Yo pensé que quien llamaba era un objeto interno necesitado, o uno externo necesitado y destruido, que llama a la persona para que le ayude. Pensé que “quien llama” era el súper-yo o el objeto dañado mismo (…), pero quien llama es el niño que hemos sido. El niño que hubiésemos querido ser.
Marie Langer, psiquiatra vienesa
La llovizna finita impedía a la niña ser la Primavera.
La quería azul, amarillo, rosa, blanco, verde. Igual a sus mágicos lápices de colores.
La quería deleitable como el chupetín de su hermano más pequeño, pero lo que ansiaba la encía, era el mordisco goloso, en el agua dulce de la sandía
Ya van a llegar le decían; pero los tiempos de rodillas amoratadas, no sabe de mas apremio que el momento mágico del arco iris, en las pompas de jabón.
Y se enoja, llora, y combate contra la lluvia, contra el jardín, donde es suyo el jazmín blanco y pegajoso.
Muchos años después, cuando los árboles se miden por la proyección de su sombra, y los colores se ahuyentan, llevándose la h aspirada, se coteja la vista, junto con el sabor y se elude el gozo de la dentellada…
Aún le queda el aroma, por descifrar