Camino yo…

Foto de Stella.

Foto de Stella.

Tantos días de lluvia, dieron música a los plátanos, cuando se tocan sus ramas y se ven contra el sol sus cortezas marcadas, y cientos de pequeños charcos, reflejan agrandados el pasaje de los pasos.

A quién le asombra, el  que yo me sienta árbol en un cielo infinito, y cuide con luz mi nido de seda, quién se sabe  pájaro para juzgarme, quién se cree viento para llevarse lo que queda.

En mi sitio de hornero, con sala y alcoba yo te llamo tiempo, para que me des cabida. No me arrincones tanto, no evites mi canto, dame una senda, admite mi mente tan lenta.

No me digas frases de cuentos vencidos, arrastra los pecados, regala los míos.

Silencio eres mi  cómplice, imítame, aférrate al verde antes de hundirte en el piso dorado y azul.

Déjame mi espacio  tiempo…Le importa a éste mundo tan indigno, si vivo en un hueco de frondosa ramas, y hacia y por donde camino yo ?

Ocupado.

Casas abandonadas 9.

Foto de Stella. Serie Casas abandonadas.

Foto de Stella. Serie Casas abandonadas.

En ésta vida decía Lisandro hay un sitio para todos.

Por éso cuando vió que con los rebusques que tenía y el vino que tomaba no le alcanzaba para pagar la pieza de la pensión y antes de que la vieja bruja de la patrona, llamara a la policía, agarró sus bártulos y se marchó.

Se decía para sí..» No es difícil encontrar un sitio, lo que hay que cuidar es que no esté ocupado. Ocupado en el más amplio sentido de la palabra. Dejar debiendo es no es tan malo, peor es quitar a prepo un lugar.»

Caminó, caminó, hasta que las chancletas se hicieron pedazos, y lo peor era el estómago que le apretaba tanto como las ganas de ir a un baño. Así que en una casa abandonada, vió una media cucha en la pared y al costado un depósito que podría servir a varios propósitos.

– Qué lindo tiene baño y cocina!

Dió la vuelta a la casa esquina, y se hizo un lugar, contra una columna y marcó su sitio,  porque el olor hace disparar a los bichos y a las personas. El olor impone presencia, la mezcla mucho más, los transforma en extracto.

Después se fijó bien que se podía sacar de ahí, y se decidió por una canilla que había en el jardín, le hubiera gustado mucho más las rejas pero eran muy fuertes y las cortinas eran de metal y el portoncito cerraba el baño y la cocina del otro.

– Ahora la canilla, después hago un agujero en la pared y veo que hay adentro.

El adentro y el afuera, son relativos. Él lo sabía. No le decía La Tola.  – Estás adentro de mi corazón, y él le creía, hasta que se gastó su quincena en una gran mamúa, y quedó fuera de la casa y del lindo cuerpo de la doña.

– Todo es relativo, todo …Hoy me puedo quedar al aire libre y mañana me voy a un refugio y pasado como en una olla popular, y vendo lo que encuentro.

Lisandro encontraba cosas, hoy era ésa canilla, mañana unos diarios, un monedero, y después veremos, lo que no quería era bajar de categoría, pasar del vino al alcohol azul. No le gustaba la realeza.

Cuando estaba la canilla en sus manos, vió un chorro de agua que salía del caño.

– Mejor imposible, tiene agua, es un lujo.

Éso pensó, hasta que recibió un palazo no muy fuerte en la cabeza, era el dueño del iglú, seguramente un burguéz arrepentido, que le gritaba.

– Idiota, no ves que si te robás la canilla, me cortan el agua, no ves que estoy cuidando la casa !

Comprendió hasta por el aliento del compañero, que no se ocupa lo que está ocupado, aunque haya un sitio grande para todos.

Lisandro se marchó con la pena y su atado, le dolía la cabeza, y le apretaba el hambre y le faltaba el vino para continuar, el resto se lo dejó de regalo al compañero.

Él no le iba quitar el trabajo a nadie . – Faltaba más !

Foto de Stella. Serie Casas abandonadas.

Foto de Stella. Serie Casas abandonadas.

Glosario Lunfardo /  jergas y modismos.

•» Rebusque » Actividad comercial muy modesta/ trabajo ocasional que permite completar los ingresos que se requieren para subsistir.

• » Mamúa «. Ebriedad.

• » Cucha » . Casilla o cubil de perro / Cama.

La yapa.

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Usos y costumbres

El niño apoyó su cara sudorosa, sobre el mostrador. El mármol lo recibió, con su frescor, y el ventilador Marelli con varias cintas de tela como espanta moscas, hicieron en ése momento del sitio un lugar delicioso que se anteponía  al calor de la calle en el mes de diciembre. Se estiró cuanto pudo sobre sus pies calzados con lona y suela de yute, y dejó monedas sobre el límite ancho del mostrador.

– Don José me da ésto de galletitas María y un trozo chico de dulce de membrillo?

– Primero, buenos días. Ahora te sirvo.

– Buenos días dijo el niño, casi sin voz, por haberse olvidado de saludar.

Cortó un trozo de dulce y preguntó . – 200 grs, está bien ?

La melena castaña se sacudió afirmativamente, sin saber bien que responder.

Desde un anaquel, donde había varias alineadas, la caja cuadrada roja y blanca de lata con mirilla de vidrio, la culta la que decía Anselmi, sintió dentro de sí, el revoloteo de las galletitas, que se ocultaban unas contra otras, porque ninguna quería llegar primera al límite del mordisco.

El papel de estraza se regocijaba porque iba a aprisionar a las esquivas que por redondas y crocantes,  se creían únicas. La balanza recibió al papel, con dos platos relucientes y las pesas de bronce.

La mirada del niño y del hombre iban hasta el fiel, la pinza retenía algunas y cuando quedó indicando el peso justo, se cerró el papel en los extremos, y dió dos vueltas de carnero, y la mano guardó la pinza y volvieron las más católicas a la lata, esperando el perdón, luego se colocó  la dorada carga sobre el mamol.

Antes de empujar los paquetes el hombre dijo.

– Ten cuidado no aprietes las galletitas que se rompen facilmente y son muchas.

– Es un regalo.

– Mayor razón para cuidarlas.

– Mi mamá me las regala porque pasé a segundo. El niño dijo segundo con énfasis, como si don José no supiera de la travesía que era pasar a segundo. Agregando y mi abuela me dió ésto, poniendo sobre el mostrador un conejo, blanco y negro.

El asombro del hombre, y el goce y picardía del niño!

El conejo se quedó quieto, asustado, inmóvil, y gustoso de salir de una camisa apretada y llegar a un fresco mármol.

– Vamos a sacarlo de aquí rápido, antes de que ensucie, y tomo al gordo conejo entre sus manos y se acercó hasta el cajón de las verduras, y tomó una roja zanahoria con su tallo verde, y le dió al niño las dos cargas. No le des al conejo muchas galletitas, se puede enfermar, dale la zanahoria que le va a gustar, y ésta es mi yapa, porque pasaste a segundo, a segundo con lo difícil que es primero!

Mientras lo decía le puso en el único lugar libre que le quedaba entre los paquetes y el conejo, un largo Cande con papel encerado.

Cande rosa profundo, rosa elástico, rosa dulce de infancia compartida.

Acompañando el  paso del niño en la salida, protegiendo la puerta de entrada,  las tapitas de metal unidas entresí por nudos blancos, formaban filas, y cubrían la ausencia de la cortina que se había ido de licencia. Daban un tintinéo único del mejor reciclaje de época, colorido y sonoro, que se ha visto.

•Yapa. Añadidura, regalo que hace el vendedor al comprado

Fantasmagoría

Difícil explicar el porqué se despertaba a las tres o cuatro de la mañana, y qué hacer a ésa hora.

Leer, escribir, tomar algo, o volverse a acostar.

Si volvía a dormirse, soñaba con sus muertos. Parentelas lejanas casi olvidadas, o cercanos en amor y recuerdo,  entraban en su vida con múltiples propuestas. Algunos sueños agradables, otros insólitos, los más angustiantes.

No bastaba su melatonina, ni su media pastilla de somnífero, ni acostarse agotado por el  trabajo .

Siempre estaban ahí al acecho, detrás de sus pestañas.

Con quién hablar de sus muertos de mitad de la noche.  Eran tan suyos que  mezclaban infancia, juventud, madurez. Casas habitadas, exámenes dados, bajadas de escaleras, dar y retener al mismo tiempo, rechazo y aceptación.

Hasta que decidió contarlo. Lo hizo un día de calor agobiante, cuando se siente esa sofocación que da el hervor de tener el infierno en los pies, y el paraíso en la cabeza soñando con un mar que te envuelve, y te revuelca en sus olas, dejándote huérfano en alguna orilla húmeda.

Después que escribió y describió a sus personajes, se dió cuenta que guardarlos en las letras que nadie leería, era inoportuno, inoperante, casi malintencionado.

Como buen anfitrión que era, convidó a una reunión a los antiguos y a los nuevos y tuvo la precaución de que no faltara ninguno a su vivienda.

Daba gusto ver  a todos sus fantasmas en su living, tan circunspectos, acartonados, indefensos, paralizados , mientras todo se meneaba y se superponía a su alrededor.

Ahí decidió algo que desde hacía tiempo venía meditando: entrar al mundo fantasmal de ellos, así podría dormir con placidez.

P1000936 - copiaFoto de Stella. Serie Abstractos.