La Tina.

  Relato Breve.

En el Bicentenario.

El  año que llegó al país, nadie lo sabía con exactitud. Ni él mismo, lo podía contar . No entendía lo que le decían ni los que lo cazaron y lo metieron en el barco, ni éstos de ahora que lo encerraron junto con otros, por miedo a las enfermedades.  Después de sufrir  por tanto tiempo, rompió las ataduras y dejó de oir.

Al no oir no respondía. Sólo cumplía con el trabajo cuando el gesto y el grito era tan fiero, que espantaba, más que el látigo, más que el ruido del hambre.

Se sabía que llegó en pleno invierno, en el mes de julio y como a muchos le pusieron por el santoral Benito.

Nombre de santo, para un negro fiero que no conoció más dios que sus dioses en el follaje espeso de su África, cuando era libre.

Previo remate, fué a dar a una estancia por Santa Lucía, y ahí conoció a una negra tan fea como él, pero unieron sus desgracias, sin entenderse en el habla, pero sí en la desolación.  En las caricias no hay idiomas y empezaron para gozo de los dueños, más que para ellos, a engendrar negritos.

Al primero, le querían poner Caxito, pero el dueño y el cura se opusieron y repitieron el nombre de Benito para que el niño fuera más santo que el padre, más sumiso. Con el segundo se sacaron el gusto, para los siguientes  ya no importaba, elegían los demás.

Eran de Luanda…Ellos eran los Calengo.

A Benito y Caxito, cuando fué finado el patrón, los heredó o los compró un tesorero de la Aduana. Ya no quedaban padres para extrañarlos y una de sus hermanas había tenido un pardito con uno de los peones que era blanquito, y se creía más que ellos y ni les hablaba. Las otras dos mujeres, una fué embarcada en un trueque  para Brasil, y la otra se murió de puro gusto. A raíz de esto tuvo una diferencia Benito con el capataz y un hachazo en la muñeca izquierda, casi le vuela la mano.

Le quedó una cicatriz, más gruesa que los labios, y una dificultad para cargar, que le bajó el precio. Caxito, era bajo y bastante gordo, casi sin dientes, igualito a la mamá . Los dos habían pasado por la viruela, y tenían marcas en las caras.  Eran negros de deshecho.

Con todos éstos inconvenientes, igual pasaron a ser negros de ciudad.

El  nuevo patrón, la mujer y los  hijos, tenían la mala costumbre de bañarse cada quince días. Se bañaban hasta en invierno!  Qué desgraciados éstos de la ciudad.

Los calengo, y los otros negros de la estancia se bañaban en los cañadones, y ahí había agua abundante para todos.  Los patrones eran atendidos por las negras de las casas, pero nadie comentó nunca que se bañaran tan seguido.

Foto de Stella.

Una de las tareas de los nuevos negros, de las tantas que tenían era llenar la tina grande de mármol con agua tibia.

Agua tibia!  Prender el fuego con leña de monte, entre las piedras del patio grande, y cuando el fuego  fuera fuerte, llevar el agua desde el aljibe, a balde y roldana, hasta la olla grande . Cuantas ollas para llenar la tina, cuantos viajes cargados, que dejaban un reguero de agua, que era aprovechada por perros y gallinas.

Todo para que el dueño de la casa nunca la encontrara suficientemente tibia, y ni que hablar de la doña que se bañaba después, y le daba por poner cáscaras de limón, para perfumar o alguno de los chiquilines que llegaba último.  Se bañaban por un orden jerárquico en la misma agua .  Después venía el vaciado, llevar esa agua sucia y jabonosa hasta los caceríos, para lavar la ropa, los pisos, los cacharros y las letrinas.

Fué en uno de esos días de calor de verano en que canta la chicharra, que a Don Abrosio, se le dió por bañarse. Creyó Benito que con agua fría estaría bien, pero no…tibia porque estaba resfriado…media tibia…a calentita…sin quemar..

Andá a buscar la leña al monte, cortala a machete, traela atada, cargala a lo burro, y después roldana, balde, roldana, prendé el fuego, calentá las ollas, llevalas a la tina, probá la tina, vaciala, limpiala.

Sentía Benito una voz que lo acompañaba en ese contínuo fustigar :  Si tenés calor y los ojos te arden del sudor, no importa. Dan  las doce campanadas, y el sol está a pique, aguantalo  para qué sos santo , no te llamás Benito!.. Sos esclavo porque sos negro, la culpa es tuya, porque tuyo es el color.    Si te querés bañar, pedile al capataz, que cuando los dejen salir a todos, a ver si te podés tirar en la bahía, ahí donde atracan los barcos, y de donde bajó tu padre.

Ese día del 12 de diciembre de 1837, a la una en punto, según la Iglesia, el baño estaba pronto, y dos negros uno alto, y flaco y otro bajo y gordo, llamados Benito y Caxito, conocidos por los Calengo, estaban esperando al patrón, para ver si no había que tirar más agua caliente en la tina.  Fué cuando llegó uno de los hijos del amo para decirles, que su padre  iba a demorar, por un trámite en la Aduana, que lo esperaran ahí.

Los dos pensaron lo mismo. El agua se va a enfriar, y tendremos que hacer el trabajo de nuevo.

Sudados como estaban, se sacaron la camisola, y el pantalón y desnudos se acercaron a la tina de mármol blanco, con sus pies grandes, anchos, con suela de barro, y talones rajados  .

Con la alegría de niños aunque eran hombres grandes, se empezaron a mojar con esa agua tibia, calentada a leña perfumada.

Nunca más felices!! Eran los patrones de la tina, los primeros en bañarse…

Se demoraron mucho… salpicándose…

Se vió la sombra atravesando el patio…

Saltó como si no hubiera ningún límite….. corrió hacia el monte….dejó a Caxito…sólo…

El amo no atinó a nada, correr a alguién tan fiero, era imposible y riesgoso …así que mandó a Caxito a limpiar el baño, sin ayuda, y a partir de ahí, él era el encargado de la leña, del fuego, del acarreo, de la limpieza, de los orinales y de la tina…

Salió el  tesorero , con furia a poner un aviso en el diario…No valía el negro lo que ofrecía, pero su amor propio valía mucho más.

En un aviso publicado en » El Universal » del 14 de diciembre de 1837.. se dice:

100$ de Gratificación.

» Se ha huído un negro llamado Benito conocido por Calengo, es alto, fulo de cara, algo picado de viruela, tiene un hachazo en la muñeca izquierda y los labios gruesos, dicho negro, tendrá como 25 años y nació y fué criado en la estancia del finado Mitre, en Santa Lucía, en Vejiga arriba, y después pasó a poder de D. Ambrosio Mitre tesorero de la Aduana, el que lo encuentre y lo entregara en la panadería conocida por la del gallego que está enfrente al Fuerte San José.»IMG_0002

 

Era que en ese tiempo  los negros fugitivos se vendían como pan caliente..