de cristal el zumo anaranjado.
El calor quemaba, pero tenían la sombra de los añosos árboles y los aleros, ahí donde hacían nido los picaflores de la infancia.
Cada uno de sus primos y vecinos fué llegando con algo para compartir, y lo fueron colocando sobre la mesa, para la cena. Aldo había llevado tres botellas del vino frutado, que tanto le gustaba a la dueña de casa. Ése que hacía cosquillas sobre las narices de los invitados.
En buenas copas fué servido, y como plato de entrada, una ensalada con las verduras del pequeño huerto.
La tardecita se hizo noche. Conversaron tanto, disfrutaron de lo que había, que era mucho, y nadie habló del calor que sentían, y de las molestas mariposas que hacían círculos efímeros sobre la luz.
Sobre la fruta, un merengue espeso, donde se sumaba la crema batida que sabía a gloria.
Fué una nochebuena, sin árbol, sin Papá Noel, sin nacimiento, sin lucidos obsequios.
Aldo supo que no tendría otra noche tan santa cómo ésa, donde se escuchaban unos a otros, donde pudo decir que sólo se encontraba, y brindar por todos los que no estaban.
Se sentía dueño de las risas que lo acompañaron en la jornada, decía gracias a cada uno por el regalo que me han dado..
No necesitaba nada más..tenía dentro de sí, el beso dado, el recibido, el abrazo fuerte, el saberse dueño de un sitio, y sobre él un cielo estrellado.
La voz fuerte se sintió.
– Aldo despierta, te quedaste dormido, y estás apretando con los pies la bolsa de los regalos.
Al instante los ojos se fijaron en quien hablaba y en el piso. Sobre él estaba la gran bolsa que contenía varios regalos y sobre la mesa del comedor, las cajas con todos los confites, y las bebidas, para llevar.
– El próximo año vamos a pasar la navidad al campo, y a comer algo sano, y no pienses en comprar nada. Sabes Maricel, estoy harto de éstas fiestas, y aunque todos colaboran, quiero sentirme bien, con un cielo estrellado.
– Querido es el calor quemante el que te está haciendo mal, en sueños dabas las gracias, y la mano a quien sabe quien, cuando no te rascabas la nariz, ahora que te despiertas, quieres abandonar a todos, eres muy desagradecido con mi familia que tan bien te ha recibido y nadie se fija en…
Sabes que no me gusta discutir, así que… Aprontate rápido Aldo, que hay que cargar las cosas en el auto, que Sarita nos está esperando.