
Usos y costumbres.
Marisa tenía siete años y su hermano nueve. Hacía como un año atrás que a la niña se le complicaron las cosas, en la escuela. No porque no fuera despierta, si no por los comentarios de las compañeritas y las respuestas de Marisa.
Cuando una de las niñas con la que jugaba le dijo, que ella tenía un papá muy lindooo…otra comentó que su papá se había ido con otra señora, y otra dijo que su hermano mayor era su padre, Marisa les contestó que ella tenía dos papás. – Dos ? -Uno los viernes, y otro los miércoles.
Cuando le halagaron los buzos que llevaba puesto, dijo que se los hacía su abuela. Una de las chicas al ver el buzo finito que era le contestó, – Pero está hecho a máquina, porque yo tengo uno casi igual.
– Mi abuela tiene muchas máquinas. Tiene una fábrica de buzos!
No era que mintiera, imaginaba para no sentirse aislada, tomaba los lazos familiares construyendo un mundo amplio de relaciones. Simplemente Marisa hizo su propia familia y la podía agrandar a su antojo.
Entre los niños todo es posible y más.
A su hermano Pedro, todos los viernes su madre le preparaba un bolso, donde ponía ropa para el fin de semana y regresaba todos los domingos. Lo pasaba a buscar su padre Álvaro. Era un hombre grande, fuerte, con un auto inmenso, que aunque no era nuevo, servía para que los dos se fueran muy contentos, a pasear, al futbol, al cine…
Lo que hubiera dado la niña para que la llevaran, pero como le dijo Álvaro – Son salidas para hombres, y tú eres una pequeña muñequita.
Marisa lo quería igual porque era tan sonriente y le decía igual que Pedro. Papi.
Los miércoles la pasaba a buscar después que llegaba de la escuela, Santiago. Le decían Santi. Santi era un señor mayor, bastante calvo, por no decir del todo. Se fatigaba mucho, y usaba inhalador. Era lo opuesto a Álvaro, y por mucho tiempo la niña se opuso a que su madre le dijera que era su padre. Consideró todo injusto. Conocía a los dos desde que abrió los ojos, y a su hermano le tocó un padre jóven y lindo y a ella uno viejo y calvo.
Después de mucho batallar la madre logró que la niña lo llamara Papi Santi, y así también lo hizo su hermano. A partir de ahí ella decía que tenía dos Papis. Nunca se supo a cual consideraba de repuesto.

Foto de Stella
El barrio era de casas tan iguales que resultaba aburrido hasta mirarlo, y en la misma manzana estaba la escuela, así que iban solos y volvían con otros niños de la zona.
En una vivienda que tenía un pequeño jardín vivía Cirilo, al que llamaban Hilo, por la finito que era. Hilo saludaba siempre y se sabía los nombres de todos los de la cuadra, hasta que se fué poniendo viejo y terminó sentado en una silla de madera y cardo, y ya no saludó más.
En una de esas salidas que hacían al almacén, Marisa vió que a Hilo le estaban dando de comer en la boca, y le preguntó a la hija porque le daba la comida así. – Porque tiembla, no ves que es viejito. Es dos veces padre.
– Dos veces padre ?
– Claro le contestó la señora es mi papá y es abuelo de Zaira. La conocés a Zaira ?
Todos en el barrio conocían a Zaira, era una joven preciosa, y Marisa pensaba que cuando fuera grande iba a ser como Zaira, y tendría hermosas piernas para caminar con los zapatos de tacos altos y finitos. Lo que nunca había pensado Marisa era que Hilo fuera su abuelo.
Para los ocho años de Marisa su madre le prometió un fiesta con los compañeritos. Salían todos de la clase y en patota se iban a festejar a la casa.
Al pasar vieron a Hilo tan solo y a la del cumple se le ocurrió levantarlo de la silla y entre todos llevarlo al cumpleaños. Lo que costó más fué hacerlo subir los dos escalones que tenía la puerta de entrada.
Lo sentaron en el comedor, y el viejo Hilo abrió los ojos grandes con asombro al ver los globos de colores. Fué cuando Marisa delante de las compañeras le preguntaba a Hilo – Verdad que usted es dos veces padre ? y el viejo temblaba y Marisa decía: – Ven dice que sí… Verdad que Zaira y yo somos sus nietas ? y el temblor respondía ..- Dice que sí.! Y redondeando cuando los grandes llegaron al comedor, vieron un grupo de niños, y al anciano Hilo sentado con dos globos en la mano.
Marisa por mucho tiempo recordaría éste cumpleaños, porque pudo presentar a sus dos Papis, y a un abuelo a todas su compañeritas, y los regalos que le hicieron. Papi, le regaló una petaca para hacer que se pintaba y el bueno de Papi Santi, unas botas para el invierno.
Lo que la extrañó fué ver a un señor mayor, con el pelo blanco, al que no conocía, que le regaló una hermosa caja de lápices de colores, y que se colocó muy junto a su mamá y le pasaba la mano por la espalda. Por la mente de la niña pasó fugazmente una idea…
Otro papi !…No… No conocía a nadie con tres papis.!
Se le acercó y le preguntó. Cómo se llama usted ?.
– Me llamo Humberto, pero me dicen Berto.
– Usted tiene papá y mamá, volvió a preguntar la niña.
El hombre asombrado respondió…- Sólo mamá, mi padre murió hace mucho.
– No importa, respondió Marisa, yo tengo dos papis, si quiere le doy uno.
– No se regalan los papis, y veo que te quieren mucho le respondió el hombre.
– Y tu abuela ? preguntó una de la compañeritas, sacándola de su conversación
– Viene más tarde, la pasa a buscar Berto, y tiene para mí una gran sorpresa..Me prometió una mochila..
– Entonces no es sorpresa..le respondió la amiga.
– La sorpresa está adentro… respondió Marisa, mientras sus ojos pícaros se dirigían hacia Humberto y su madre, que quedaron asombrados sin decir palabra.
Qué bueno dijo la amiga, otro regalo más!
El señor canoso desapareció el mismo día de la fiesta…
Qué pena que no le dío el tiempo de traer a la abuelita!