Vichar.

Decían que era un lugar mágico, donde se fabricaban ilusiones de colores, con asientos de cuero, donde sentados se veía pasar el mundo a gran velocidad, se miraba al costado por un espejo retrovisor,  el viento se cruzaba en diagonal, el arrancar era casi silencioso, y el pisar aceleraba.

Se agachó para mirar sobre el gran agujero del portón, para ver la dicha del lugar,  y un pinchazo doloroso, la hizo erguirse y llevar su mano hacia el párpado.

El instante fué urticante.

La peluda de cintura estrecha y abdomen abultado, salió airosa limpiándose sus uñas, haciendo su toilette de dama indigna. No se usurpa el lugar de los ensueños. Nadie escudriña, su nido, ni «vicha» la bolsa con su cría.

La habían sacado de quicio, y después de la lección dada, se puso a tomar el sol, en el umbral.

Foto de Stella.

Foto de Stella. Serie puertas y portones.

•Vichar o bichar. Modismos rioplatenses. Lunfardo.- Espiar a una persona. – Desorganizar una cosa.

Premio The Cracking Chrispmouse Bloggywog Award

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Pablo Tassani, un jóven uruguayo, ha tenido la gentileza de compartir un premio conmigo.

Amo el desafío, la costancia como norte, el no detenerme, la expresiones verdaderas, el no juzgar. Imposible en cinco palabras dar una idea aproximada en lo que creo.

En cuanto a seleccionar con quienes compartir, dejo en el listado de mis enlaces, y en los nombres de los que han comentado una idea de mis gustos y seguidores.

Lean a éste jóven: Redactor freelance, blogger, docente de Informática. Ex redactor, editor y asistente de proyectos en CW Contenidos, empresa uruguaya pionera en la producción de contenidos para web.

Va para tí las gracias Pablo de haberme elegido. Sigue..no te detengas…te estoy acompañando.

A todos mis amigos

Hasta pronto.

Tres tiempos, dos movimientos.

Casas abandonadas 10.

Foto de Stella. Serie Graffitis.

Foto de Stella. Serie Graffitis.

Fué barrio de casas sólidas, cuando el Montevideo pujante atraía a inmigrantes, que enseñaron a muchos las artes manuales. Lugar con todos los servicios, donde hoy se hunden las viejas viviendas,  pidiendo compasión entre sus paredes anchas de gruesos límites.

Fué vivienda familiar, y comercio de un inmigrante, y en su última etapa de pobreza, ni pensión, ni conventillo. El primero que llegó la ocupó y basta. Una pieza entre muchos, un corredor, un lugar con pared, un pedazo con techo.

La fueron desnudando, a golpe de marrón, un poco aquí un poco allá, y quedó, sin puertas de roble, sin ventanas con vidrios esmerilados, sin los hermosos azulejos portugueses. Queda el balcón de hierro con volutas, como un cinto apretado uniendo la esquina.

Pasó a grandes zancos, de vivienda a rancho y de rancho a tapera, donde los orificios formaban grandes ojos desde donde se podía contemplar la miseria.

Ante la queja de los vecinos, se dió intervención a la justicia.

El desalojo de la nada lleva su tiempo. Había niños decían, tantos niños aparecieron, y mujeres que lloraban; muchas lo llamaban refugio.

Puede ser un refugio vivir sin techo, o uno con tablones? Puede ser.. Sin baño..sin luz..donde el viento y el frío corre libremente?..Puede ser..

Se entiende por vivienda todo lo que el padrón indique.

Cuando se marcharon, cerraron con bloques las aberturas, y al poco tiempo, se llenó de propaganda política, pegotines esperando las próximas elecciones.

Un día unos jóvenes llegaron, y sobre muchos de los apellidos propuestos para gobernar y las utopías escritas, hicieron letras grandes y panzonas, siendo la B mayúscula la preferida, pero hubo uno con ingenio, conocimiento y maestría que dibujó en el chaflán, un corazón para la casa destruída.

Ésto es lo que retraté antes de que sea demolida y en el mejor de los casos reciclada.

Pienso en el que construyó la casa con ése esfuerzo constante del que hace todo sin herencia, a fuerza de músculo, inteligencia y tezón, en un país que no es el suyo, pero en una tierra donde nacieron sus hijos, donde serán señoritos sus nietos.

Para él los tres tiempos y los dos movimientos. Merecedor de los latidos de un corazón inmenso.

Foto de Stella. Serie Graffitis.

Foto de Stella. Serie Graffitis.

•El rancho una vivienda improvisada, generalmente mal construida o que no cumple con los estándares básicos de habitabilidad.

•La tapera.Glosario de jergas y modismos rioplatenses. Habitación ruinosa; rancho humilde y abandonado, o en muy mal estado de vivienda o en ruinas.

La jubilación del papeleo.

Foto de Stella

Foto de Stella

Era administrativo de una editorial. Pronto por la edad se iba a jubilar y los hijos de los anteriores dueños lo habían ascendido, para tener mejor pasividad. Por un año sería Jefe de Sección.

Lo extraño era que no tenía a quien mandar, porque la Sección constaba de un escritorio, dos sillas, un perchero, muchos ficheros y ultimamente un PC, que él pensaba que iba a poder manejar.

Las habitaciones interiores, daban a un patio con luz de claraboya, y estaban cubiertas de estanterías y en ellas bastante desalineados, libros, y más libros, carpetas, sobres. En otra de las piezas cajones con carpetas, casi anónimas de cuando él llegó a trabajar y ya existían

Se cansó de leer durante tantos años, y como todo lo que a él le parecía bueno, y a los demás regular, o malo. Dejó de opinar!

Así fué que a los libros les hablaba cuando tenía ganas de conversar con alguien, y les daba pequeños golpecitos, para quitarles el polvo de la quietud.

– Con semejante título, con ésa portada, con éste peso, con ésa letra, con ése tema, con ése final…Comenzó a pelear!

Cuando estaba por llegar al día de su liberación, es decir se iba a su casa, con más más tiempo para perder, salió hacia el Banco de Previsión Social, para firmar su último trámite. Llovía, y su viejo paraguas tan desteñido como su estampa, hablaba de la soledad en que se encontraba. Se estaba notando desde hacía tiempo el hombre prescindible que siempre había sido.

Sin consultarlo tomaron una nueva  limpiadora, que lo primero que hizo cuando él no estaba, fué poner los libros de algunos estantes de la primera pieza, por órden de altura, y si podía por el color del lomo.

Comenzó a limpiar en ése depósito, donde nunca se archivó un libro!

Cuando llegó el Jefe de Sección, vió unos cuantos libros por el suelo, en un gran recreo, mezclados los diferentes grados, sin ficha, sin órden, sin nombres y varias cajas de cartón apiladas en una esquina.

– Y ésto? preguntó. Cómo entró, con que permiso, quien es usted? casi gritó.

– Me contrataron los señores, yo soy limpiadora de la casa del Sr. Julián. Voy a venir varios días seguidos. Mire que yo no le saco el trabajo a nadie! En cuanto a los libros, creo que los van a donar, respondió atropelladamente la asustada mujer al ver al hombre completamente fuera de sí.

Al avisorar en el sitio compartido durante tantos años el futuro de sus vástagos, su furia se transformó en angustia y comenzó a gimotear.

– No se angustie, yo recién empecé, los vuelvo a colocar en su sitio. Hable con ellos, son buenas personas.  Yo hace más de quince años que trabajo en la casa del señor Julián

– Yo toda una vida que estoy aquí, usted no entiende.

– Me dijeron que usted se jubilaba, y que todo ésto les pertenece, que era el depósito de sus padres y es el de ellos.

El hombre se sentó abrumado en una de las sillas y la mujer lo miraba con piedad, sin comprender nada, porque ella estaba deseando jubilarse, y no lo podía hacer porque le faltaban años, y este señor mayor y agobiado, se angustiaba porque iban a dar unos libros.

– Creo, si no entendí mal que van algunos libros para unas escuelas, otros para la Universidad de la Tercera Edad, o un Centro o algo así, y el resto creo que lo compran. Así que todos van a estar bien. Llévese alguno, nadie va a notar que falta, el que más le guste, así le hace compañía. La mujer le hablaba de los libros, como si fueran personas, y en su ignorancia de los hechos, no estaba equivocada.

Porque ésos libros de polvo y soledad, ésos que nadie lee, eran sus olvidados hijos de probeta, y él había dado todo a un vientre de alquiler.

En ése momento comenzó la jubilación del papeleo.

Se levantó y salió a la calle, la llovizna fina lo envolvía y el paraguas se inclinaba con el viento. La mujer lo miraba desde la puerta, viendo como se alejaba ése hombre increíble del paraguas, que lloraba por los libros desteñidos del lugar.

Foto de Stella

Foto de Stella.