– Porqué me sigues? Ahora me voy a tomar un café en la cocina y te invito…No sabes contestar, Mira que no me das miedo!
La respuesta es el silencio. La mirada se bambolea desde la mesa del comedor hasta la sombra alargada y finita, que está reflejada en la ventana del corredor.
No es su sombra, le habla al otro, al compinche, al que quiere envenenarle la vida, con ese trajinar de recuerdos viejos.
La luz entra despaciosa, se trasmuta en claridad cuando se abren las persianas, y Sara lo encara.
– Otra vez hablando solo! Ahora me vas a decir que es nuevamente Diego que vino a conversar contigo, o que te espía desde la ventana.
– Vino de nuevo y quiere que hablemos de su mujer Aline, y porqué yo la deseaba tanto…tanto…que estuvimos años juntos, sin que lo supiera.
La mujer se aquieta, ya no le recrimina el hablar solo, ahora entra en la historia. Los engaños, el amor compartido, y el sexo, atraen a la mujer del pobre hombre.
– Tuviste una relación de años con Aline?
Ahora Aline existe, se puede preguntar sobre ella. – Era hermosa?
– Muy bella, deslumbrante. Era un resumen de lo que todo hombre busca. Era una fiesta!
Ella se sabe linda, pero reacciona, es la competencia existente o no. Era la mujer compartida, la mujer de Diego, y ella, no es más que la madre de los hijos del hombre.
– Porqué la abandonaste entonces? Sabes que te hubiera dejado ir.
El cuerpo se ablanda, se sienta. Le pregunta a alguien que está a su lado, porque no desistió de ella.
El corazón le late despacio, sin prisa, busca la solución y no la respuesta. No tiene sentido que ella entre en los corredores de sombras. Ella es la cuerda, no él.
La respuesta llega como si se despidiera, de Diego Poeler y Aline su mujer.
– Porque Diego y yo, matamos a Aline. Por eso ninguno de los dos pudo reclamar nada. Ahora que está envejeciendo me espía. No sé a que viene, no sé.
– Viene por mí, me viene a buscar….Quiere que sea nuevamente su amante.
Es el resarcimiento de las almas enfermas, lloviznando en grises.
– No me dejes solo Sara…No me dejes..
La venganza y la sinrazón se unen, las palabras se desgranan aún más, y la sombra finita y alargada se transforma en el árbol de la vida y los acompaña.
Foto de Stella.