Miré sus ojos, ví la indefensión.
Perdoné heridas, que deja ése empujar siempre a un limitado espacio.
Sostuvo la mirada, pero toda ella me absolvía sin acto de contrición mediante.
Volví sobre mis pasos, ya no estaba. Se marchó; desnudó mi alma, sin decirme que me amaba.
Cincuenta palabras.