Ciencia Histórica. Gracias al historiador, Jesus García Barcala, por hacernos entrar de una manera tan espléndida en:
La Gran Guerra.
Mucha suerte y una gran divulgación con su trabajo.

Foto de Stella.
Las manos comenzaron a hincharse, la piel aparecía oscura, gruesa, acartonada y los dedos unidos, como mitones. Calor, y más calor. Dos círculos rojos sobre las mejillas, y los ojos delineados, pespunteados en lágrimas.
Salió arrastrándose. Después corrió, corrió, sin saber hasta donde, con las palmas de un suplicante.
El enfermero con un gesto lo hizo detenerse en la entrada.
Desde ahí se veía parte de la urgencia. Las cortinas separaban al que agonizaba, del que todavía daba muestras de seguir luchando. Sentado casi vecino a él, un soldado jóven tenía entre sus manos las botas y las medias, y sus pies descalzos, mostraba la misma piel tirante, amarronada y violacia, y pequeñas manchas que le llegaban al tobillo.
Como una disculpa en ese mar de dolor y de quejidos, le dijo.
– Me saqué las botas porque no podía caminar, por el dolor que me producían y luego sentí la hinchazón de los dos pies y ya no me las pude calzar. Me trajo un compañero.
– Mis manos, mirá mis manos, tienen el color de tus pies, y tuve salir reptando del puesto. Sentí varios tiros, han creído que era un desertor. Casi me matan.
Calor..calor..Un ventilador agotado de ver tanto sufrimiento, habla con el sonido de varias avispas y parece que da vueltas sin sentido buscando donde estacionar. Núcleo de las últimas miradas.
Entraron con una camilla corriendo. Uno de ellos, con una túnica remangada y gritando..
Los dos jóvenes se miraron, se vieron tan insignificantes ante el sufrimiento de los demás, porque ellos disparaban a matar al que tenían enfrente, no a desangrar lentamente, no a romper huesos que salieran insultantes, no a sacar ojos de las órbitas, y dejar aullando a los hombres.
Un enfermero se acercó, tenía su túnica muchos colores, tramos rojos, marrones, negros, y además sin darse cuenta cerca del hombro, relucía una escarapela de pelos rubios.
Preguntó con una voz agotada, de hablar sin ser escuchado, de escuchar y no tener palabras.
-Porqué vienen?
Los dos casi al unísono, avergonzados ante tanta tragedia mostraron unos los pies y otros las manos.
– De ésto aquí, no se muere nadie. Esperen.
Caminó un largo trecho, parecía que se dirigía hacia la absolución de un confeccionario y volvió con dos sobres oscuros y un frasco de vidrio y vendas.
-Se hacen baños con el polvo disuelto en agua tibia, los dejan largo rato en remojo y después se secan bien, y se ponen la crema. Tres veces por día.. Dentro de dos días vienen por el alta. No hay otra. .
Se marchó sin darles tiempo a que preguntaran que era lo que tenían. Igual importaba poco, ante tanta tragedia.
Juntos, uno con el pantalón remangado, y los pies dentro de un balde alto, donde en un líquido violacio flotaban pequeñas e indefinidas partículas blancas, el otro de piernas abiertas conteniendo una palangana donde colocaba las manos.
Un jóven ayudante, un adolescente casi repartía cartas. Las sacaba de una bolsa chata amarronada colgada a la bandolera. Muchos se acercaron.
Cuando dijo Louis B…El de los pies heridos dijo – Soy yo, y levantó una mano.
Siguió diciendo varios nombres, pero a la tercera vez que repitió Tomás..C.. y nadie se acercaba el que estaba con las manos heridas dijo …Soy yo, se la puede dar a Louis, yo no puedo por mis manos.
Louis comenzó abriendo su carta y se ofreció a leerle la de Tomás, en voz alta.
Estimado Señor Louis….
Tengo que comunicarle, que hubo una explosión, causada por una bomba, en la manzana de la botica; fué tan grande el lío que armó, que llegó hasta aquí el daño y se rompieron la persianas y los vidrios de una de las piezas y algunos vidrios de la claraboya de su casa.
Al entrar tan fuerte el viento y la tierra rompió el jaulón, y lamento decirle que se volaron sus pajaritos. Además desapareció Minoche, pero lo hizo antes de la explosión y la he buscado, pero me dicen que no la conocen.
Debo agregar que se hizo una rajadura en la pared de su dormitorio, pero se ve poco porque la tapa el ropero. Eso sí, tuve que sacar la ropa del mismo, para que no se manchara de humedad. Colgué los trajes en el barrote del baño, y adentro de la bañera puse ordenadita las demás prendas. Entraron todas. Las tapé con una sábana. Los zapatos no tuve más remedio que sacarlos de sus cajas, y los puse parados contra la bañera, bien limpitos y rellenos de papel. Le cuento todo ésto señor, porque sé cuanto cuida usted, toda su ropa.
Ya casi no se puede caminar en la zona así que creo señor Louis, que hemos tenido suerte, porque en la manzana donde vivía el señor legrand, desaparecieron tres casas. Todo esto me ha significado que para ir a ver al señor Logard, tengo que caminar mucho, porque hay que dar la vuelta al parque.
Ahora le pediría que le dijera al señor Logard, que me pague, lo que usted dejó para mí, porque quiere darme el dinero en pequeñas cuotas. Sabe, yo le dije que lo necesito, pero me dice que las cosas cambiaron con la guerra, que la culpa la tienen los alemanes. Yo de todo lo que habla no entiendo nada.
Señor Louis, lamento decirle que estoy comiendo las reservas de la alacena de la casa, porque son muy grandes las colas para comprar algo, y todo está costando mucho.
Espero saber pronto de usted y que pueda solucionar algo con el señor Logard.
Hice todo lo que pude, usted sabrá que hacer, espero su respuesta y que siga bien.
Mariette…
Fueron tan grandes las carcajadas, de Louis, que hizo reir hasta, a los que estaban enfermos en sus catres, hasta Tomás sacó sus manos del agua y las subía como aplaudiendo.
– Quién es Mariette y Minoche ? preguntaron varios.
– Una vieja cocinera, y la gata…Ahora la otra carta.
La carta para Tomas decía..
Querido Bubú.
Ayer conseguí avena y azúcar y un huevo, y le puse aceite en lugar de mantequilla y pude hacer la tortita que tanto te gusta. Así que fué en tu honor, y no es por nada pero me quedó riquísima. Sabes por aquí empezaron a escasear las cosas, espero que para navidad esté todo solucionado.
Te doy muchos besitos mi adorado, mi Bubú y espero que estés bien.
Berthe.
Todos se seguían riendo, hasta las lágrimas.
– Así que eras rico Louis, dejaste a quien te cuidara los zapatos y los pajaritos…Minoche, huyó quien sabe a donde…y la busca la cocinera…
– Y tú Tomás, mira que bueno, tu novia hace una tortita y te manda la cartita para que te la comas «…
– Sabes Louis, ésta te la gano, no sé quien es Tomás, ni Bubú, tomé la carta al tercer llamado, pero me llamo Charles..y… no quise dejar a la carta perderse sin que nadie la leyera…
Aquellas dos cartas domésticas sin importancia, después de las risas despertó en ellos un grito ronco, apagado.
Todos querían ser los pájaros liberados por el viento, y salir volando de ése jaulón llamado guerra, aunque tuvieran que ir en hilera con zapatos rellenos de papel, y apretando entre los dientes las últimas migajas dulces de Bubú.
Hasta el agua violácea se fué enfriando, aquel día tórrido de….1917

Foto de Stella.
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