Contestando a Mauro.

No es su nombre, lo elegí al azar, me pidió privacidad con respecto a su identidad..

El email llegó, y yo no tenía idea quien era el que me lo enviaba. Dice que de casualidad viendo un Power Point mío,  llegó hasta mi correo electrónico. No lo dudo. Me cuenta al principio muchas cosas de su vida, de sus logros, de su traslado a Estados Unidos, de los cambios que realizó en diferentes estados, hasta que se estableció en Miami, y de  su complicado divorcio.Una conversación sumamente agradable, de un hombre mayor, profesional y jubilado. Entre otras cosas me pregunta la situación del país, la vivienda, la educación superior, los balnearios, la ciudad.  Hasta ahí todo iba bastante bien, si yo supiera quien era.

Cuando comenzó a detallarme los salones del Instituto Alfredo Vásquez Acevedo, se empezó a ver el cielo. Todavía estaba tamizado, mucho tiempo pasado hicieron crecer los árboles, y las ramas y sus hojas dejaron a cubierto la memoria.

Fuí seis gloriosos años a ese viejo Instituto, pero él me habla de la última etapa, los dos últimos años antes de entrar a facultad,y en especial de las prácticos de química. Del patio, de sus plantas, de la escalera que llevaba a los salones donde se daban los prácticos, de física y de química.

Resumiendo, Mauro era estudiante de otro grupo, nunca fue compañero mío. Lo que sucedía y ahora que el me hizo acuerdo, juntaban dos grupos por cada práctico. Otras épocas y clases de veinte y pocos  alumnos.

Un día en esos salones, de largas mesas de mármol, donde nos reuníamos, para hacer los prácticos, una sustancia se fué derramando, y cayó como un pequeño chorro sobre mis sandalias. Eso sí que lo recuerdo, con un papel sequé el calzado y no pasó nada más. Los otros alumnos limpiaron la mesa y el profesor siguió sin enterarse escribiendo fórmulas en el pizarrón que estaba ubicado al costado del salón.

Al salir de clase, un jóven me pidió disculpas, Ése jóven era Mauro.

– Perdona fué sin querer.

– No te preocupes no fué nada.

Cada vez que nos encontrábamos de casualidad, volvía repetirme los mismo

– Perdona fué sin querer.

Lo que sucedió es que yo no le contesté más, porque ese líquido indefenso, incoloro, donde cayó me dejó las tiras de las sandalias de un color blancuzco, es decir me las estropeó. Mis negras y lindas sandalias!

Ahora como  un revival, llegan a mi memoria y creo verlo, alto muy alto, el que me leía las listas que se colocaban en las carteleras con las fechas de los exámenes, y también creo reconocerlo, en algunos exámenes.

 Puede ser que hayamos dado juntos Historia Natural, ahora que…    me digas Mauro que la bolilla que me tocó era Quelonios, me superó.

 Sabes , muchas cosas aprendí en esos seis años, algunas  importantes y otras que no me sirvieron para nada.

 Creo que tú aprovechaste mejor que yo todos esos grandes profesores que tuvimos, como Bugalance y Capra en Química, el dúo dinámico, Alma Acosta de Anzola, la que se ponía esas gasas en la cabeza, que la hacían parecer una musulmana ,  la Filosofía y Benvenuto, su  carraspera y su tos de empedernido fumador. Y el impagable Tourrelles y su ojo de vidrio, en Física. El que nos trataba mal, porque decía que no sabíamos matemática como los de ingeniería. Él me preguntó en un exámen

– Dígame señorita la velocidad de un proyectil dirigido hacia arriba.

No me digas que estabas en el salón cuando la pregunta !

Te quiero comentar que el saber la repuesta no me sirvió para nada, no me contrataron de la N.A.S.A.

Me hablas de  la librería » Lo de Rúben «, donde comprábamos los libros y canjeábamos los usados, me asombra que rememores  que llevaba una boina celeste, y que todos me cachaban » decían que tenía que ser gris, por los versos de Neruda.»  Es evidente que leiste mi blog, no creo que te acuerdes de ése detalle.!

Las clases se acabaron, y yo no volví a verte Mauro.

Después de transcurrida una vida, Internet hace un milagro.

Me pediste que te contestara, por segunda vez,  pero lo voy a hacer en mi blog, no te voy a contestar los email.  Sé que muchos que lean éstas líneas, no entenderán nada, pero sé que Mauro va a llegar a ellas, porque los Power Point, están aquí, y los otros los privados, de esos él no sabe nada.

Te acuerdas de  las columnas de hierro, que sostenían la galería, y  los vitrales y  la imponente entrada de la calle Rodó, por la que nunca nos dejaron subir, y el gimnasio al aire libre por la calle Guayabo, y la biblioteca, el observatorio, y el salón circular con gradas y la larga cantina, y sus  refuerzos tan altos, tan grandes, que uno solo, servía de desayuno y almuerzo. Pague uno coman dos.

( Lorenzo y Pepita )

Si me puedes describir tan detalladamente las sandalias que usaba, y las tirillas que abarcaban mis tobillos, es porque tienes alguna foto del grupo, y entonces  creo que te gustará, rememorar acompañándome del brazo.

Recuerdas, la escalera de entrada al Instituto, por la calle Eduardo Acevedo, y los gastados que estaban los escalones en su parte central, y lo brillante que se veían cerca de los pasamanos,… ahora lo sé.

En esa época ninguno de nosotros  necesitaba  pasamanos, porque subíamos casi saltando por el medio de dos en dos los escalones…

Ha sido un placer que me hayas escrito, me ví jovencita Mauro.

Vuelve a hacerlo.

Un abrazo .

Hasta pronto.

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Gracias a la vida

"Gracias a la vida,
Que me ha dado tanto,
Me ha dado la marcha
De mis pies cansados,
Con ellos anduve,
Ciudades y campos, 
Playas y desiertos,
Montañas y llanos,
Y la casa tuya, 
Tu calle tu patio." 

Violeta Parra.
 

Para  todos los que a sabiendas entraron aquí, a los que lo hicieron por equivocación, los que se atrevieron a comentar, los que pensaron vaya plomo, a los que les gustan las historias de otras épocas, sin ser de la prehistoria, a los que sueñan igual o diferente, a los llegados de otros enlaces, a los que se atreven a ver o mirar de otra manera: Gracias.

Ésta es una casa, habitada por una persona que nunca pensó que la visitara tanta gente. Los puedo recibir en la entrada, donde comienza el jardín, donde unos pasos de laja, dentro del mismo cesped, los recibe. Los puedo hacer entrar a mi morada, donde una luz da vida a mi living, los puedo agasajar sentados en un cómodo sillón, pero me gustaría que entraran en confianza, llegaran a mi estar, y vieran mi cocina.

Las cocinas se han ido transformando, antes existían las cocinas olvidadas del resto de la casa, se podría decir, que la mayoría, ( existían como siempre la excepciones),  eran incómodas, pequeñas, sin placares, con  gancheras donde se colgaban las grandes ollas, para familias numerosas, y donde habían  personas que hacían todo casero, desde el dulce de leche, hasta los ravioles del domingo.

Todo se transformó, la arquitectura,  la tecnología, se fijaron en  la manera de vivir, y gracias a eso vieron el corazón de la casa.  Miraron hacia la cocina.

Desde el hombre primitivo que se reunía alrededor del fuego, haciendo ronda para calentarse, y por gestos, comprenderse, hasta llegar al momento actual, aunque se ha perdido mucho de ese rito, pagano y necesario, de la reunión sagrada y familiera de los domingos.

Ése es el núcleo,  la familia.

Por más moderna que sea una casa, por muy grandes y altos sus ventanales, por espaciosos, y  por muy privados que sean sus lugares, siempre..siempre.. habrá una cocina.

Todos tendremos dentro de poco  el corazón a la vista. Tú casa puede ser la mía, o la tuya, o la de los  otros, pero entrar hasta ella y ver lo que preparas, cómo, cuando, donde…éso íntimo y sagrado es como las finanzas, muchos hablan de ellas pero todos ocultan su balance.

Una jóven, bonita, culta, y muy querida, me pidió que mostrara la cocina de mi blog.  Mi cocina. !!

Por ella lo hago, porque fué quien me hizo abrir éste Blog.

Le dije, no me parece bien, no quiero propaganda, tengo mi manera de ver cómo son las cosas, miro, observo, recuerdo, escribo…

Cuando no había casi artefactos eléctricos en la cocina, cuando se batía el merengue con uno manual y se daba vuelta con fuerza a la pequeña manija, cuando el café se hacía filtrado, la leche venía en botellas de vidrio, y en grandes coladores con asa, se dejaban decantar los jugos, porque no se conocían las licuadoras, yo ya estaba aquí.

Ahora tengo una cocina que acompaña mis días, con todos los chiches del progreso, no extraño aquella anterior, nunca fuí una buena cocinera, los alimenté a todos sin grandes platos refinados, la carte  mía es sencilla. Tan sencilla como mis cuentos.

Creo que hoy hice un merengue de novela, y pido perdón, el chef, salió a hacer los mandados y quedé solita para recibirlos…

Pasen...bienvenidos amigos, están en su casa.

Quiero  decirles a todos que ha llegado mi blog a más  12.000 visitas …

Los comentarios de  ustedes,  enriquecen los escritos, muchas veces nos hacen ver, desde otros países, costumbres, edades, profesiones diversas, el cuento, la reflexión, el comentario, hasta las fotografías desde diferentes  ángulos.

Porque mirar no es ver, y recordar no es un mérito. Lo que considero un logro es que através de los recuerdos logremos que los otros entren en lo narrado, aunque el viaje sea corto, la aventura puede ser gratificante.

Abrí mi cocina, la invadieron, el Arcángel Miguel,  las galletitas de chocolate, con los gorros de colores, con los arboles de los prados.  Porque muchos  llegaron hasta mi post, no por lo que escribo, sino como el juego de La Búsqueda del Tesoro,  y me encontré con un cementerio de caracoles, enfriar objetos al calor, hasta como se hace una tarta de cabeza de caballo, o comida carroñera, como se escribe te equivocaste, el correo de la moda en 1890, como se vestían los conservadores, un simio riendo, tatuajes de la virgen niña, como hacer planos de carpas para eventos, niñas lindas bailando flamenco, hongos alucinógenos, la vestimenta de mujer en la época de Artigas ..(Nuestro héroe nacional ) etc, etc.
Y en una mezcla insolente como dice el tango Cambalache… la biblia junto al calefón.. se mezcló la vida.

Gracias a todos gracias a la vida que me ha dado tanto....

Me ha dado amigos blogueros  que son mi Tesoro como otra familia  y  desde entonces simplemente escribo, cuento , fotografío , y cuando no están   los extraños..

Un abrazo

Hasta pronto.


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Las Pequeñas…

Sobre casas abandonadas. 4

Los dos herederos.

Cuando en octubre de 1954,  murió el señor José Iribarrén, el notario y la señora que hacía treinta años que lo acompañaba, supieron que hacer.

Ella se iba a  trasladar  a una pequeña casa que le había comprado el señor Iribarrén y el apoderado abrió la sucesión.

El fallecido era un vasco francés, que había formado un buen  capital, y que en determinado momento lo agrandó al casarse con una linda señorita, hija de un conocido emigante como él.

Cuando fallecíó su esposa, entró a trabajar en la casa  Asunción. Siempre tuvieron una relación de respeto, y estima. Nada más. Poco conocía  Asunción de la vida de su solitario y viejo  patrón, y menos le interesaba. Sabía eso sí, porque se lo dijo en los últimos años, de la casita que le había comprado a ella  y de una caja de ahorros que le abrió a su nombre, así que con la jubilación y ese dinero podría pasar  confortablemente mientras viviera.

El señor Irigaray, era un escribano mayor casi a punto de jubilarse, amiguísimo de Iribarren y apreciado por Asunción. Era de las pocas personas que visitaban la casa y saboreaba las ricas rosquillas dulces de la cocinera.

La casa era grande, siempre lo fué, pero cuando se construyó, la pareja pensó que se llenaría de hijos, cosa que no ocurrió. Hubieran sido unos niños hermosos, porque Iribarren y su esposa eran unos rubios altos,  de grandes  ojos azules, que llamaban la atención cuando salían a pasear.

Cuando Irigaray, tuvo todos los papeles, llamó a los dos herederos de Iribarrén. Pensaba Irigaray en algún problema para encontrarlos pero no ocurrió así. Uno era un conocido profesional argentino, y el otro un productor rural uruguayo oriundo  de Tacuarembó.

Cuando se encontraron todos en la casa del fallecido Iribarrén, el escribano vió que las cosas iban a ser más sencillas de lo que pensaba.

Ernesto…T…se presentó impecablemente vestido, impaciente, nervioso por terminar el trámite y volver a sus asuntos en su país.

Arturo..J…, de campera, bombachas y botas, era el opuesto..tenía esa trancadera y parsimonia que muchas veces da el campo.

Cuando se enteraron de que los habían mandado llamar por un dinero que había para los dos y al saber la cantidad, fué  mayúsculo el asombro.

La relación con Iribarrén era la siguiente, Ernesto T, el argentino era hijo de una prima de Iribarrén, y Arturo J..era hijo de una prima de la señora de Iribarrén.

Ninguno de los dos conocía al vasco, ni lo habían visitado, ni escrito. Era más las madres de los dos, nunca se lo mencionaron como un pariente cercano.

Ernesto, como hombre rico que era, como que se negaba a recibir el dinero alegando.

– Si mi madre viviera le preguntaría, es más si hubiera sido ella la benficiaria..tal vez..Mientras, se pasaba dos dedos por dentro del cuello de la camisa como si algo le estuviera molestando.

-Arturo J..replicó, si mi madre viviera, o la señora del vasco..le preguntaría…pero yo sé que mi madre vino a pasar una vacaciones a Montevideo y paró aquí, y creo que fué muy feliz, en compañía de su prima.  Decía ésto, mientras, se acomodaba el ancho cinto, que dejaba su amplia barriga por arriba del mismo.

– El escribano, le dijo en forma conciliadora,mientras se calzaba los lentes, que a medida que hablaba se le iban resbalando por el caballete de la nariz.

– Pueden o no aceptar el dinero…es cosa de ustedes..Es una cantidad importante, y además hay que agregarle la casa que es para los dos.

– La casa ?

La cara de asombro de los hombres lo dijo todo!

Fué cuando Asunción empezó a abrir un poco los postigones de las ventanas. Asunción entendía que la luz ayudaba de muchas maneras, ventilaba las habitaciones, expulsando  el olor a humedad, daba otra apariencia a los gastados muebles, ella entendía que con luz entraba el buen mirar.

La gran habitación, dejó ver la gran araña que pendía del techo, donde se lucían los ornamentos de yeso, y contrarrestaba con la pared empapelada,  un sillón de madera oscura, un baúl de viajero, un cofre de plata, y el escritorio, grande inmenso donde se amontonaban libros, papeles, cartas, una lámpara de opalina, y el gran sillón tallado,  sillas, bibliotecas…un pequeño remate.

Cuando vieron bien la escena, no sé si incidió eso o que él paisano, medio impresionado dijo.

– A mí el dinero me viene muy bien, porque en cincuenta años que tengo..nunca pude comprar la bomba y ahora lo voy a poder hacer.Decía ésto mientras el taco de la bota se clavaba en el piso de anchos tablones.

– La bomba?…inquirió Irigaray, calzándose nuevamente los lentes.

– Cosa de locos …dijo el argentino, y se volvió a pasar los dedos por el cuello.

– La bomba para el agua…aclaró el entredicho.

– Irigaray iba agregando de a poco, las cosas como dando suspenso, o como viejo avezado, palpando la escena.

– Quiero agregar los muebles que también van, y el auto que está en el garage del fondo. Es un Cadillac, de hace mucho tiempo, que no sé si anda…pero

– Una subasta…auto parado..vaciar la casa…dijo Ernesto..

Fué cuando se detuvo la conversación,  porque los herederos se habían levantado y estaban mirando, una pared, que estaba tapizadas de fotos, todas enmarcadas, de diferentes estilos,  iban desde el daguerretipo, la sepia, el blanco y negro, hasta el color. Sobresalía en el medio una más grande, de una rubia que miraba al vacío, con marco calado.

– El vasco Irigaray era fotógrafo ? preguntó uno de ellos, y ésta es…la señora del vasco ?

–  Sí esa hermosa mujer era su adorada esposa…Una auténtica belleza.!  Que yo sepa no era aficionado a la fotografía.. Esa pared, él decía que era  la pared de los recuerdos…dijo el notario.

– El señor Iribarrén hablaba con las fotos, algunas las llamaba mis pequeñas...Dijo Asunción.

– Entonces se ve que hacía tiempo que no estaba bien, y por eso hizo un sorteo y salimos premiados, y nos lega, dinero y problemas… alguién que nunca nos vió!

Irigaray se dió cuenta que el ambiente se estaba poniendo denso, y empezó…

– Aquí no se obliga a nadie..Usted señor Ernesto puede dejar el dinero para el mantenimiento de la casa..

-El mantenimiento de la casa ?..Estimado colega, yo estoy muy lejos de acá,  ésta casa no tiene ningún recuerdo para mí,  así que sus palabras han decidido mi respuesta. Ya la mano había estirado el cuello a su máximo contorno. Bueno yo acepto el dinero, porque es lo más impersonal, que hay…y no me gusta discutir..

– Yo acepto el dinero, porque lo necesito para la bomba de agua…y la casa, y los muebles no sé, tendría que consultarlo con la patrona. Ahora el vientre descansaba sobre el cinturón.

– Mejor así…mucho mejor…nos vamos entendiendo.

Fué cuando los dos hombres maduros, los herederos, vieron las dos fotos juntas. Las sonrisas, de sus bocas jóvenes, sus ojos oscuros, sus melenas enruladas. Tenían en sus marcos de pasta a las madres, a las primas del vasco, a las pequeñas..

Retiraron las fotos, y  recibieron el cheque por el  dinero heredado.

Ernesto T, hizo una cesión de derechos a favor de Asunción, y se marchó con el cuadro debajo del brazo,  decidido a averiguar por la única tía que le quedaba, la relación de su madre con el vasco…

Arturo, aceptó el dinero, los muebles y la parte de la casa que le correspondía. Quedó en mandar a alguien para que cuidara la casa, y no se metieran intrusos en la misma, aunque nunca lo hizo.

Fué… porque al sacar la foto de su marco leyó la dedicatoria dedicada por  su madre al marido de su prima.!

Asunción, quedó anonadada, demasiado en tan poco tiempo…Ella no tenía dinero suficiente para mantener dicha casa…y todo dependía del que volvió a sus pagos..

El que quedó disgustado fué Irigaray..no había cumplido con la voluntad de su amigo..ya veía la casa en ruinas..y le reprochaba a doña  Asunción, porque abrió las ventanas y porque dijo eso de sus pequeñas.

Y la simple mujer le comentó…No dije nada, si hubiera hablado de los besos que les daba a los dos retratos, y lo que decía entre dientes…

– Qué le daba besos a los retratos…! Qué decía..que decía…?Los ojos grandes del notario se veían deformados, por los gruesos cristales.

– No puedo repetirlo señor Irigaray…no tengo confianza con usted… soy una mujer honesta..sabe..son palabras muy fuertes, y algunas dulces como las rosquillas que a usted tanto le gustan..

Fué cuando el notario sudando la gota gorda, sentía como le estaban pegando los latidos y repitió los mismos gestos de los dos herederos, se pasó los dedos por el cuello de la camisa, como si la misma le estuviera apretando , y se calzó el cinturón, que tenía  casi a la altura de  las caderas, porque sentía que los pantalones se le estaban cayendo…

Mis presentaciones

Como si fuera una revista por separado a partir de hoy podrán encontrar mis presentaciones realizadas en PowerPoint aquí.

Los invito a visitar la página cuando quieran y dejar sus comentarios sobre las presentaciones!

Con un tul en la cara.

Cuento

Usos y costumbres.

Cuando era muy pequeña  tanto que no recuerdo la mudanza nos fuimos de Pocitos y  alquilaron mis padres un apartamento en un barrio llamado Cordón..

Tal vez fuera porque mi padre tenía dos empleos, y uno era de noche. Más cerca del trabajo! No sé. En ésa época no tenía conciencia de lo que era ser rico o pobre. Yo era feliz y con éso tenía satisfecha todas mis aspiraciones.  Recuerdo la escalera  con su baranda de hierro, la subida de los dos tramos, y los cuatro apartamentos por piso.

Tenía dos ventanas, una pertenecía al living comedor y la otra era un ojo de buey que iluminaba una pequeña piecita, donde papá tenía un escritorio. Todas las demás piezas tenían ventanas que daban a ductos de aire.

La  primera ventana era mi atalaya.  Por ahí veía la calle, las casas de enfrente, el almacén de la esquina, los autos, tantos autos a mí me parecían. Y los había para ésa época porque esas cuadras y las paralelas, eran las cuadras de los repuesteros. Allí se vendían los repuestos cuando los autos duraban una vida, porque tener un auto significaba ser poseedor de dinero.  Y el dinero se cuidaba.

Justo frente a mi ventana, se veía una casa bastante moderna de dos pisos, creo que era una especie de propiedad horizontal, y después venían dos puertas pequeñas iguales y antiguas.

Un día empezaron a reformarlas simultaneamente. Quiénes serían sus próximos habitantes.?

No crean que fueron para mejorar al barrio bastante alicaído. Fueron dos hermanos italianos que se instalaron en esas casas sin ventanas a la calle.  Uno puso una carbonería y el otro era zapatero remendón.

Con la carbonería no tuvimos trato, y solamente ví al dueño desde la ventana o al pasar Siempre sucio.. Al que llegué a conocer fué al zapatero.

A mí el zapatero remendón me encantaba. Me gustaba su delantal de cuero, su eterna boina de varios colores. El olor a cera, cola, a goma, a cuero, a betún, a alcohol, toda esa mixtura que olía diferente, era indescriptible. A mamá poco le faltó para estirar la mano y tirar el paquete en la que llevaba los zapatos a arreglar.

A mí no me importaba. Me gustaba su cabeza agachada, su pequeño martillo, y sobre todo su boca repleta de pequeños clavos sin cabeza. Y no se tragaba ninguno !

Agarraba los zapatos, y mientras el cliente hablaba el miraba el trabajo, sacaba un papel, lo pegaba con una lambeteada de pincel a los zapatos y decía entre sus clavos.. .Il tuo nome

Ponía  algo parecido al nombre del cliente y el importe. Si el cliente decía que si, el señalaba con los dedos tres, o cuatro días, y después sin moverse de su banco bajo los colocaba en penitencia en el mostrador.

Si el cliente empezaba a hablar, cosa que no sé si el entendía lo que le decían, arrancaba la tirilla y entregaba los zapatos. A él no le entraba ninguna conversación. Entendía sobre la plata y el cambio. Trabajaba sin descanso. Cosía con sus manos en surcos de betún, las carteras, las cartucheras, colocaba los cierres, hacía ojallilos de metal, a los tiradores le  cambiaba los elásticos, te pegaba lo impegable. Vendía pomada de colores, en latas, cordones de algodón y de seda. A mí me puso en unos zapatos donde había perdido un botón, en cada uno, unos botones de metal  que parecía que llevaba dos piedras brillantes.

Tenía imaginación. Siempre que me asomé estaba ahí, y cuando anochecía, se veía su luz sobre su suela de metal . Los zapatos siempre los entregó lustrados a cepillo, brillantes, con olor a tinta, a nuevo. No cerraba la puerta, solamente cuando se iba a dormir, o salía a hacer las compras.

La máquina de coser, tenía un pico despejado, por donde entraban los zapatos, para mí ella se parecía a un avión finito, y su ruido a pájaro carpintero.

Un día trajo un aparato, que  era un zapato de metal que se dividía al medio, por medio de una mariposa gigante, y servía para agrandar los zapatos. Pero compró una sola, así que si los dos zapatos te quedaban chicos, cosa muy común, tenías que esperar que se agrandara el primero que había colocado.  Los sumergía en alcohol, e iban a la horma.

Colocaba punteras de metal, que a mí me parecían fascinantes, porque las podías hacer sonar sobre  el piso de baldosas, y parecía que zapateabas. Te sentías bailarín.

Todos se adoptaron al zapatero remendón. Todos empezaron a quererle. Se llamaba Silvio.

Un día ví por la ventana como el carbonero, sacaba todos los zapatos de Silvio y los pasaba a la carbonería. Muchos vecinos se acercaron y yo veía que le abonaban al carbonero y se llevaban los zapatos. Y Silvio donde estaba ?

Lo ví, casi sin verlo. Habían limpiado la pieza de Silvio y ahí colocaron a cajón abierto el ataud.

En la cabecera del cajón, había una cruz y a los costados sujetando una ancha cinta bordeau, unos pedestales plateados, que eran unos horrorosos candelabros con grandes velas amarillentas. .

Pero lo que me quedó grabado para siempre fué el tul que le pusieron tapando su cara.

Cuando pregunté porqué le ponían ése tul a Silvio, ante la mudez de mi madre una vecina me dijo por  » las moscas.»

Después dejé de verlo, porque se empezó a amontonar la gente, algunos entraron en la pieza, y otros se quedaron de pie en la vereda junto a la puerta. La cuestión fué que como las casas de repuestos cerraban al medio día, los empleados de la zona, algunos con su almuerzo bajo el brazo se fueron acercando. Creo que muchos deseaban  despedirse del zapatero y otros de pura curiosidad. Se cerró la carbonería y mucha gente se colocó en los balcones de las casas vecinas, a mirar.

Ahora comprendo más esa curiosidad que se tenía antiguamente, de ver como había quedado el muerto. Si tenía cara de sufrimiento, de placidez, y la mayoría si estaba bien muerto. El miedo a ser enterrado vivo duró mucho tiempo y de ahí los largos velorios.

Cuando llegó un coche negro, alto, inmenso con una cúpula negra, terminada en una cruz con unas manijas y con ventanitas a los costados, con cortinas moradas y flecos dorados,  comprendí que Silvio se mudaba para siempre. Pocas flores, muchas de ellas eran de papel encerado y largas cintas.

Cuando el coche arrancó todos los que tenían sombrero se los quitaron, y al pasar los que miraban el carro fúnebre se persignaban.

Eran otros momentos cuando la muerte se velaba en la casa…

Desde ése momento odié esos carros fúnebres con cúpulas, las manijas donde se colgaban las coronas, los pedestales plateados, los grandes cirios,  las flores enceradas,  los tules en la cara.

PD.

Cómo si fuera un cuento dentro de otro.

Hace tiempo tenía pronto el cuento, y no sabía si subirlo porque el tema no era alegre, y yo lo escribí como lo sentía. Lo que veía diferente en la niñez y la primera impresión frente a la muerte.

Salí a recorrer la calle Yaguarón en la búsqueda de una bombita pequeña, para una opalina. Ante mi asombro habían desaparecido muchas casas de electricidad de la zona. Como ya había caminado tantas cuadras, pensé voy a llegar hasta el primer edificio que recuerdo donde viví, y le saco una foto, y así redondeo el cuento.

Eso hice y ví, que justo pegado al edificio, había una casa de electricidad.

Estaba comprando la dichosa bombita cuando se me da por decirle, a uno de los señores que despachaban, que había aprovechado a sacar una foto al edificio donde había vivido. La cuestión fué que éste señor conocía el barrio mejor que yo, y empezamos a recordar el almacén de la esquina, la carbonería, el zapatero remendón, el tambo que había a cuadra y media, la lechería de la cuadra, y donde en parte el atiende el pequeño local, antes era un bar….el señor me estaba apuntalando  mi recuerdo, era tal cual yo lo veía.

Hasta ahí, una gran coincidencia, pero el máximo de asombro fué cuando le dije…

Calle Galicia.Balcones. Foto de Stella.

– Ahora voy aquí a la vuelta y saco una foto, de cuando nos mudamos de éste edificio y fuimos a otro en la calle Galicia.

– Usted vivió en la calle galicia ? me preguntó el señor.

– Sí, creo que en el número 1369…-

– Yo vivía en el 1372, al lado del taller de Cervasi.

Vivimos los dos en el mismo edificio, que tiene dos entradas y los balcones pegados.

Ninguno de los dos se atrevió a preguntar la edad al otro, ni la fecha en que vivió en el último edificio.

Él solamente me dijo que hacía 65 años que estaba en el barrio, y no aclaró más…Solamente me decía.

– Qué interesante señora, lo que usted hace. Saca fotos de las casas donde vivió…!!

Me lo decía con algo de nostalgia, no sé si me veía como una japonesa en viaje de placer, haciendo click, a cualquier edificio aunque el mismo no tenga ningún detalle que destacar, y por no parecer más audaz de lo que soy,  no me atreví a decirle que escribía cuentos, me pareció excesivo…había sido tan galante al no preguntar nada, solamente recordar.

Y hubiéramos seguido conversando si no fuera que los dos oyentes que teníamos, uno era uno de los vendedores y el otro un señor mayor más viejito que nosotros con un problema en una pierna, que  venía en moto y alguien al pasar en esa endemoniada calle le tiró la moto y pidió ayuda.

Salieron los tres y yo los acompañé y  fuí discreta y no le saqué una foto… al grupo… Ahora lo lamento.                      Hubiera sido de antología….

Si será chico Montevideo, que estornudás en El Prado  y te dicen salud en El Cordón…

Los chistidos

Sobre casas abandonadas – 3

Foto de Stella. Casa deshabitada.

Cuando compró el terreno, pasaba el tranvía por la esquina. Hizo un negocio bárbaro. Le había prestado plata a un timbero conocido, y el hombre a los meses con la excusa de que no podía pagar, le hizo la oferta. Era una especie de canje. Le cedía los derechos sobre el terreno y Castelar le daba un dinero encima y asunto concluído.

Cuando se lo dijo a su mujer, ya casi todo estaba apalabrado, era pescado vendido.

La Reina, se puso furiosa, que para qué,  porqué, la cantinela de siempre. Cuando Castelar decía que no, ella que sí…y bueno la cosa estaba que ardía cuando llegaron a hacer la escritura.

Un terreno esquina, en el medio de la desolación. Ése era el negocio.!!

El terreno no era muy grande, y Castelar le plantó unos hermosos árboles, y por una de sus calles una palmerita. Tenía la idea de su bosque propio en 600 metros cuadrados. Cuando podía se iba, a tomar mate con galleta dulce, y veía los arbolitos crecer y tantos pájaros libres, que se hubiera cambiado por cualquiera de ellos. Salir de la jaula de la Reina fué por muchos años su sueño.

Cuando la relación no era más que refunfuños, al dueño de la plantación se le ocurrió edificar.

Los gritos de la mujer, y las amenazas..- Qué yo a ese descampado no voy…- Qué de éste apartamento a mi no me sacan…Qué ahí no hay más que pájaros..o pajarracos.

Cuanto más hablaba la mujer, más alta hacía el hombre la casa. Tres pisos y sótano. Un muro bajito para que se viera bien  la vivienda , tres escalones para llegar al jardín, y después una escalera de digamos diez o doce escalones hasta la puerta. Después ni te cuento. Un laberinto formaban piezas y piecitas, había por lo menos dos escalones para llegar a la cocina. Tres pisos coronados por un mirador.

Como sería que el arquitecto cuando quisieron poner su firma en unos de los costados  de la casa se negó terminantemente.

-» Esa casa no tiene nada que ver con lo que diseñé. Además a último momento se le ocurrió al dueño agregar un garage, que no tiene comunicación con la casa. Es un espanto, con un techo de tejas asentadas en tirantes de madera, en ese mirador del siglo pasado..y otra parte con azotea.En los balcones quiso poner unas rejas trabajadas Ni que hablar de los pisos. Una exposición de texturas y colores. Saltan de un color a otro sin ninguna continuidad. Más que carente de gusto, me parece un capricho.»

Lo que sucedió fue que cada pelea tenía su propio escape..La angustia dicen te puede dar por comer, a Castelar le dió por edificar.

La parte de los baños fué de antología, ella quería bañera con patas de león, el quería ducha. Así que en el sitio para un baño, hicieron dos, con el resultado que cuando Reina se sentaba en el bidet, daba con las rodillas en el borde de la bañera. Se lavaba de costadito.

La mudanza fue grandiosa. Lo changadores quedaron agotados, hicieron ejercio de gimnasio. Puro aguante. Uno de ellos le preguntó:  -» Señor el que le construyó la casa no sabía que existen los pasamanos.? Porque no hay ninguno. Bajar al zótano es muy peligroso. Tenga cuidado…La señora, se puede caer es muy pesada.»

Castelar no respondía, él tenía su propia jaula…

La casa no era una cualquiera, no era la casita del nuevo rico, ni del rico, ni del pobre, ni heredada, era la vivienda de treinta años de convivencia en el infierno. Faltaba el barquero.

Nadie aguanta tanto escalón!!

Tenían una muchacha que limpiaba una vez a la semana, pero lo hizo con la condición de que una semana limpiaba la mitad de la casa alternadamente.

Al tiempo, la Reina dejó el dormitorio del segundo piso y se fué a una piecita del primero. Ahora gritaba al pie de la escalera dando órdenes a un inexistente ejército.

Castelar pasó al purgatorio.

La Reina se cansó de que nadie le contestara, y pasó a hablar sola.  Ya había dejado de ser la quisquillosa para transformarse en la resignada, señora de Castelar . Estaba convencida de que su marido se estaba volviendo loco.

Castelar pasó a un estado intermedio, pellizcaba el cielo.

Fué en ese tiempo que empezaron a construir adosados a ellos una casa grande. Castelar le comunicóa su mujer la noticia, y su cara se transformó. –  -Ahora tendré con quien conversar, dijo .

– Te quería avisar que el mes que viene  sacan definitivamente el tranvía. Para ver a tus amigas, vas a tener que caminar hasta la Avenida….

Había ocurrido que sus amigas fueron varias veces a verla, pero un día en que bajó hasta la cocina para servirles un té, estando Castelar de casualidad por ahí, una de ellas mirando las dos ventanas que formaban esquina manifestó:

– Castelar tienen ustedes un gato.

– No, no tenemos gatos ni perros.

– Pero yo lo ví un gato barcino, grande. Y la amiga estiraba los brazos como un pescador. Así de grande!

– No, lo que debe haber visto en una comadreja, hay muchas por aquí, pero no hacen nada, comen los coquitos.

– Los coquitos ? dijeron las dos..

– Sí los de la palmera, contestó Castelar antes de marcharse.

Fué la última vez que visitaron la casa. A partir de ahí la Reina, visitaba ella a sus amigas.

Nada ni nadie podía desalojar a la Reina. Era dueña y señora.  A no dudarlo.  Hasta le tomó  gusto al barrio. Casas grandes, con terrenos amplios. No como la de ellos. Terreno chico para casa grande.

Fué cuando empezó a sentir los chistidos. Cuando oscurecía, chistidos, por aquí, y por allá. No quería decirle a su marido, pero que los sentía.. los sentía

Subir las escaleras para decir eso, le parecía una mayúscula tontería. Se guardaba el sofoco, como podía hasta que un día en que estaban almorzando, en ese lugar parecido a un estar, comedor, sin ser cocina, dijo – Creo que hay ratones..

– Ratones ? No creo.

– Sí creo que sí, he visto sucio el piso de la cocina, y siguió con el rollo ,-    –

– Aunque con ese monolítico que le pusiste, que parece de tigre, de gato, …no estoy segura.

– No,  esas manchas que viste no son de ratones, son de murciélagos..

Decir esa palabra, fué el desiderátum.

– Tú sabías eso, y permitiste, que yo viviera con vampiros.. Son los que chistan..

– Mujer vampiros no, murciélagos

La Reina se puso roja, le subió ese transpirar de la edad , y después fué enfriándose y palideciendo….

Nunca creyó Castelar que una sola palabra fuera la liberación …

Se abrió la jaula … Voló la abeja… Jaque mate a la Reina…

Pero Castelar quedó solo y empezó a extrañar que nadie le decía.

– Hacé…. aquello, hacé  lo otro, que mal lo haces, o me hacés ésto para que me vaya mal.. Le empezó a faltar la diana..

Con el tiempo Castelar, empezó a bajar, del tercero al segundo, hasta dormir en la planta baja. No se animó con el sótano, porque salir del sótano costaba tanto como llegar al paraíso. Así que como dice un gran escritor, tuvo la mala costumbre de morirse.

Se encaminó solito hacia el infierno, ya lo estaba esperando la Reina,  pero estaba tan acostumbrado que lo sentía hasta  confortable, todos gritando al mismo tiempo, con buena calefacción , y perdiendo todos la esperanza al entrar.

A la casa un viento fuerte le voló el techo del mirador, la palmera abarcó todo el jardín del costado, y coronando hay una guarida de comadrejas. Se salvó una Santa Rita adosada a la pared, y sus ramas dejaron inutilizadas la escalera de entrada, solamente una puerta pequeña de hierro permite ver uno de los costados de la casa.

Los vecinos dicen que hay ocupantes precarios, nadie los vió, pero en la noche sienten como se hacen señas, por medio de chistidos…

Foto de Stella. Casa deshabitada.

PD. La casa no tiene luz ni agua, pero la contribución y los impuestos están al día. Lo que sucede es que nadie sabe quien los paga. Yo creo sospechar quien asume dichos gastos, es  un señor…llamado Caronte.