Exento.

Mini relato.

El golpe. Cerca del pómulo, se sacudió el cuello, se atragantó en un sordo quejido.

El moretón. La oficina, las miradas, los comentarios, los consejos, los dichos..

Reincidencia violácea, y la jóven pasividad.

La excusa. Servidumbre equivocada, silencio, connivencia, temor..

Él, hasta el final,  exento.

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

•Las mujeres de negro. «Juntas y fuertes como muralla». Son mujeres combativas, sensibles, valientes, comprometidas, mujeres unidas con el lema: » Ni una muerte indiferente »

La oreja prestada.

Cuento breve.

Tenía un bamboleo al caminar, que la hacía parecer un gran péndulo estampado .

Traía entre sus manos un palangana esmaltada con vivo negro, conteniendo en rollos desiguales, dos toallas y un jabón rosado.

-Abra primero el agua fría y déjela correr un rato largo, así se lava la canilla, y después mantenga sofrenada la caliente, que es la que tiene el tapón rojo. El desayuno es a las ocho, con pan, manteca y dulce casero. Aquí tiene, si necesita algo más me avisa.

Ni esperó las gracias, ni estiró la mano para la propina.

Cuando me desvestí y me miré en calzoncillos en el espejo largo y angosto del ropero, que hasta hoy no sé si era que el plafón del techo dejaba entrar la luz con muchos gravámenes, o cosa mía, daba lástima, me ví delgado, cansado, más desmotivado al ver mi facha que de costumbre.

El ser agente viajero tiene algo de peregrino, sin grandes motivaciones, con una lógica de costo beneficio.

Antes me trasladaba con maletas, que me complicaban en los despegues y las llegadas, ahora sólo son prospectos, y pronto, cuando en muchos de los rincones lejanos que conozco, llegue la electicidad, yo seré obsoleto.

No sé si fueron los deseos de ver una mesa bien servida, o fué un hambre urgente, la que me llevó a bañarme rápido y volverme a vestir.

Olvidé todo lo que había hablado en la semana, los versos dados, las increíbles excusas recibidas, las veces que marqué con el índice las láminas, y apunté los números.

Rutina, aunque el interlocutor sea otro, tu yo no te hace diferente.

Entré a la linda  galería delimitada por barandas verdes, y ahí golpeé las manos. En el silencio perfumado, pude sentir hasta mi latir, es un buen corazón el mío, me ha permitido ésta vida de eterno hombre sin domicilio fijo, llegar y tener como hoy un sitio humilde y limpio.

– Necesita algo?

La voz me sobresaltó, me inmovilizó. Las zapatillas de suela de goma, amortiguan hasta los pasos más pesados.

– Usted llamó verdad? Preguntó con voz fuerte, y me miró con sus ojitos negros y juntos, interrogándome, mientras se secaba las manos con un repasador.

– Sí yo llamé, quería preguntarle si sabe de un lugar donde pueda cenar algo.

– Aquí y a ésta hora, yo no conozco. El Bar del Pirincho cierra a las doce y abre a las ocho.

Miré el reloj, eran las doce y media pasada. No sé si fué mi cara la que le dió lástima, o era que ella estaba de buenas.

– Lo único que tengo es un poco de mondongo que estoy calentando, si quiere pase.

Me abrió la puerta de un cuarto, y en una piecita  estaba su cocina y lo que hacía de comedor. Sobre un simple calentador, una olla de aluminio contenía la cena.

El hambre me acercó a el mondongo, es decir nunca lo había probado.  Siempre decía comer estómago e intestinos, es comida de pobre fonda.

Una mesa pequeña y un mantel de hule, y dos platos con porotos pallares, una salsa fuerte y unas papas, y flotando esos rulos pálidos, que siempre que los ví me hacían acordar a una alemancita del barrio. Faltaban para ésa peluca unos ojos celeste.

Nos sentamos, y yo me quedé mirando el contenido del plato, con aritos dorados como pendientes sobre el aceite, inquiriéndole su procedencia cuando la mujer me dijo.

– Para beber tengo agua y si quiere algo fuerte tengo grapa.

Como todo un caballero le respondí.

– Lo que usted tome.

Sacó de un mueble pequeño una de las tantas botellas, se la acercó a los ojos como para ver el nivel, y en dos vasos panzones sirvió hasta el límite.

Fué una noche larga, en un confesionario indulgente, donde le conté a una desconocida todo lo que me pasaba, como si fuera una red social sin ningún peligro de respuesta,  porque la mujer tenía una buena cualidad, no preguntaba, o  porque no entendía, o no le importaba, y yo no tenía que movilizar el dedo índice acalambrado, no tenía que apuntar ningún número, no tenía que convencer, no tenía que decir que lo que yo vendía era lo mejor.

Nadie estaba obligado a decidir.

La salsa era picante y aceitosa, los rulos se resbalaban del tenedor jugando a la escondida, y otros más sagaces se deslizaban en tobogán hacia el estómago sin ningún problema.

La grapa transformó mis dichos y sus silencios, en cuentos reales o imaginarios.

Y fueron la una, las dos, las tres…Y el desayuno nos encontró dormidos.

vasos-de-bar-para-cana-o-grapa-ideal-para-tu-barra-barbacoa-8174-MLU20000494981_112013-FEfecto Desperfilar. Adobe Firework.

Mentalparadise Blog Friends Award.

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Premio Mental Paradise con trasfondo poético.

De Demiannicolas’s Blog, sobre una nube, me llegó éste premio. Siempre digo que los premios dados, son abrazos recibidos.

Tengo el privilegio, de estar entre amigos.

Te enriqueces, te invitan a seguir cuando desfalleces, conocen tus decires, es un sedimento recomendable, a cualquier edad, profesión, círculo social, al que la vida te lleve..

 

Ya he dejado de elegir, lo que me imposibilita hacerlo, es que tengo dentro de las gracias dadas, algo de cada uno de ustedes.

Te prometo que voy a abrazar a los que leo y les voy a decir para compartir el premio.

http://demiannicolas.wordpress.com/2014/10/17/premio-mental-paradise-con-trasfondo-poetico/comment-page-1/#comment-173

Gracias por el premio, muchas gracias, por estar conmigo.

 

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Una foto mía de un lugar que quiero…

Los que han tocado fondo.

1889. Jacinto y Toribio.

Cuando salieron de su ciudad,  para buscar un mejor vivir, eran jóvenes fuertes, ambiciosos, solitarios. No habian llegado a la ciudad vecina cuando el mayor desistió de seguir.

– Me quedo acá en la casa de Antonio, el me dijo que me quedara con él, y si pasa algo vuelvo a casa.  No hubo argumento o forma.

– Voy a cruzar la frontera.

–  Qué vas a hacer allí ? No hay casi gente, me hace recordar a nuestra tierra.

– Dicen que hay oportunidades, voy a ver.

– Toma entonces lo tuyo, y le entregó 14 pesetas.

–  Nos vemos, cuando no sé.

– Escríbe a la casa de Antonio.

Se abrazaban, se despeinaban, se empujaban y volvían a juntar sus cabezas.

Toribio, fué de pueblo en pueblo, hasta que encontro un sitio. Pasó años como  conocedor de pasturas, hasta llegar a ayudante de fotógrafo.

Le costó el idioma, pero pudo con él, lo domó, lo trituró, lo hizo añicos, hasta que logró que lo entendieran.

1898.Toribio y el patrón

Se perfeccionó. Lo ayudó la paciencia del propietario del lugar y la edad avanzada del mismo.

El lindo Toribio conquistaba a las damas del lugar. Cuantas fotografías sacadas porqué sí, para ver al ayudante del señor Brocua.

Así fué que llegó Aline, y dió la casualidad que el día que se decidió a sacarse una foto el jóven no estaba en el estudio. Dió un excusa y decidió volver otro día.

Al salir ella, él entraba. Principio de un conocimiento, que se hizo con el tiempo raíz.

1913. Toribio y Aline.

Perdió o dejó perder su pelo recogido, su blusa de cruní, su falda plisada. Todo puede volver a repetirse.

Nada de lo soñado podía ser. Él español, pobre, emigrante por el hambre padecida, conocedor del campo, venido en ayudante de fotógrafo de un pueblo.

Ella rica, criada para la vida de bonanza, culta alejada de lo pueblerino.

Comienzo y fin.

Los unió más la guerra, la que separaba las familias, unía a los desiguales.

Cuando se dice lucho por la patria, no te preguntan si es de acogida. Si dices que puedes sacar fotos en las trincheras, no te preguntan si eres un experto, o si sabes otras lenguas,  menos si dices soltero, y te ven con ojos abiertos, rudo y fuerte.

Ella ya había dejado de ser la niña curiosa, la melindrosa y consentida. Muerto su padre, y su hermano menor de escarlatina;  su madre entró en ese dejar hacer, todo va bien, aunque la tragedia para dos mujeres solas se veía venir. El hermano mayor se alistó, y la única que pensó en que podía no volver fué Aline, y le dijo.

– Cásete con Luisa, hazlo hoy, o mañana, pasa con ella aunque sea unos días.

– Piensas que no regreso verdad ?

– Pido para que regreses, pero nada es seguro. Aline era fuerte, frontal.

– Y tú te vas a casar con el fotógrafo español, del que hablan.

– No, pero hoy voy hasta el estudio y me voy a quedar con él hasta que se marche.

– Te vas a ir con él ? Y a donde se va a marchar ? El asombro, fué tan grande como la decisión de Aline.

– Lo toman como fotógrafo, y va a ir al frente.

1915. Aline y Toribio.

A Toribio no lo llamaron enseguida, le dieron un trabajo diferente, le pedían fotos de campos floridos, y si podían con lindas chicas y niños. Eran para la propaganda..

Toda propaganda tiene algo de verdad y base de mentira. Decían que se iban con la imágen dulce, a un lugar amargo.

Todo llega. Cuando Toribio partió al frente, Aline supo que volver a verlo, sería un milagro maravilloso para su corazón y sus ojos.

1917. Luisa y Aline.

Dos mujeres jóvenes, una anciana, y un niño.

La mayor poco habla y cuando lo hace, cree ver a todos vivos. Su marido y sus hijos. Y el niño hijo de su hijo, es para ella un desconocido. Viven juntos, sueñan, luchan las jóvenes por sobrevivir, y se sienten hermanas.

El niño ríe y juega con la tierra, es un yuyito florecido en un campo arrasado.

1918.

La niebla iguala, el gris se asienta en los campos, y la distancia es difícil de definir. Cuan lejos están los recuerdos, los sueños de las pesadillas, la necesidad de la abundancia, la vida de la muerte.

A menos tiempo que una esquela, que un hoyo, que una trinchera, que un vientre germinado, que un cuerpo exterminado.

Queda siempre, dentro de los que han sobrevivido un sabor amargo, las fisuras del alma  solo la ven los que saben mirar, los que saben amar sin restricciones, los que consuelan a los vivos, los que agonizan de hambre, los que sepultan a los muertos

– Los que han tocado fondo –

 

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Bubú..

Ciencia Histórica. Gracias al historiador,  Jesus García Barcala, por hacernos entrar de una manera tan espléndida en:
La Gran Guerra.

Mucha suerte y una gran divulgación con su trabajo.

 

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

Las manos comenzaron a hincharse, la piel aparecía oscura, gruesa, acartonada y los dedos unidos, como mitones. Calor, y más calor. Dos círculos rojos sobre las mejillas, y los ojos delineados, pespunteados en lágrimas.

Salió arrastrándose. Después corrió, corrió, sin saber hasta donde, con las palmas de un suplicante.

El enfermero con un gesto lo hizo detenerse en la entrada.

Desde ahí se veía parte de la urgencia. Las cortinas  separaban al que agonizaba, del que todavía daba muestras de seguir luchando. Sentado casi vecino a él, un soldado  jóven  tenía entre sus manos las botas y las medias, y sus pies descalzos, mostraba la misma piel tirante, amarronada y violacia, y pequeñas manchas que le llegaban al tobillo.

Como una disculpa en ese mar de dolor y de quejidos, le dijo.

– Me saqué las botas porque no podía caminar, por el dolor que me producían y luego sentí la hinchazón de los dos pies y ya no me las pude calzar. Me trajo un compañero.

– Mis manos, mirá mis manos, tienen el color de tus pies, y tuve salir reptando del puesto. Sentí varios tiros, han creído que era un desertor. Casi me matan.

Calor..calor..Un ventilador agotado de ver tanto sufrimiento, habla con el sonido de varias avispas y parece que da vueltas sin sentido buscando donde estacionar. Núcleo de las últimas miradas.

Entraron con una camilla corriendo. Uno de ellos, con una túnica remangada y gritando..

Los dos jóvenes se miraron, se vieron tan insignificantes ante el sufrimiento de los demás, porque ellos disparaban a matar al que tenían enfrente, no a desangrar lentamente, no a romper huesos que salieran insultantes, no a sacar ojos de las órbitas, y dejar aullando  a los hombres.

Un enfermero  se acercó, tenía su túnica muchos colores, tramos rojos, marrones, negros, y además sin darse cuenta cerca del hombro, relucía una escarapela de pelos rubios.

Preguntó con una voz agotada, de hablar sin ser escuchado, de escuchar y no tener palabras.

-Porqué vienen?

Los dos casi al unísono, avergonzados ante tanta tragedia mostraron unos los pies y otros las manos.

– De ésto aquí, no se muere nadie. Esperen.

Caminó un largo trecho, parecía que se dirigía hacia la absolución de un confeccionario y volvió con dos sobres oscuros y un frasco de vidrio y vendas.

-Se hacen baños con el polvo disuelto en agua tibia, los dejan largo rato en remojo y después se secan bien, y se ponen la crema. Tres veces por día.. Dentro de dos días vienen por el alta. No hay otra. .

Se marchó sin darles tiempo a que preguntaran que era lo que tenían. Igual importaba poco, ante tanta tragedia.

Juntos, uno con el pantalón remangado, y los pies dentro de un balde alto, donde en un líquido violacio flotaban pequeñas e indefinidas partículas blancas, el otro de piernas abiertas conteniendo una palangana donde colocaba las manos.

Un jóven ayudante, un adolescente casi repartía cartas. Las sacaba de una bolsa chata amarronada colgada a la bandolera. Muchos se acercaron.

Cuando dijo Louis B…El de los pies heridos dijo –  Soy yo, y levantó una mano.

Siguió diciendo varios nombres, pero a la tercera vez que repitió Tomás..C.. y nadie se acercaba el que estaba con las manos heridas dijo …Soy yo, se la puede dar a Louis, yo no puedo por mis manos.

Louis comenzó abriendo su carta y se ofreció a leerle la de Tomás, en voz alta.

 

Estimado Señor Louis….

 Tengo que comunicarle, que hubo una explosión, causada por una bomba, en la manzana de la botica; fué tan grande el lío que armó, que llegó hasta aquí el daño y se rompieron la persianas y los vidrios de una de las piezas y algunos vidrios de la claraboya de su casa.

Al entrar tan fuerte el viento y la tierra rompió el jaulón, y lamento decirle que se volaron sus pajaritos. Además desapareció Minoche, pero lo hizo antes de la explosión y la he buscado, pero me dicen que no la conocen.

Debo agregar que se hizo una rajadura en la pared de su dormitorio, pero se ve poco porque la tapa el ropero. Eso sí, tuve que sacar la ropa del mismo, para que no se manchara de humedad. Colgué los trajes en el barrote del baño, y adentro de la bañera puse ordenadita las demás prendas. Entraron todas. Las tapé con una sábana. Los zapatos no tuve más remedio que sacarlos de sus cajas, y los puse parados contra la bañera, bien limpitos y rellenos de papel. Le cuento todo ésto señor, porque sé cuanto cuida usted, toda su ropa.

Ya casi no se puede caminar en la zona así que creo señor Louis, que hemos tenido suerte, porque en la manzana donde vivía el señor legrand, desaparecieron tres casas. Todo esto me ha significado que para ir a ver al señor Logard, tengo que caminar mucho, porque hay que dar la vuelta al parque.

Ahora le pediría que le dijera al señor Logard, que me pague, lo que usted dejó para mí,  porque quiere darme el dinero en pequeñas cuotas. Sabe, yo le dije que lo necesito, pero me dice que las cosas cambiaron con la guerra, que la culpa la tienen los alemanes. Yo de todo lo que habla no entiendo nada.

Señor Louis, lamento decirle que estoy comiendo las reservas de la alacena de la casa, porque son muy grandes las colas para comprar algo, y todo está costando mucho.

Espero saber pronto de usted y que pueda solucionar algo con el señor Logard.

Hice todo lo que pude, usted sabrá que hacer, espero su respuesta y que siga bien.

Mariette…

 

Fueron tan grandes las carcajadas, de Louis, que hizo reir hasta, a los que estaban enfermos en sus catres, hasta Tomás sacó sus manos del agua y las subía como aplaudiendo.

– Quién es Mariette y Minoche ? preguntaron varios.

– Una vieja cocinera, y la gata…Ahora la otra carta.

La carta  para Tomas decía..

Querido Bubú.

Ayer conseguí avena y azúcar y un huevo, y le puse aceite en lugar de mantequilla y pude hacer la tortita que tanto te gusta. Así que fué en tu honor, y no es por nada pero me quedó riquísima. Sabes por aquí empezaron a escasear las cosas, espero que para navidad esté todo solucionado.

Te doy muchos besitos mi adorado, mi Bubú y espero que estés bien.

Berthe.

 

 

Todos se seguían riendo, hasta las lágrimas.

– Así que eras rico Louis, dejaste a quien te cuidara los zapatos y los pajaritos…Minoche,  huyó quien sabe a donde…y la busca la cocinera…

– Y tú Tomás, mira que bueno,  tu novia hace una tortita y te manda la cartita para que te la comas «…

– Sabes Louis, ésta te la gano, no sé quien es Tomás, ni Bubú, tomé la carta al tercer llamado, pero me llamo Charles..y… no quise dejar a la carta perderse sin que nadie la leyera…

Aquellas dos cartas domésticas sin importancia, después de las risas despertó en ellos un grito ronco, apagado.

Todos querían ser los pájaros liberados por el viento, y salir volando de ése jaulón llamado guerra, aunque tuvieran que ir en hilera con zapatos rellenos de papel, y apretando entre los dientes las últimas migajas dulces de Bubú.

Hasta el agua violácea se fué enfriando, aquel día tórrido de….1917

 

Foto de Stella.

Foto de Stella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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