Con los brazos extendidos, abiertas y juntas las palmas, frágil el cuerpo, mañanera la boca, y el pelo oscuro extendido como alas.
Sin conocimiento del abismo, se zambulló en una entrega total, entre las puntiagudas piedras de su playa.
En lastimada espera, desea en silencio una palabra, cuando hace años que quedó la voz en calma.