Van a ver..

La mujer tijereta.

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

Furiosa…fuera de sí, tomó las tijeras, esas anchas y largas, la que corta el molde, la tela de alpaca del jaquet, la entretela y el forro.

Tomó la caja alta de cartón y con un van a ver, la abrió a los empellones, y se cayeron todas la fotos de ella, y de la vida de los otros.

– Vaya quietud, ahora vas a ver lo que es no tener silla donde sentarte! y ahí mismo le cortó el taburete, y la dejó con la asentadera al aire.

– Tú la zanguanga, la de la carrera ligera, ahora vas a ver. Y a la que estaba parada la dejó sin piernas.

Siguió con casi todas, a la señorita Soledad con la punta fina la dejó sin lentes, para que no dijera..- Que cuatro ojos ven más que dos.

Al pelado Plácido por cómplice, le hizo un triángulo en el cuello, para que se desangrara sonriendo lentamente.

La mano y la tijera, entablaron un diálogo.» Ya que estamos aburridas de hacer siempre lo mismo,» vamos por todo » y «cortamos por lo sano » y dejaron sin zapatos a los niños, a las damas enseñoradas, sacaron moñas gigantes de cabezas diminutas, tajearon trajes largos para mostrar las piernas, y a Pedro, a Juan, y a otros , les abrieron el cuerpo y dejaron el corazón a la vista, porque «todos los hombres son iguales.»

Trozaron árboles, achicaron calles, recortaron hojas, dejaron sin firmas a las dedicatorias, anónimos todos, hasta sin su ego.

La caja se iba vaciando y el piso se transformó en un gran rompecabezas sin sentido, cada cual buscaba su sitio, su lugar, su espacio, su época, su estilo.

Destrozar lo ajeno tenía color de delicia, se juntaba el blanco con el negro, el sepia, el rojo con azul, y el amarillo de la envidia. Aniquilar lo propio, éso fué como, el vino dulce a la ensalada de frutas.

Hasta que llegaron al niño desnudo sobre la tarima. El ángel sin sexo, al robusto de la avena Puritas, las mamaderas Pirex, el chupete de goma, el del pañal de tela, y la camisita de nanzú..

Ahí se detuvo la tijera, la mano se aquietó, porque entró por la cabeza y llegó hasta el pubis, el recuerdo acrecentado, y en lugar de ver a un niño rozagante, vió a un hombre, y en lugar de una tarima, vió un somier, y para peor en esa imágen recatada se reflejaba la desprotección de la desnudez sosteniendo el ombligo y tapando el sexo; el del gozo compartido, el de las noches con los ojos abiertos y oscuros.

Tomó la foto, y con alfileres, como achicando el traje que no usó, la colocó entre sus senos, y caminaba por la casa, desmelenada como poda fuera de estación,  con la mano laxa, y la tijera quieta.

 

022 - copia

 

 

• La tijereta. Es muy agresiva en la defensa de su territorio, enfrentando y aún acosando a aves de rapiña. Los guaraníes la llaman jhuguay-yetapá (jhuguay: cola; yetapá: tijera).   Aves migratorias del Uruguay.

 

Es una golondrina que exageró la cola,

tanto que, cuando empolla en su revuelto nido

de pasto seco y plumas, queda como al olvido,

fuera de él, esa cola: mustia, inútil y sola…»

Juan Burghi.


 

 

 

 

 

 

Qué le iba a decir…

“Es la mente la que crea el mundo que nos rodea y aún cuando nos encontramos juntos, parados en la misma pradera, mis ojos nunca verán lo que los tuyos contemplan y mi corazón nunca se agitará con las emociones que conmueven al tuyo”-George Gissing

Las Torres, la oficina y sus muchas ventanas. Le tocó, no por elección, la que miraba a la Avenida, desde donde se veían las personas como hormigas, y los árboles como manchas. La de las azoteas alquitranadas, los colores lejanos de la ropa tendida, las de los tanques de agua, y la de las otras ventanas, tan blancas, azules, y plateadas de aluminio.

Le tocó la del sol de frente, la del roller, la del mullido sillón, la de la botonera, teléfono y secretaria.

A su socio y amigo, se le asignaron los mismos metros, iguales chiches, pero el azar le concedió  la vista al río grande como mar, le dió la lejanía de los veleros, los atardeceres, y los días de niebla grisácea.

Fué cuestión de suerte, o porque pronto se iría le dieron la más cercana a la puerta.

No podía negar lo logrado, pero siempre fué así, ambicionaba lo que no alcanzaba. Su yo le decía lo apetitoso del otro. Miraba por la ventana equivocada.

Dejaba la oficina con – Salgo a almorzar y regreso a las 14 Hs. Dígale que salí al señor Lores.

– Él se retiró hace apenas unos momentos y también me dijo que almozaría fuera.

– Cualquier duda me llama al celular.

– Bien señor, lo mismo me dijo el señor Lores.

La miró, y pensó. Quién la habrá elegido, pensar que me dijeron en la Agencia que era de las mejores.

– Señor Suvier, si llega su esposa o su hija, les aviso que está almorzando.

La mente de Suvier …Una palabra más y la echo, no la resisto.

Por toda contestación asintió con la cabeza.

Siempre cruzaba por el puente acristalado que unía las torres al shopping, ése trayecto lo hacía por comodidad,  porque ahí, no hay ningún inconveniente, nunca llovizna, los pisos de baldosones blancos, reflejan  siempre los mismos trajes, las buenas cobatas, los impecables zapatos, los deliciosos perfumes, y las piernas mejor torneadas de la ciudad.

Pero ése mediodía, entre el fastidio por la tonta secretaria, y el de sus pensamientos, que desde hacía tanto tiempo lo venían perforando, decidió bajar por el ascensor, a la calle, al aire, atravesar la media cuadra que lo separaba y llegar al shopping a almorzar.

El viento suave venía del mar, y el sol pegaba rojo en la caseta de taxis, y aquí se encontraban en tamaño natural, hombres y mujeres reales, vestidos como podían, cargados con bolsas de compras, con apuro de no perder el ómnibus, aquí se podía pisar las hojas de los árboles, las veredas rotas, oler el carro de chorizos, el puesto de fruta, el de garrapiñadas, y de todo ésto se estaba impregnando. Para éstas personas las Torres aunque las vieran, no existían.

Entró por la última de las puertas automáticas, caminaba entre los pasillos con parcimonia, lejano al entorno, porque en la soledad en que se encontraba, el sentía dentro de sí un hueco morador de la noche,  perforador de voluntades.

Se detuvo, la vidriera daba su reflejo, se veía él mismo, tan bien trajeado, tan escrupulosamente limpio, pero no estaba solo, el estanque hace el mismo efecto, uno se mira y divisa todo el entorno, y queda desamparada la imágen, bailando.

Éso veía, y se conversaba asímismo…

 

P1120076 - copiaFoto de Stella.

Cómo le iba a decir a ésa jóven, que estaba equivocada, si lo miraba con ésos ojos de pájaro, abiertos, despejados, y el cuerpo se dibujaba ante él, en el deseo desnudado, y el contorno se hacía difuso en el azul.

Todo se había transformado en obsesión, y ella le hablaba del otro, de un amor en eclipse, de la noche, del deseo.

Cómo le iba a decir a esos labios, mil veces mirados, ansiados, si ella lo sacaba de sí, contándole del usurpador desconocido y él naufragaba en las palabras, se hundía en el aliento, se sentía sin amarra, mientras ella le contaba, de ése que ella amaba.

 

Hasta que la voz conocida del amigo, con algo de ironía dijo.

-Un marido  ideal, buscando algo para comprar en el cumpleaños de su esposa.

– Él respondió con la voz arrastrando las palabras.

– Estoy mirando.

– Luego nos vemos.

La voz, se fué por los pasillos del Shopping, mientras la imágen con dos focos, se diluía en el entorno de las vidrieras..

Nos espera…

11 de abril ..

Hoy tomas el té conmigo…

Nos espera:

La gran tetera de reluciente porcelana con flores en vistosos colores, la del borde dorado y la tapa con trampa, las tazas de contorno abierto, sus cubiertos y el plato de postre, las cucharitas labradas, las cajas de té, el colador de platina y su soporte, el azucar en pancitos y su pinza, las sevilletas dobladas en triángulo, el masitero, la lechera, el limón…el mantel confeccionado por tí..

Nos espera:

En la tarde, con sus hojas oscuras, o sus hebras doradas, sus diminutass flores perfumadas de jazmín, o sus deliciosos frutos del bosque y su asiento de agua tibia

La abrigaremos con su colcha ajustada de crochet, y esperaremos esos minutos, cuando se vierte el agua caliente, y suben presurosas, hinchadas, coloridas, y las pequeñas se agrandan, se enrulan, se aplanan, y quedan prisioneras del metal.

Nos espera:

El té que es el amigo de la casa, tú me lo presentaste un día, en tiempos lejanos, y fué para mí un amante innombrado, un sitio en el trabajo,  compañero en la soledad, comunicador en la compañía. Ha sido y es un confidente, siendo la tetera  motivo de alianza, de reunión, de dar y compartir.

Toda la fragancia inunda la mesa, tu mesa, mi mesa, mi espera de hoy, de ayer, de mañana.

Hoy festejamos, tomamos el té juntas, en casa.

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

 

Ruben.

Hoy un médico, escritor, un poeta, un amigo me hizo un regalo.

En un sitio donde he leído relatos hermosos, en un espacio cultural donde se hallan reunidos poetas y escritores, de todos los países de América y el mundo, subió un cuento mío!

Un cuento basado en un barrio de Montevideo, capital de mi Uruguay querido. Siento una alegría tan grande que quiero compartirlo con todos ustedes, mis Blogueros, mis pacientes lectores, mis comentaristas.

Dejo el enlace. Puro Cuento. http://www.teecuento.wordpress.com

El cuento se llama Secuestro Express.

Y como no quiero que sea de otra manera dejo una foto, una instantánea de un lugar amado.

Gracias Ruben García, para los que te conocen Rub. Me emocionaste tanto, te lo agradecen, todos mis relatos, mis fotos, mis caminatas y mi sitio, al que ayudas a seguir.

 

Foto de stella.

Foto de stella.

 

 

Una gota de asfalto en la retina.

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

Tu mirada teje y desteje los hilos de la trama del espacio.

Octavio Paz.

 

– Mañana me voy. Hacía meses que lo venía anunciando.

Nadie pensó que sería capaz, ni cuando dijo, mañana.

El mañana se diluye, se hace casi imposible, cuando no se cree en quien repite.

La adolescente, fué la única que vió en sus ojos, ventanas con paisajes.

– Es lindo donde vas a ir?

– Una isla de huesos, un precioso lugar donde hay mucha agua cristalina, el calor abrasa y se une a tierra firme por puentes. Ahí me esperan.

– Es un cementerio con muchos huesos ? No te da miedo irte, yo no podría hacerlo.  Te voy a extrañar mucho.

– Te voy a escribir, te voy a mandar una foto. Ya verás. No temas, fué un cementerio, un lugar de acogida para los rechazados, guarida de piratas. A los barcos los acompañan los delfines, un verdadero cuento.

– Me vas a llamar, me vas a decir como estás. Verdad, me lo prometes? Estaba en la edad del entorno imaginario, donde se puede poseer hasta un castillo.

Cuando llamaron a la vecinita habían pasado meses, el mañana estaba lejano.

– Nena, a tí te dijo a donde iba?

La pregunta imperiosa, la voz cortante.

– La adolescente sabía algo, el resto era una suposición, y dijo lo que más le había impresionado.

– Fué a un lugar con puentes, con mucha agua, y con huesos.

– Lo que yo presentía. Te dije que se mató, le contestó con furia la tía al padre. La debías de

haber contenido…Qué loca, loca..Será en el Santa Lucía?

El hombre mayor inquirió a los devalidos once años.

– Te habló del sitio? Qué me ocultás ? El tono sacudió las piernas, hizo sentir culpa, con olor a mar revuelto.

– Tartamudeando, explicó una ausencia. – Que era hermoso como un castillo flotante, como un cuento.

– No la sigas indagando, no ves que no sabe donde está parada!

Cuando le relató a su madre lo sucedido, la reacción fué de cólera.

– No les hables más, son de lo último. La tía es una chifle, y el viejo es un chupín.  Si les volvés a hablar se lo digo a tu padre, y van a ver lo que es decirle tarada a una hija! Si no saben donde está, que la busquen. Yo también me hubiera ido de una casa semejante.

– Mamá no me dijeron tarada…No exageres, yo me acerqué porque creí que sabían algo de ella.

Fué acorralada y calló el sitio.

Ahora aquella adolescente tiene la edad de la que se fué. y vé al mirar paisajes que nunca recorrió y su lagrimal tiene fisuras que deja el ojo seco.

Por una calle que grita el abandono y el desengaño de otras vidas vividas, vió en un muro descascarado un ojo, casi igual al que despidió hace más de veinte años.

Habla con mudez sobre la imágen y le reprocha la carta y el llamado que siempre esperó, y sin proponérselo recuerda en ése preciso momento el nombre que no dijo, el que acalló su mente, el que cerraron sus labios en la debida privacidad.  Cayo Hueso.

Ahora el ojo que la mira tiene una gota de asfalto en la retina.

 

 

“Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él.”

Ernest Hemingway.

Y así lo hago.

 

 

 

•El Río Santa Lucía es el afluente más importante del Rio de la Plata y uno de los mayores cursos de agua de todo el territorio. A lo largo de su extenso recorrido (238 kilómetros desde la Cuchilla Grande en Lavalleja hasta el límite entre Montevideo y San José), el Santa Lucía va trazando lindísimos paisajes que no suelen estar en los circuitos turísticos más populares y que realmente vale la pena descubrir.

•Chupín.  Jergas y modismos rioplatenses. Tomador de bebidas alcohólicas.