Una mesa rectancular de fórmica y madera los separa. Ambos apoyan sus antebrazos y sus manos inquietas los delatan.
La mujer le manifiesta al hombre.
– Por arriba de mis supuestos errores, está él, esperando sábado o domingo para verte.Tú indiferencia lo derriba, no basta el celular y los mensajitos, no alcanza con una tablet, y subir fotos. No sabes ya lo que es tocar, acariciar, besar. Mirar….
Nada de lo dicho tiene respuesta.
Traen un café y un agua mineral burbujea en el vaso.
Por los ventanales, se divisa La fuente de los Candados…Los que colocan un candado, vuelven al sitio. No se habla si regresan en las mismas condiciones, con el mismo bagaje de ilusiones, con el andar cansino del turista, o el urgente del enamorado. De citas y contramarchas está lleno el mundo junto con puentes, fuentes, puertas y portones.
Los dos son un simple ejemplo de que no sirven los candados..
– Ya avisé en el Instituto, que el martes, el que lo retira eres tú, o tu madre. El martes a la cinco y media. Te estoy dando tiempo.
– El martes, porqué el martes? La voz del hombre luce apurada, como si la entrega no fuera la correcta, da un giro en el asiento y se quedan mirándose, se miden.
Los ojos parpadean, las bocas están casi a un susurro. Tanto que se miraron, se tocaron, se besaron y se gozaron, y hoy con gestos y palabras, y agudos silencios, se ven o no, como son, débiles errores, farsas, y de que lo único cierto es que tienen un Aníbal, un guerrero que busca un lugar merecidamente seguro.
La mujer duda en la respuesta. Se contiene, desea decir tanto y tan fuerte, pero no debe. No vale luchar por lo perdido y trata de salvar lo que queda.
La luz ilumina la fuente, brillan las marcas, se ven los tamaños, se apretujan los incondicionales, los hay tan pequeños que no se cierran, y permanecen indiferentes ante los otros, engrandeciendo las fotos, los selfies pasajeros los inicialados hasta el óxido.
Ése especial momento se repetirá, en otras manos, en otras llaves, en diversas bocas…
Las de ellos enmudecen, la carga parece pesada, tanto que puede derribar la fuente.