Dilema

– Así no puedes seguir.  Yo que tú iba y le pedía una definición. Sí o no.

Ella calla, sabe que todos tienen razón, pero el dilema es de su posesión.

Se viste, se arregla, se mira, se sabe hermosa…Alcanza casi los treinta y después.

Entra en ese edificio, donde el granito negro soporta los grandes ventanales, que reflejan el eterno transitar, de esa marea humana. El brillo y el sol la enceguece.

Se siente fuerte y enerme al mismo tiempo.

Y si le dice que no..No.. a dejar a su familia y a sus hijos, a poner en riesgo su posición, a esa aventura vacacional, de sexo esplendoroso, de llovizna dorada.

Se detiene, guarda en el bolsillo de su blanca chaqueta, el no negro, el imposible, el difícil. Cierra la lengueta y lo aprisiona con su mano.

Entra con ese desconocido grupo al ascensor de los pisos impares, pero solamente está atenta a no permitir la fuga del prisionero.

La recepcionista la detiene.

Tiene que decir el nombre y apellido, y lo que levantaría la barrera, sería

– Tiene usted hora asignada?

– Su resplandeciente rostro dice – No..

En ese momento siente un movimiento en su chaqueta, dejó su mano en movimiento, y el cautivo se esfumó.

Vuelve al recorrido, vuelan sus ensueños, se rompen los abrazos, se esfuman los susurros, se aquietan sus manos.

No puede esperar día hora, estrechando días.

Legó un dilema, lo demás está saldado.

Foto de Stella

 

A las diez y cuarto..

 

 

 

Las empleadas que hacían los turno en la caseta del parque, veían siempre entrar a las diez y cuarto, a un señor vestido formalmente, con un portafolio, que se internaba en el parque con un cigarrillo prendido por la senda derecha. Una hora después aproximadamente, lo veían retirarse. Parecía un hombre que quería hacer algo de ejercicio antes de comenzar a trabajar.

Una mujer siempre entraba vestida con un equipo deportivo, el pelo recogido en una colita, y su andar era el de alguien que quiere mantenerse esbelta, trotando en el parque.  Siempre tomaba el lado izquierdo de la senda.

Eran figuras conocidas de los vigilantes, tanto que el hombre siempre  saludaba con un fuerte

– Buenos días y la mujer dejaba su bicicleta, estacionada con cadena y candado, y saludaba agitando la mano.

Los árboles linderos eran los que verdaderamente sabían del secreto. Hay situaciones que parecen ser casualidades, y son actos programados, pensados, estudiados.

Fue una mañana fría de julio, cuando  el hombre como siempre tomó su camino, y se perdió en la bruma su sobretodo oscuro y su bufanda. Al poco rato salió, y se dirigió a la caseta, previa mirada hacia donde se colocaban las bicicletas.

– No vieron por casualidad entrar a una mujer…y el  hombre se detuvo y se quedó mirando, interrogando.

– Hoy entraron varias señoras con el profesor de gimnasia..y..

– No la señora que viene en la bicicleta roja, la que la estaciona aquí…

– Lo que sucede, es que hoy fuimos hasta la Dirección y no estuvimos todo el tiempo acá.

– El hombre dio las gracias, y volvió a entrar al parque por el lado derecho.

Las empleadas se miraron, y comenzaron a cuchichear entre ellas, y se sonreían con picardía..

Fue cuando vieron a un hombre mayor, que se dirigió a la caseta, y  sin que mediara nada más que sus palabras les preguntó.

– Vieron a una mujer rubia con el pelo recogido, que viste un equipo deportivo? Y muchas veces viene en bicicleta?

La mayor de las empleadas, por la rendija de la ventanilla le expresó.

– No señor, no hemos visto a nadie así hoy, y como usted puede ver, no hay ninguna bicicleta.

– La han visto otras veces verdad ?

– Señor aquí en el parque entran muchas personas como la que usted describe, la mayoría se recoge el pelo.

– El hombre con evidente fastidio, preguntó nuevamente.

– Y a un hombre con traje y portafolio lo han visto ?

Y casi al mismo tiempo, las dos dijeron .

– Hombres con portafolios vemos muchos…-  Pasan por la vereda,  pero no entran al parque..por aquí está la casa de Gobierno..el Pre Universitario..

– Lo sé manifestó, manga de inútiles.

Una de las empleadas, con toda saña le preguntó.

– Pasa algo, tiene algún problema..Busca usted a su hija ?

Fue lo suficiente para que el hombre se alejara y vieron su auto partir por donde transitan los señores de sobretodo y portafolio.

Cuando reapareció el señor del buenos días, que ahora tenía la mirada más perdida que habitualmente.

Le dijeron.

– Mejor salga por la otra entrada porque….

– Porqué…preguntó el desorientado hombre.

– Anda un señor furioso, buscando a su hija, parece que es una rubia que se recoge el  pelo, y algunas veces viene en una bicicleta roja, y… .

El hombre más confundido que nunca expresó

– Gracias,…. pero igual voy a salir por la entrada principal, porque… y ahí quedó la explicación para pena de las curiosas y entrometidas vigilantes.

Lo vieron alejarse por última vez por el camino, franqueado por las palmeras Pindó y parecía una sombra que se alejaba, en la bruma de julio..

Las empleadas, los jardineros, las personas que hacen habitualmente gimnasia, los que corren,   todos los que sienten la soledad apretada que los rodea y conversan con las plantas, no vieron más a una rubia espectacular, ni a un señor con portafolio, ni a un alterado  hombre mayor que buscaba algo perdido

 

Lástima.  Los extrañan, las magnolias, las avenidas de cipreses, los olmos, las palmeras, los bancos, el puente de piedra, el cañaveral, los peces de colores, los pájaros, las chicharras, y diría más  todos los amantes que han mentido y se citan bajo algún árbol protector, a acariciarse, en esos eternos, dulces abrazos, dependiendo de la hora, sin importar las lloviznas del otoño, el frío del invierno, con cielos grises o azulados, según  la estación, bajo la mirada atenta del ángel protector.

 

 

 

 

Fotos de Stella.

Recuerdos del Jardín Botánico.