1889. Jacinto y Toribio.
Cuando salieron de su ciudad, para buscar un mejor vivir, eran jóvenes fuertes, ambiciosos, solitarios. No habian llegado a la ciudad vecina cuando el mayor desistió de seguir.
– Me quedo acá en la casa de Antonio, el me dijo que me quedara con él, y si pasa algo vuelvo a casa. No hubo argumento o forma.
– Voy a cruzar la frontera.
– Qué vas a hacer allí ? No hay casi gente, me hace recordar a nuestra tierra.
– Dicen que hay oportunidades, voy a ver.
– Toma entonces lo tuyo, y le entregó 14 pesetas.
– Nos vemos, cuando no sé.
– Escríbe a la casa de Antonio.
Se abrazaban, se despeinaban, se empujaban y volvían a juntar sus cabezas.
Toribio, fué de pueblo en pueblo, hasta que encontro un sitio. Pasó años como conocedor de pasturas, hasta llegar a ayudante de fotógrafo.
Le costó el idioma, pero pudo con él, lo domó, lo trituró, lo hizo añicos, hasta que logró que lo entendieran.
1898.Toribio y el patrón
Se perfeccionó. Lo ayudó la paciencia del propietario del lugar y la edad avanzada del mismo.
El lindo Toribio conquistaba a las damas del lugar. Cuantas fotografías sacadas porqué sí, para ver al ayudante del señor Brocua.
Así fué que llegó Aline, y dió la casualidad que el día que se decidió a sacarse una foto el jóven no estaba en el estudio. Dió un excusa y decidió volver otro día.
Al salir ella, él entraba. Principio de un conocimiento, que se hizo con el tiempo raíz.
1913. Toribio y Aline.
Perdió o dejó perder su pelo recogido, su blusa de cruní, su falda plisada. Todo puede volver a repetirse.
Nada de lo soñado podía ser. Él español, pobre, emigrante por el hambre padecida, conocedor del campo, venido en ayudante de fotógrafo de un pueblo.
Ella rica, criada para la vida de bonanza, culta alejada de lo pueblerino.
Comienzo y fin.
Los unió más la guerra, la que separaba las familias, unía a los desiguales.
Cuando se dice lucho por la patria, no te preguntan si es de acogida. Si dices que puedes sacar fotos en las trincheras, no te preguntan si eres un experto, o si sabes otras lenguas, menos si dices soltero, y te ven con ojos abiertos, rudo y fuerte.
Ella ya había dejado de ser la niña curiosa, la melindrosa y consentida. Muerto su padre, y su hermano menor de escarlatina; su madre entró en ese dejar hacer, todo va bien, aunque la tragedia para dos mujeres solas se veía venir. El hermano mayor se alistó, y la única que pensó en que podía no volver fué Aline, y le dijo.
– Cásete con Luisa, hazlo hoy, o mañana, pasa con ella aunque sea unos días.
– Piensas que no regreso verdad ?
– Pido para que regreses, pero nada es seguro. Aline era fuerte, frontal.
– Y tú te vas a casar con el fotógrafo español, del que hablan.
– No, pero hoy voy hasta el estudio y me voy a quedar con él hasta que se marche.
– Te vas a ir con él ? Y a donde se va a marchar ? El asombro, fué tan grande como la decisión de Aline.
– Lo toman como fotógrafo, y va a ir al frente.
1915. Aline y Toribio.
A Toribio no lo llamaron enseguida, le dieron un trabajo diferente, le pedían fotos de campos floridos, y si podían con lindas chicas y niños. Eran para la propaganda..
Toda propaganda tiene algo de verdad y base de mentira. Decían que se iban con la imágen dulce, a un lugar amargo.
Todo llega. Cuando Toribio partió al frente, Aline supo que volver a verlo, sería un milagro maravilloso para su corazón y sus ojos.
1917. Luisa y Aline.
Dos mujeres jóvenes, una anciana, y un niño.
La mayor poco habla y cuando lo hace, cree ver a todos vivos. Su marido y sus hijos. Y el niño hijo de su hijo, es para ella un desconocido. Viven juntos, sueñan, luchan las jóvenes por sobrevivir, y se sienten hermanas.
El niño ríe y juega con la tierra, es un yuyito florecido en un campo arrasado.
1918.
La niebla iguala, el gris se asienta en los campos, y la distancia es difícil de definir. Cuan lejos están los recuerdos, los sueños de las pesadillas, la necesidad de la abundancia, la vida de la muerte.
A menos tiempo que una esquela, que un hoyo, que una trinchera, que un vientre germinado, que un cuerpo exterminado.
Queda siempre, dentro de los que han sobrevivido un sabor amargo, las fisuras del alma solo la ven los que saben mirar, los que saben amar sin restricciones, los que consuelan a los vivos, los que agonizan de hambre, los que sepultan a los muertos
– Los que han tocado fondo –