La entrada de desiguales adoquines emparchada con cemento. Robados, de alguna calle asfaltada del puerto.
La casa grandiosa por fuera, y covacha de rencores por dentro.
Elogios por doquier, hicieron el resto.
Creció la fastidiosa sabandija que llevaba adentro.
Y hoy es a no dudarlo, señor de los misterios.
Cómo logró tanto en tan exiguo tiempo?
El da la fórmula, vivir los imperfectos sueños.