– Fue en verano, cuando la piel brillaba y el sudor se retenía en las pestañas. Le pedí que me ayudara. Untó dos dedos y los pasó muellemente por la espalda.
– Sara!…Lo recuerdas aún?
– Olvidé su nombre, y apenas tengo un vago recuerdo de su cara. Éramos estudiantes de la nada.
– Entonces?
-Algunas veces, cuando menos lo espero, siento en la columna de poesía olvidada, dos tizones que me rozan la espalda, y un infinito girar de corcho en vidrio oleaginoso, que me canta.
Foto de Stella.
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