Le causaba rechazo el mirar hacia lo alto de la pared, y ver al terminar esas guardas, imprimidas sobre la cal justo antes de llegar al cielo raso. Lo que cerraba el ciclo del cuarto era un simplón alargado y angosto y su manija para abrirlo.
La luz anémica, venía de un pozo de aire, era magra, casi gris, pero al llegar a los dibujos los iluminaba y los hacía parecer más anchos, más terminales.
– Que te gustaría de regalo para tu cumpleños?
– Una ventana grande, muy grande.
– No podemos cambiar el apartamento, pides cosas imposible. No te gustaría algo para tí, un par de zapatos, un saco azul, una cartera de cuero con bolsillos, con repartición en el medio, para el colegio?
Cómo se trueca un sueño, con lo ofrecido? Lo anhelado se hizo obsesión.
Se veía corriendo por las guardas, puro laberinto, saltándolas, contándolas, y en los extremos, dejaba su resentimiento opaco.
Rosca muda, sin pedidos, guardabultos, depósito del corazón.
Se comprende lo imposible, se admira al caminar la casa de los otros, se envidia, y el deseo vehemente, se mastica.
Toda una niñez, con una habitación sin aire, y luego una adolescencia apretada por una puerta ventana, hasta llegar a la juventud.
El elixir a los sueños frustrados, la posesión sin trabas. Ventanas abiertas, donde corre el aire libremente, porque suyo es el tiempo, y el olor a grupos de flores sin un perfume definido, gusto de oir la lluvia golpeadora, color a sol quemante, y sentir los pasos ajenos sobre veredas conocidas y ver la danza de pájaros entre las cortinas de voile transparentes.
La reunión de un grupo de amigas es íntima, y la anfitriona sirve, en unas copas con dibujos geométricos grabadas al ácido, una sidra helada.
– Qué hermosas copas! manifiesta una de las invitadas.
– Eran de mi madre, me regaló todo el juego.
– Qué suerte tienes! Dice otra y agrega.
– Ahora está de última moda todo lo vintage, como éste juego, los platos ingleses floreados, las dulceras de cristal y los botellones como el que tienes sobre ésa mesita. Por lo que veo, posees cosas hermosas antiguas. Eran todas de tu madre?
– Casi todas de ella, hay algunas de la abuela. No sé bien que le pasó con éste juego de cristal, nunca usó ninguna pieza. Me decía que le recordaba a una habitación, que tenía un simplón. Mi madre guardaba en su mente, visitantes nocturnos, y una manera extraña de divisar ciertas cosas.
Todas al unísimo, Por un 2015, mejor…Felicidades…Suerte…Salud…Éxito…Amor…
– Brindemos.
Las copas se levantaron y formaron una guarda griega, levemente amarronada, sobre los jóvenes rostros, que sin saberlo, festejaban felices.
Por un resquicio, del hermoso lugar, sin que nadie lo viera, entró zigzagueando el simplón de la ventana y su manija, se fueron elevando hasta toparse con la greca griega, y Helios hizo un milagro de luz sobre los recuerdos…